David Glantz, es un historiador norteamericano nacido en 1942 que está considerado uno de los mayores especialistas en el frente del Este de la Segunda Guerra Mundial. En 1963 ingresó en el Ejército de Estados Unidos después de cursar estudios en el Instituto Militar de Virginia (donde había dado clases el célebre Stonewall Jackson). Sirvió en Vietnam en el cuerpo de artillería. A partir de 1969 siguió un programa de estudios del Ejército para convertirse en Soviet foreign area specialist, y luego sirvió como ayudante de la sección de inteligencia del estado mayor en el USAREUR (Mando en Europa). Al final de la Guerra Fría se convirtió en Director de Operaciones del Ejército Soviético en Fort Leawenworth (Kansas), uno de los centros de estudios operacionales más famosos del mundo (Ike enseñó allí antes de la guerra). Cuando se retiró del Ejército en 1993 participó en la fundación de The Journal of Slavic Military Studies, una publicación en la que Glantz es todavía editor jefe y que sirve para el estudio de los asuntos militares de los países del Este, especialmente de la antigua URSS.
Gracias a sus numerosos estudios sobre la actuación de las fuerzas soviéticas en la Segunda Guerra Mundial, Glantz ha contribuido a desmitificar las ideas más repetidas que presentan al Ejército Rojo como una masa vapuleada una y otra vez por la Wehrmacht. Por el contrario, a partir del examen minucioso de múltiples aspectos de la guerra, contando con acceso a los archivos del Ejército soviético (abiertos, aunque parcialmente, a partir de 1989), Glantz presenta una versión mucho más equilibrada de la realidad del Frente Oriental. Junto con Ziemke, Glantz es un autor de absoluta referencia.
Glantz también se ha opuesto a las tesis (desmentidas por documentos soviéticos y alemanes) sostenidas por el desertor Victor Suvorov, según la cual los soviéticos se preparaban para atacar Alemania en 1941 y la Operación Barbarroja solo fue una especie de ataque preventivo lanzado por Hitler.
When Titans Clashed, publicada en 1989, es una de las obras más conocidas de Glantz, autor prolífico y torrencial (una de sus obras tiene 900 páginas) centrado en la lucha entre los dos titanes: la Alemania nazi y la Rusia soviética, la campaña militar más gigantesca jamás librada. Este libro fue escrito en colaboración con otro historiador norteamericano, Jonathan House, y está dividido en cuatro partes.
La primera (1918-1941) presta especial atención al desarrollo del Ejército Rojo y establece una comparación entre los dos ejércitos que se enfrentaron en Barbarroja. Ni la Wehrmacht era la extraordinaria máquina militar que Hitler lanzó a la conquista de la URSS ni el Ejército Rojo era la masa de ovejas listas para el matadero que los alemanes pensaban encontrar delante. El libro también habla de las purgas stalinistas, que diezmaron lo mejor de la oficialidad del Ejército Rojo, y dedica un pequeño apartado a la Guerra ruso-finlandesa, que a menudo se olvida. Los alemanes también se dejaron engañar por las primeras batallas de esta guerra creyendo que la conquista de la URSS sería coser y cantar. Se olvidaron de revisar las postreras batallas de la guerra, en las que los soviéticos cambiaron las tornas gracias a sus descomunales medios.
Las otras tres secciones tratan especificamente un periodo de la guerra: la parte 1, desde junio de 1941 (comienzo de la invasión alemana) hasta noviembre de 1942 (el comienzo del avance hacia Stalingrado); la parte 2, desde noviembre de 1942 hasta diciembre de 1943 (Stalingrado, Kursk y las ofensivas de otoño de 1943); y la parte 3, desde diciembre de 1943 hasta mayo de 1945, el triunfo soviético. También incluye al final apéndices sobre efectivos, bajas, producción de armamento, etc, que son muy útiles.
El análisis del libro es riguroso. Glantz presta mucha atención al papel jugado por comandantes como Rokossovsky –su preferido-, Timoshenko o Zhukov, que algunos historiadores sitúan entre los mejores líderes militares de la Segunda Guerra Mundial. Fueron precisamente estos comandantes los que finalmente impusieron su forma de hacer la guerra a Stalin –quien, con Hitler, se había convertido en el principal enemigo del Ejército Rojo. Glantz echa por tierra algunos mitos. La nieve y el barro, por ejemplo, también existían en el lado ruso. Sin embargo, los estudios alemanes sobre la guerra no explican por qué el Ejército Rojo seguía funcionando a pesar de las dificultades metereológicas y de las distancias. Otro mito: los inmensos recursos soviéticos. Glantz demuestra que los soviéticos consiguieron esa superioridad numérica en determinados frentes sustrayendo efectivos de sectores tranquilos, para lo cual practicaron con gran habilidad la maskirovka, el enmascaramiento. Puesto que consideraban a los rusos como infrahombres, los alemanes jamás creyeron que podían ser engañados por estos. Lo fueron y muchas veces: dos de los ejemplos más flagrantes fueron la Operación Uranus, la contraoensiva rusa a ambos lados de Stalingrado, que liquidó al VI Ejército, y Kursk, batalla que liquidó simple y llanamente cualquier posibilidad de Hitler de ganar la guerra en Rusia.
