Un adúltero americano, Jed Mercurio

“Nuestro hombre es un ciudadano americano que ocupa un alto cargo en el gobierno, casado y padre de una familia joven, que opina que la monogamia rara vez ha sido el acicate de la vida de un gran hombre. Siempre ha tenido mujeres –numerosas mujeres, consecutiva y simultáneamente, entre ellas amigas de la familia, herederas, figuras mundanas, modelos, actrices, amistades profesionales, esposas de colegas, golfillas y prostitutas–, a raíz del descubrimiento juvenil de que a él le gustaban las mujeres y a ellas les gustaba él”.

Nuestro hombre no es otro que John Fitgerald Kennedy, o JFK, o san JFK, según se mire. Pocos presidentes de Estados Unidos o estadistas han provocado tanta admiración y movilizado tantas teorías conspiratorias sobre su muerte como Kennedy. Pocos escritores, con la excepción del siempre divertidísmo Gore Vidal, que le conoció en su mejor momento (“era visible siempre el vello del pecho por encima del cuello de la camisa”, escribió), se han ocupado de su faceta amatoria, de su obsesión por practicar sexo con todas las mujeres guapas que se cruzaban en su camino (y, dado su rango y su confianza de seductor, eran muchas más de las que podemos imaginar). Una de ellas, no hay que decirlo, la diosa sexual del momento, Marilyn Monroe, que ya era su amante ocasional antes de la elección, y que en 1962 protagonizó uno de los momentos míticos de la incipiente televisión, cantándole a “Jack” el Happy Birthday en el Madison Square Garden ante la enfervorecida concurrencia, que sabía de que iba el asunto. Siempre he pensado que esta canción de Marilyn es como el doblete del discurso de Kennedy en Berlín que tanto entusiasmo levantó y que Obama quiso imitar en su visita a la ciudad. En todo caso, nadie puede imitar a Kennedy en tantas cosas. Marilyn lo sabía, claro, y con aquella opulenta delantera que desafiaba los acuerdos de limitación de ensayos atómicos en el espacio, remató la velada declarando que “Al Presidente quizás le interese saber que he necesitado ayuda para ponerme este vestido y probablemente la necesitaré también para quitármelo”. Pasada la medianoche, como decía la canción, la rubia y el presidente se encontraron en un hotel situado frente al estadio y celebraron el cumpleaños en condiciones. Era el 9 de mayo; el 5 de agosto, Marilyn fue encontrada muerta en Los Ángeles. Frank Sinatra, otro habitual de la novela, les había presentado.

Primer putero de la nación más poderosa del mundo, semental de pura raza de la Costa Este consciente de su magnetismo con las mujeres, Kennedy se convierte gracias a la pluma de Jed Mercurio en el personaje de una de las novelas más divertidas y al mismo tiempo más precisas sobre las relaciones entre la política y el sexo que he leído nunca. Escrita con mucha maestría, una técnica cargada de mala leche, Archie Bland, uno de los críticos de The Independent, dijo de ella que es “un libro a recomendar a todos aquellos a quienes intriga la idea de un mero ser humano cargado con el terrible peso de la dirección de un Estado”. Y es cierto, pues Kennedy aparece aquí como un hombre, cargado de debilidades, fallos y aciertos; un hombre sobre el que Mercurio no moraliza ni opina, limitándose a levantar acta de los tres años de su gobierno y de las piruetas logístico-familiares que nuestro hombre tiene que idear para acostarse en la Casa Blanca, ante las mismas narices de la belle Jackie, con becarias, hijas de embajadores, putas y hasta con una espía de la RDA (una de las mujeres más guapas que salen en la novela por cierto, para desgracia de Kennedy). Mercurio, que es médico, consigue también uno de los retratos más brutales de un organismo enfermo, acuciado por dolores de espalda devastadores, y una lista de enfermedades que va pareja a sus conquistas, una enumeración de síntomas y de recetas de los médicos oficiales y secretos del Presidente que quita el hipo. Enfermedad y poder como bien sabía Felipe II, siempre van juntas.

