Puede que este haya sido el libro perfecto, el libro de cabecera que yo pondría sobre las memorias de un As de la aviación en combate. Si las memorias de Richtofen son aventureras, las de Galland quizás más pragmáticas o las de Rudel surcan los aíres de la emoción y lo vibrante; éstas son más intimistas y reflexivas. Estamos ante un libro que refleja de una manera especial, más especial si cabe, la nobleza y humildad por un lado y la deshumanizada y fría caza en el aire por otro, el sacrificio y la cálida humanidad en tierra en contraste con la tensión en la carlinga y los rabiosos disparos para derribar al enemigo.
«Participó en más de doscientos combates aéreos, fue el único piloto que no perdió ni un solo hombre de ala en combate, su destreza fue tal que jamás desbordó un punto de aterrizaje, nunca volcó o estrelló su avión, inclusive después de haber sufrido fuertes daños, heridas personales, o en circunstancias de vuelo nocturno».
Así se describe a Saburo en sus habilidades como piloto pero esto no es lo que más me ha impresionado. Después de seguir las andanzas de varios Ases que consiguieron sobrevivir, uno ya se «acostumbra» a leer en sus memorias esos actos que están fuera de lo común, esas gotas de suerte que les hacen escapar de la muerte en décimas de segundo o en una inverosimil maniobra, en un accidente del que milagrosamente salen indemnes o cómo las heridas que sufren son superadas una y otra vez, esas cicatrices y marcas que perdudarán hasta el último aliento, como una siniestra condecoración que siempre recordará que en su juventud fue un As. Pero como digo, esto no es lo que más me ha impactado del libro. Lo realmente impresionante es en conjunto la personalidad de Saburo, su humildad, su humanidad, esa parte intimista de las reflexiones y pensamientos de un ser que salió de su aldea cuando era un niño pobre y problemático y que conoció el sufrimiento y la necesidad. Siempre estuvo en él presente el dolor de ver a su madre en el campo de sol a sol para sacar adelante a su familia, sentía la necesidad de demostrar que valía para algo y compensar ese sufrimiento que marcó la vida de su pobre familia de origen rural. En el plano militar, asume el sacrificio en los cuarteles, con una disciplina llebada casi al extremo de la tortura hasta que consigue poco a poco distinguirse sobre los demás e ir mejorando su situación y así convertirse en un piloto de caza, un cargo reservado solo para los mejores.
Una persona que admite su sacrificio como lo más natural. Por ejemplo, y ya fuera del conflicto, cómo asume su papel en la postguerra, desautorizado para cualquier trabajo público y mucho menos que tuviese que ver con un avión. Destinado casi a mendigar, consigue resurgir de sus cenizas y rehacerse estableciendo una pequeña imprenta que va creciendo poco a poco y que utiliza para dar trabajo a viudas de compañeros muertos en sevicio durante la guerra. Son esos esbozos humanos, de los que el libro está lleno lo que más me ha impresionado, pensamientos como este:
«Pero volar es como nadar. No se olvida con facilidad. Durante más de diez años estuve en tierra. Pero si cierro los ojos puedo volver a sentir la palanca en mi mano derecha, el freno en la izquierda, la barra del timón bajo los pies. Siento la libertad y la limpieza, y todas las cosas que conoce un piloto. No, no olvidé como volar. Si Japón me necesita, si las fuerzas comunistas presionan demasiado a nuestra nación, volveré a volar. Pero rezo fervientemente para que esa no sea la razón de que regrese al aire».
Sobre las vivencias en combate solo puedo decir que hay que leerlo, el libro no tiene ni un solo párrafo de desperdicio. Parece que está uno dentro con él en la carlinga mientras describe con todo detalle todo lo que ocurría, todo lo que se le pasaba por la cabeza. Desde que comienza la guerra, para Saburo en las Filipinas hasta que ya sabiendo que Japón se rendiría, aún así, subido a un Zero en plena noche, para atacar y derribar un B-29. Un hombre que sus heridas le dejaron lleno de metralla y heridas de por vida en piernas y brazos, ciego del ojo derecho y parcialmente del izquierdo y seguía volando y ganado batallas, todas las batallas aéreas en las que luchó. En tierra tenía otras batallas con los sentimientos, la humillación de la derrota y la rendición pero tenía lo más importante, conservaba a su mujer. Un final estremecedor, el que lo haya leído me entenderá.
Vaya, muy buena pinta. Habrá que hacerse con él.
Fiuuuuu!!, y que lo digas compañero!!.
He leído muchos comentarios sobre este libro pero no una reseña tan específica y que nos enseñe de un modo claro los puntos fuertes del libro, se nota que te ha emocionado. Desdeluego habrá que hacerse con el.
