El Calamitoso Siglo XIV
“Si el cielo se desplomase sobre nosotros, lo sostendríamos con nuestras lanzas”
Caballeros franceses durante la fracasada Cruzada de Adrianópolis.
Un libro recomendable para cualquier aficionado a la Historia.
Un libro imprescindible para cualquier aficionado a la Edad Media.
A través de algunos apuntes biográficos sobre la vida de un destacado noble francés, Enguerrando de Coucy, Barbara Tuchman nos describe en este libro todos los pormenores de la vida durante la segunda mitad del siglo XIV en Francia, con ocasionales pinceladas sobre el norte de Italia e Inglaterra, y alguna referencia sumaria a otros lugares (Entre los que no se cuenta España, excepto para deslizar algún equívoco que merece incluso la corrección del editor español). Religión, alimentación, costumbres, arte…Un espejo de un lejano momento histórico.
Sin embargo la verdadera imagen que surge del libro es la del ocaso de la caballería, la de los límites de la nobleza armada como fuerza militar y su fracaso permanente en el ejercicio de sus deberes bélicos, teórica justificación de su privilegiada existencia. Una y otra vez, los ejércitos franceses, referente intelectual de la caballería nobiliaria, dirigidos y compuestos por caballeros, montados o a pie, fracasan en sus objetivos. Y, una y otra vez, vuelven a ser recompuestos para volver a combatir y fracasar, puesto que los mismos que los forman son los líderes políticos de la nación, miembros de una casta que no puede reconocer su incompetencia sin poner en riesgo toda la pirámide social que la mantiene en la cumbre. Un caso perfecto, cercano y dramático de los límites prácticos de una forma de organización social y militar, condicionada por una tradición inflexible. Tuchman ya nos deja claro que el paso hacia los ejércitos “nacionales”, más profesionales, prácticamente mercenarios, del siglo siguiente, se deberá no a la renuncia de la nobleza al ejercicio de las armas, sino a su completa inadecuación a las circunstancias.
La caballería se nos presenta como una clase ociosa y parasitaria, absorbida por sus lujosos modos de vida y destinada a esquilmar a una masa de campesinos y burgueses a los que no puede proteger ni proporcionar justicia. Una elite perezosa y orgullosa, absolutamente incapaz para ejercer hasta el más elemental sentido común. Naturalmente, como puede deducirse, las pocas ocasiones en las que se muestra eficaz militarmente es cuando tiene que reprimir los caóticos alzamientos campesinos.
Veremos a la nobleza francesa fracasar por doquier: Fracasar frente a los ingleses en la guerra de los cien años, fracasar en las operaciones en Suiza y Alemania, perderse inútilmente en Nápoles, asediar una fortaleza en Túnez sin ningún resultado y alcanzar el más estrepitoso fracaso en la nefasta cruzada de Adrianópolis, solo para prepararse para la apoteosis de la carnicería inútil: Agincourt.
Pero esa ya es otra historia.
Al lado de la vieja y sacralizada nobleza francesa, las naciones menores son capaces de plantear su desafío a la tradición empleando nuevos y más eficaces medios de combate. Los ingleses, por su lado, el arco largo galés. En Italia, en la eficaz y corrupta corte de Milán, la conjura política y las compañías de mercenarios. Si la señora Tuchman hubiese recordado la existencia de Aragón y Castilla, posiblemente podría haber aportado la presencia de fuerzas de caballería más ligeras y de milicias concejiles bien organizadas.
Merece la pena señalar que cuando Francia, con Beltran Du Guesclin al mando, asume la estrategia de dar primacía a la infantería, a los asedios, a las pequeñas acciones y evitar las grandes y peligrosas batallas campales, su éxito es indudable y la derrota de los ingleses, cierta. Pero como ese tipo de acciones pone en cuestión la primacía bélica en la que la nobleza basa su privilegiada situación, el cambio de dirigentes provoca un olvido inmediato de la exitosa experiencia, para regresar a la obsesión por las grandes batallas frontales, por dar el mejor golpe, por la hombría y el valor en la primera fila, renunciando a conceptos tan villanos como el control de la batalla en la retaguardia o la formación de reservas con tropas escogidas.
En torno a este ocaso irremediable de una forma de entender el mundo, la guerra y el gobierno, se nos describe el terrible otoño de una sociedad asediada por guerras, plagas apocalípticas y alteraciones sociales.
El mundo bien ordenado y en plenitud que había visto surgir las grandes catedrales se consume a sí mismo.
DATOS DEL LIBRO
- Nº de páginas: 578 págs.
- Encuadernación: Tapa blanda
- Editoral: ARIEL (PLANETA)
- Lengua: ESPAÑOL
- ISBN: 9788434417816
Los ingleses sufren tal obsesión con Agincourt que se olvidan que perdieron totalmente la guerra de los 100 años. Esa «caballería parasita», cuando consiguió atrapar a los arqueros lejos de sus defensas en Patay, no dejó ni uno con casi ninguna pérdida.
No olvida Tuchman que antes de Agincourt, las victorias de crecy y poitiers se volvieron esteriles gracias sl uso de unidaded profesionales dirigidas por Du Guesclin. Mas baratas, y que no tenian que ser mantenidas a un precio descomunal eternamente. No olvidemos tampoco, que la caballeria combate a pie en agincourt.
Leer el nombre de Bernard Du Guesclin es acordarme de hace 4 o 5 veranos leyendo La Compañía Blanca en un entorno inmejorable;Carcassone.
Como se nota,Uro,cuando un libro te gusta.
Hoy capítulo 3 de la Temporada 3,movilización «más allá del muro».
Uro no quiero decirlo muy alto pero llevo 35 páginas del primer tomo de la serie Las Monarquías de Dios y he vuelto a tener la sensación (perdida) de tener ganas de volver a casa para seguir con el libro.Espero seguir ilusionado.
Saludos.
El resto de la saga es buena, pero no esta a la altura del genial VIAJE DE HAWKWOOD
Pero bueno Uro,¿tu duermes o lees?.
En este libro ¿se habla de la Peste Negra de 1348 en extenso o solo se hacen referencias de pasada?
En extenso, con reflexion sobre como una plaga tan terrible aparece de forma muu contradictoria en las fuentes contemporaneas.
Que libro tan maravilloso, incluso una década después.