Mientras Kennedy se tira todo lo que se mueve, “hace el amor” con su sofisticada esposa y juega con sus hijos (la muerte de su bebé recién nacido en sus brazos es una de las escenas más conmovedoras de la novela, y Mercurio la maneja lejos de la ñoñería y el taller literario), ocurre todo lo que ocurrió en realidad, más allá de la alcoba, la piscina llena de secretarias, y las orgías en casa de Sinatra (donde había una piscina más grande y muros más altos): bahía de Cochinos, la crisis de los misiles cubanos, la carrera espacial, De Gaulle y Malraux, el escándalo Profumo, Kruschev, el puente aéreo de Berlín, el complejo militar-industrial, los disturbios raciales, Kruschev otra vez, flashbacks hasta los días de la guerra mundial, cuando nuestro hombre salva a varios marineros de morir ahogados en el Pacífico, y finalmente, la cita en Dallas, el 22 de noviembre de 1963, donde acaba la novela, como era previsible, porque después de 360 páginas con Jack ya no imaginamos el mundo después de él… Estamos en el segundo disparo, la limusina presidencial es ya un caos de muerte y miedo. “Su mujer grita de nuevo pero la segunda bala lobotomiza al presidente y le libera por fin del dolor de cabeza. El sonido final que oye no es el chasquido de los disparos, ni las aclamaciones de la multitud que se están convirtiendo en gritos, sino la voz de su mujer gritando su nombre. Es lo único que consuela a la primera dama, que él muriera en los brazos de la única mujer a la que amaba”.

Saludos y buenas lecturas

Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788433975423
Colección: PANORAMA DE NARRATIVAS
Nº Edición:1ª , Anagrama
Año de edición:2010
Plaza edición: BARCELONA

19 comentarios en “Un adúltero americano, Jed Mercurio

  1. El personaje y toda la saga es de lo más interesante, pero también es cierto que con el tiempo todo se ha inflado más de la cuenta. Yo creo que está claro quién (quienes) le asesinaron y desde entonces todo el que llega a la Casa Blanca con aires de renovación profunda se lo piensa dos veces, sino ahí está el Sr. Obama que de todas las reformas que iba a hacer no ha hecho ni la mitad y las que ha conseguido ganar por los pelos las tiene paralizadas.

  2. Bueno, lo renovador y original del programa de JFK todavía está por demostrar. Ni siquiera sus panegiristas son capaces de explicar donde estaba esa «revolución» de Kennedy, y en realidad su trayectoria fué de lo más convencional.

    Incluso Nixon fué un rupturista comparado con JFK.

    Muy buena reseña. No conocía el libro, y es interesante. Resulta sorprendente que tantos años despues todavía sea posible encontrar más basura detrás de las cortinas de Camelot.

  3. Estupenda reseña, Leiva, sobre un libro que inicialmente me dejó indiferente.
    Y me pregunto yo ¿cuándo trata este «personaje» los asuntos de estado? No le quedará mucho tiempo puesto que anda de oca en oca y «me la tiro porque me toca». 😉

  4. Muchas gracias por los comentarios sobre la reseña. También son acertados los comentarios satíricos sobre una conspiración de amantes despechadas para matar a JFK, ya que el tono paródico del libro parece propicio a éstas. Parece ser que sí le quedaba tiempo para atender los asuntos del Imperio; los escarceos amorosos de Kennedy eran breves y, dado su pésimo estado de salud, eran ellas las que actuaban y él, como centinela de Occidente, se limitaba a ser atendido. Espero ser lo suficientemente gráfico para que se capte la escena.
    Por cierto que los desórdenes de salud de Kennedy eran tan bestias que, de no haber muerto en Dallas, la espalda el pancreas o el estómago o vete tú a saber qué lo hubiera liquidado en cuestión de pocos años. Un Kennedy muriendo en la cama no hubiera sido tan mítico como asesinado por (?).
    De la peli de Oliver Stone, que siempre me ha parecido extraordinaria, a mí el personaje que más me gusta es el coronel X, el interpretado por Donald Sutherland, que le cuenta al fiscal Garrison todas las martingalas de la guerra encubierta de la CIA. Pero luego me enteré que el coronel X existe, que tiene nombre, y que está como un choto, el pobre.
    Saludos

  5. Me encantó esa escena, pero claro, en contra de la misma está la opinión de muchos asesores de JFK, y es que el presi era un «macho» y no se hubiese retirado nunca de Vietnam, ni de Laos, ni de ningún sitio.