La pregunta esencial del libro es esta: ¿por qué perdieron los alemanes? O mejor dicho, ¿por qué vencieron los soviéticos? Glantz afirma que esto se debe a tres factores principales.
1. La insuficiencia de recursos de la Wehrmacht para librar una guerra de desgaste en el Este, lo cual llevó al deterioro operacional y a la falta de de alternativas reales para la victoria. Después del fracaso de la Operación Tifón contra Moscú y el duro castigo del invierno ruso (y del Ejército Ruso, que resistió de forma inconcebible para los alemanes), la Wehrmacht se vio obligada a combatir para conquistar recursos naturales con los que continuar la guerra y destruir al estado soviético antes de que los aliados occidentales pudieran ser lo suficientemente fuertes para poder asestar un golpe en el Oeste. Esto condicionaba poderosamente la estrategia alemana. Por no hablar de la continua intromisión de Hitler y de la política brutal de ocupación que acabó por reforzar al estado soviético.
2. El segundo factor esencial fue el extraordinario esfuerzo militar, industrial y social realizado por los soviéticos, cuya economía, después de todo, había continuado creciendo desde comienzos de siglo y no se vio afectada por el crack de 1929. Hitler, que no tenía de los soviéticos más conocimientos que sus fantasías de pintor aficionado, había predicho que en cuanto pegaran la primera patada en la puerta del estado bolchevique, este se caería como un castillo de naipes. Otros que no eran pintores (que yo sepa) como Halder, Rundstedt y demás también lo creían. La planificación logística de Barbarroja fue un verdadero desastre, demostrando que el OKH no había variado un ápice de su desprecio olímpico, bien documentado, por las “fricciones” logísticas de cualquier campaña. Pero, bueno, si hemos de creer lo que dicen señores como Halder o von Manstein sobre la guerra, ellos apenas participaron y mucho menos llegaron a tener conocimiento de lo que pasaba en la retaguardia. Hitler estaba loco, ellos intentaron derrocarle con una especie de resistencia pasiva, etcétera.
3. El tercer factor, quizás el más inmediatamente relacionado con lo militar, es la aplicación cada vez más concienzuda y organizada de los principios de las operaciones en profundidad por parte de los rusos, unas operaciones originales (no copiadas de los alemanes) que los teóricos soviéticos de los años 1920-1930 había ensayado en ejercicios y que inspiraron en buena medida a los teóricos de carros alemanes como Guderian. (Recordemos que Alemania y la URSS firmaron un acuerdo secreto de colaboración militar en 1922, anexo al tratado de Rapallo, por el que oficiaes alemanes podían ser instruidos en la URSS, salvando así las disposiciones del tratado de Versalles, que Alemania incumplió desde el primer momento, a pesar de tanta lágrima de cocodrilo de Hitler y la pandilla que lo aupó al poder.)
Un aspecto que algunos lectores recriminan a Glantz es que la información de sus libros es a veces terriblemente densa, con docenas de divisiones, con párrafos largos y procelosos, que exigen mucha atención y la fe del vicario saboyano para leerlos. Como muestra, un botón:
El 20 Ejército de Teniente General P. A. Kurochkin intentó ralentizar el avance alemán hacia el Dnepr ya el 6 de julio, cuando sus 5 y 7 Cuerpos Mecanizados se sacrificaron atacando frontalmente la punta de lanza del avance alemán cerca de Lepel. Atacando a las preparadas defensas antitanque de la 7 División Panzer sin suficiente reconocimiento y sin una apropiada cooperación infantería-blindados, los dos cuerpos fueron diezmados. El combate real comenzó durante del 10 al 11 de julio, cuando el Segundo Grupo Panzer de Guderian cruzó el Dnepr para comenzar la siguiente fase de operaciones. El oponente inmediato de Guderian era el 13 Ejército, que había justamente escapado de la bolsa de Minsk. El 13 Ejército incluía solamente a cuatro débiles divisiones de fusileros, no tenía blindados, y presentó poca resistencia. El 13 de julio, el XXXXVI Cuerpo Panzer de Guderian había pasado al norte de Mogilev y su XXIV Cuerpo Panzer había cruzado hacia el sur, rodeando al 61 Cuerpo de Fusileros y al 20 Cuerpo Mecanizado del 13 Ejército en Mogilev. Estos cuerpos continuaron resistiendo durante otras dos semanas…Etcétera, etcétera. Evidentemente, Glantz no tiene la gracia de Robert M. Citino (La Werhmacht se retira y La muerte de la Wehrmacht), para contar las cosas, pero sí tiene unos conocimientos y una preparación inigualables.