Una suerte los afortunados que disponemos de este libro. Has explicado perfectamente la esencia del libro, es un libro que se lee y se relee cada cierto tiempo y sigue emocionando como si fuese la primera vez.
Ya veo que es un descatalogado, pero tiene una pintorra increible. A ver si lo reeditan cuando saquen alguna colección de estas de memorias de guerra o batallas, ya tuvimos suerte el año pasado con algunas reediciones y libros nunca publicado en castellano, a ver que nos depara el 2009!!, por cierto, Feliz año nuevo a todos!.
Impresionante. Yo lo descurbrí hace muchos años en una biblioteca de barrio. Años después volvía para releerlo y ya no lo encontré. Pero sigo buscando, no pierdo la esperanza que algún día lo reedite alguna editorial o salga en alguna de las colecciones que tanto están de moda últimamente.
Espero que lo tengas ya, yo lo estoy leyendo, es impresionante, bien es cierto que la traducción es argentina y hay varias erratas, pero merece mucho la pena.
¿Por qué es muy recomendable leer libros como este?, porque ayudan a sacarnos de la cabeza la imagen falsa, terriblemente deformada, que nos ha dejado la propaganda acerca de los japoneses (en realidad de todos los combatientes de uno u otro bando, pero de los japoneses en este caso) y acerca de la guerra aérea en el Pacífico. Además de mostrarnos que no siempre el combate aéreo fue un llegar y derribar, por parte de los norteamericanos, con la facilidad de práctica de tiro, la narración de Sakai también nos cambia al piloto japonés, de un fanático suicida destinado a matar y a morir sin mostrar jamás un sentimiento humano, a un hombre en todo el sentido de la palabra, capaz de luchar valientemente, pero también capaz de soñar, reir y llorar cuando era necesario.
Habiendo visto solamente la muy sesgada filmografía acerca del tema, ¿quién hubiera podido imaginar una escena como la de Sakai y sus amigos sobre Port Moresby?:
«Entonces llegaron dos Zeros a mi altura, y nos ordenamos en formación. Nishizawa y Ota me sonrieron, y yo agité la mano en señal de saludo.
Nos reunimos en formación con unos pocos metros de distancia entre las puntas de nuestras alas. Eché hacia atrás la cubierta de mi carlinga, describí un anillo sobre mi cabeza con un dedo , y después les mostré tres dedos. Ambos pilotos levantaron las manos para mostrar que habían entendido . Debíamos hacer tres rizos, los tres juntos .
Una última mirada en busca de cazas enemigos, y bajé de proa para ganar velocidad, con Nishizawa y Ota pegados a mi avión. Tiré de la palanca, y el Zero respondió magníficamente, en un alto ascenso arqueado, rodando sobre su lomo . Los otros dos cazas seguían conmigo y subieron en un perfecto rizo interior.
Subimos dos veces más, nos zambullimos y volvimos en el rizo. Ni un sólo cañón disparó desde abajo, y el aire permaneció limpio de aviones enemigos.
Cuando salí del tercer rizo, Nishizawa se aproximó a mi avión, sonriendo , feliz, y me indicó por señas que quería hacerlo de nuevo. Volví la cabeza a la izquierda; ahí estaba Ota, riendo , asintiendo.
No pude resistir la tentación . Bajamos a sólo 1.800 metros sobre el aeródromo enemigo y repetimos los tres rizos, girando en perfecta formación. ¡Y todavía no nos disparaba un solo cañón! Habríamos podido estar sobre nuestro propio aeródromo, a juzgar por la excitación que parecíamos provocar. Pero pensé en todos los hombres
que nos miraban desde abajo y reí a carcajadas.
Volvimos a Lae veinte minutos después de que aterrizaran los otros cazas. No contamos a nadie lo que habíamos hecho . En cuanto pudimos reunirnos a solas, estallamos en carcajadas y alaridos. Ota aullaba de júbilo , e incluso el estoico Nishizawa nos palmeó la espalda con alborozo.»
Saburo Sakai. Samurai, cap. 16
El libro no tiene desperdicio, es «un libro que hay que leer», y ahora está reeditado por una editorial argentina y se puede conseguir fácilmente.
Pingback: Entrada GEHM: Rituales y Tradiciones Kamikaze (I)
Tiene buena pinta, pero así, a simple vista, solo por la traducciónde «wingman» como «hombre de ala» en lugar de «punto» ya tira para atrás! si algo tan sencillo como eso se traduce con esa burrada aeronáutica, miedo me da pensar en el resto…
Es un libro interesante pero con un problema que hay que tener en cuenta al leerlo: Caidin hizo una serie de añadidos propios al redactar las memorias de Saburo Sakai, en casos erróneos o creados por él.