  6. Gore Vidal apuntaba precisamente en un artículo que una de las razones por las que la Casa Blanca no se esforzaba mucho en tapar sus infidelidades es que servían para contrarrestar la mala imágen de su pésima salud. Al parecer necesitaba una medicación muy fuerte.

    Yo tengo la impresión que, pese a su carisma, de no haber sido asesinado hubiera pasado solo como un presidente algo mediocre.

  7. JFK es un tótem político por su temprana muerte, su imagen fresca y joven, su vogueniana mujer y sus famosas frases («no pienses lo que tu país puede hacer por tí sino lo que tu puedes hacer por tu país»); aquí, en la España de 1961, se le veneraba también por su condición de primer presidente católico de USA. Aparte de morir joven murió antes de uqe la guerra de Vietnam llenara de mierda a la sociedad estadounidense, con el Watergate incluído.
    Todo el mundo sabe que estaba haciendo exactamente en el momento en que se informó del asesinato de JFK y es normal que la muerte violenta de un hombre joven y poderoso conmocionara al mundo. Con el tiempo se ha visto que su imagen no correspondía a su realidad plena de enfermedades físicas y morales.
    Siendo impresionante la película de Stone sobre su asesinato a mi me gustó mas «13 días» de James Donaldson con Kevin Costner haciendo de asesor de los hermanos Kennedy en el dramático momento de la crisis de los misiles de Cuba con JFK enfrentándose a una hecatombe nuclear mientras leía el libro de Bárbara Tuchman «los cañones de agosto»

  8. ¡ Peliculón la de 13 días !.

    Por cierto, que ahora que he leído LOS CAÑONES DE AGOSTO, no entiéndo los pararelismos que pudo ver Kennedy. De hecho en la propia película dejan claro que el precedente que les obsesionaba era Munich.

  9. El vínculo que hay entre el libro de Tuchmann y la crisis de los misiles es que en los dos casos una decisión conllevaba una sucesión de relaciones causa-efecto o acción-reacción que en el caso descrito por Tuchmann llevó a la guerra multilateral de 1914-1918 y en el caso de la película si JFK hubiera hecho caso a los halcones militares le hubiera llevado a una guerra termonuclear con la URSS. El libro de Tuchman le sirvió a JFK para saber hacer lo que no había que hacer.

  10. Pués igual JFK no lo entendió muy bien. Primero porque de lo que habla el libro de la Tuchmann, en mi opinión, es de la distancia enorme entre lo planeado y el resultado, y de la incompetencia de los militares, prodigiosa incompetencia, que pone a todos los países al borde del desastre.

    Aparte, y aunque sus mandos eran muy belicistas, no lo eran menos que el propio JFK que actuaba como si los EEUU no hubiesen hecho lo mismo instalando misiles en Turquia.

  11. Veo que hay una ligera polémica sobre el papel del libro de Barbara Tuchman en la crisis de Cuba. Yo creo que los dos teneís razón en lo que respecta al contexto político. Tanto Kennedy como Harold MacMillan, que había servido en la Primera Guerra Mundial, quedaron muy impresionados por la lectura del libro. Vicent acierta con las ideas que inspiró a Kennedy contra la opinión de los halcones como Curtis Le May (en cuyas extravagantes ideas se inpira Kubrick para aquel general locatis de Teléfono Rojo) y que onviamente no había leído el libro, ni ningún libro, salvo quizás novelitas baratas del Oeste. Pero después de todo eran los norteamericanos los que habían echado a Castro en brazos de la URSS. Que Castro acertara o no, que Estados Unidos considera a Sudamérica como su patio trasero y no tolera resistencias de ningún tipo, eso ya es harina de otro costal. Se supone que los «paises tercermundistas» deben seguir las consignas del amo; si no, son considerados rebeldes o comunistas o lo que sea y se obra en consecuencia. En ese sentido, Kennedy no difiró en nada de los anteriores presidentes y de los que luego vendrían.
    De todas formas, he de recordar que el libro de Jed Mercurio no es una novela histórica, sino una sátira político-sexual en la que aparecen todos los hitos políticos de Kennedy, pero como una especie de atrezzo de sus piruetas de alcoba. Sin embargo, la conclusión que saca el libro, y que yo comparto, es que Kennedy podía ser un putero, pero los que tanto se las daban de santurrones eran peores. Seguimos igual en la actualidad.