POSTDATA: Una resumen de las conclusiones generales de Glantz sobre la guerra en el Este pueden leerse en The Soviet-German War 1941-1945: Myths and Realities: A Survey Essay, que puede descargarse de la página del Clemson Institute: http://www.strom.clemson.edu/publications/sg-war41-45.pdf
- Nº de páginas: 528 págs.
- Encuadernación: Tapa blanda
- Editorial: DESPERTA FERRO EDICIONES
- Lengua: CASTELLANO
- ISBN: 97884945187827
Mi más sincera enhorabuena maestro Leiva por tan magnífica reseña. Desde mi lectura de «Antes de Stalingrado» (editorial Inédita) en el verano de 2010, ardo en deseos de que poder acceder en castellano a la lectrua de más obras de Glantz y, en especial, a ésta que tú reseñas magistralmente. ¿Alguien sabe si alguna editorial está interesada en ello?
Coincido contigo en que el estilo de Glantz es tremendamente denso por la cantidad ingente de información que aporta al lector. No es un autor recomendable para lectores neófitos en el Frente de Este, pero como tú bien señalas sus conocimientos y preparación son inigualables.
Saludos
Hola José, Choque de Titanes ha sido recientemente publicado en castellano por Desperta Ferro Ediciones, que está trabajando asimismo en otras obras del autor, como su monumental serie sobre Stalingrado. Saludos
Muchas gracias Javier. Ya estaba «al tanto». Saludos
Hola amigos,
Estamos ante un clásico, traducido, efectivamente por el amigo Medina, hará cosa ya de unos cuantos años. Siempre estamos con el debate del seco estilo de Glantz. Sus defensores argumentan que la información que presenta es muy difícil presentarla de otra forma. Yo me niego a pensar que eso tenga que ser así. Lo que sí que es cierto es que ese es su estilo, y no lo va a cambiar. Pero en más de una ocasión me he pensado más de dos veces si empezar algún trabajo suyo o no, sólo por la aridez de los textos. En fin… merece la pena.
Desde luego, de lo que hay que estar contento es de lo prolífico que es este señor.
Gracias por la reseña, Leiva.
Saludos.
Magnífica reseña de dos pesos pesados (sin más doble sentido que referirme a reseñador y reseñado).
El estilo de Glantz es ciertamente denso, tuve ocasión de enfrentarme a el en su libro sobre Kursk, sin embargo resulta mucho más ligero con un adecuado acompañamiento cartográfico.
Recuerdo que el de Kursk no estaba del todo mal. ¿Que tal este?.
Un saludo.
Los comentarios de vuesas mercedes me hacen sonrojarme cual bachiller imberbe.
En cuanto al estilo de Glantz, pues ya se ha dicho todo. Toneladas de información, pero frio como un informe.
Saludos
Gran reseña, Leiva. Este es un buen libro con el que introducirse a un nivel más elevado que los consabidos compendios y refritos a los que solemos tener acceso en castellano, es bastante académico. Cuidado con la traducción que rula por ahí, es bastante mejorable y hay cosas que no son lo que el autor quiere expresar. No es una crítica al traductor, que habrá hecho lo que habrá podido, pero es lo que hay.
Muy buen libro. En mi opinión no es que los libros de Glantz sean un peñazo, simplemente deben ser leidos de otra manera. Hay que sentarse tranquilamente, con tiempo por delante y con abundante cartografía ir situando las unidades y los movimientos. Yo lo hago con power point.
saludos
Esplendida reseña, Leiva, sobre un clásico vivo.
Entre otras cosas, lo cierto es que este hombre es un desmitificador; aporta luz pero muy densa, muy densa…
Gracias y saludos.
Los libros de Glantz son ilegibles, solo valen para tenerlos de consulta, no he visto una profusión de datos y más datos sin ningún tipo de hilo conductor en mi vida. Una pena que este hombre no sea capaz de divulgar un poco, tampoco queremos un Beevor pero un poco al menos.
Tengo el libro. Gran reseña Leiva. No veo el tiempo de empezar a leerlo.