    El análisis de Barbara Tuchman sobre las causas de la PGM me pareció bastante simplista. El capítulo inicial del funeral de Eduardo VII, que tanto gusta, me resultó extravagante. Puede que a los yanquis, que no tienen reyes, les pareciera exótico, pero no veo qué demonios tiene que ver la muerte de Eduardo VII con las causas reales de la guerra. Esperaba más de Los cañones de agosto, esperaba más de un libro que tanta fama tenía. Después de leer algunas de las fuentes a las que hace referencia, como Churchill, Joffre, Spears o Edmonds, en ocasiones transforma las opiniones de los protagonistas para acondicionarlas a sus propios prejuicios o a las tesis del libro. Las batallas están muy mal narradas. En una ocasión dice que la Historia Oficial de Edmonds, cuya descripción de la batalla de Le Cateau ocupa siete páginas, es demasiado embrollada para entender nada, lo cual es ridículo. Cada nación está presentada de forma demasiado estereotipada, especialmente los alemanes y los franceses. Tiene todos los prejuicios de algunos historiadores anglosajones cuando describen a los europeos continentales como una especie de bárbaros pre-liberales que no me gusta nada. Ni Moltke ni Joffre ni Lanrezac ni nadie eran tan idiotas como plantea el libro. Si hemos de creer que un general que ordena ataques frontales a la bayoneta es un idiota, entonces Napoléón es el más idiota de todos. Simplemente hacían la guerra como habían aprendido. El resultado fue monstruoso, claro: 260.000 bajas en agosto. No digo que el libro no tenga aciertos y que en general sea correcto, pero me pareció que no había para tanto.

  12. Yo creo que debemos tratar «Los Cañones» con cierta condescendencia. No es, en esencia, una obra de historia militar. Es una obra de historia «periodistica» un libro donde la calidad literaria siempre se antepone a la historia. Estan los buenos ( Los franceses) los malos ( los alemanes) los feos ( los rusos) y hasta los tontos ( los ingleses), y nada, absolutamente nada, ni siquiera los pertinaces hechos van a hacer que la señora Tuchman cambie esa opinión.

    Pero ya lo adiverte en el prologo, cuando afirma que una sola frase le podía costar una tarde entera de trabajo.

    ¿Es esa la técnica de un historiador?.

    Es un libro maravilloso, pero si lo viese en la bibliografía de una obra sobre la PGM me reíría.

  13. Llevo leído mas de 200 páginas del libro de Mercurio y todavía no ha aparecido el hermano del Presidente Kennedy, Robert, que fue su ministro de justicia y azote del travesti Edgard Hoover.

  14. Acabado de leer el libro objeto de este comentario he visto una película de John Frankenheimer, 7 días de mayo, en la que la trama va sobre un presidente de EE.UU que defiende la distensión nuclear en los años 60 y al que se enfrento un militar de alto rango que en la democracia y en el Presidente unos aliados tácticos de los soviéticos en su afán por destruir la seguridad nacional norteamericana. El núcleo de la película es la lucha entre dicho presidente y el militar de alto rango ( Burt Lancaster como Jefe del Alto Mando de Estado Mayor estadounidense). Me recordó a la lucha entre Curtis Le May y JFK que acabó con la muerte de éste y el inicio de la guerra de Vietnam.
    La película es de 1964 y narra hechos sucedidos en 1962.

  15. Gran película. No obstante creo que también se inspira en la figura de otro militar, no recuerdo su nombre, que tenía aspiraciones políticas y organizó un movimiento de extrema derecha.

  16. Creo que mañana o el próximo jueves regalan con el periódico El Mundo la película «13 días» sobre JFK y la crisis de los misiles de Cuba.

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