Richelieu y Olivares, J. H. Elliott

Siempre resulta extremadamente interesante establecer comparaciones entre dos figuras históricas que siguieron caminos similares y tuvieron que bregar con los mismos problemas. En el segundo siglo de nuestra era, en pleno primer renacimiento de los Antoninos, el griego Plutarco realizó una serie de análisis paralelos en sus famosas Vidas, fuente de tantas novelas históricas actuales –algunas de las cuales, desde luego, no tienen en cuenta que Plutarco era un estoico al que le interesaba especialmente la reflexión sobre el poder y no un historiador en el sentido estricto del término, de manera que sus juicios deben ser tomadas con precauciones y no literalmente–; después, otros han realizado el mismo ejercicio: algo así hicieron también Brantôme y Voltaire, cuando la tradición moralista del análisis de los “grandes hombres” pasó a la tradición francesa. Y así también Macaulay, Marañón, etcétera..

El libro del gran historiador británico J. H. Elliott se enmarca en esta tradición. Elliott toma a dos personalidades antagónicas y compara sus trayectorias políticas. Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, conde-duque de Olivares, y Armand-Jean du Plessis, cardenal-duque de Richelieu; los dos hombres más poderosos de la corte de sus respectivos reinos, España y Francia; ambos al frente de la política de dos poderes en pugna por el dominio de Europa; el primero al frente de una potencia de la que entonces se veían los primeros signos del declive; el segundo arquitecto de la gloria de una potencia en alza, que a finales de aquel siglo alcanzaría la cima de su poder. Hasta se puede decir que vivieron al mismo tiempo (1587-1645 el español; 1585-1642 el francés).

Elliott, que es conocido por sus obras sobre el Imperio español del siglo XVII, entre las que cabe destacar una espléndida biografía sobre Olivares, es además un gran prosista, capaz de resucitar para nosotros la época y las vicisitudes de la política de la época, hasta configurar un hábil y suculento retrato sobre el político en los albores de la Modernidad. Y llegamos a la conclusión de que estos dos hombres, que se admiraban secretamente, y que compartían por ejemplo la pasión por la bibliofilia, eran más semejantes de lo que parece en un principio. Ambos tuvieron que pelear con reyes crueles, indecisos y caprichosos, Felipe IV, Luís XII, y con la maquinaria esclerotizada y corrupta de sus dos respectivos gobiernos, que ellos, a pesar de su gran poder, no pudieron cambiar con sus intentos reformistas. El análisis de Elliott por ejemplo desmonta una buena parte de las ideas sobre el Estado centralizado francés, que según se ha dicho en ocasiones prefiguraba las formas estatales actuales y que por ello tenía ventaja sobre la fragmentada monarquía de los Austrias; de igual forma Olivares no se presenta como el torpe criado absolutista y ciego a los problemas internos que cierta literatura nacionalista se ha esforzado en dibujar. Los dos gobernantes encontraron resistencias insalvables para imponerse sobre la fragmentación, los intereses regionales, las banderías y los privilegios de la nobleza y las ciudades. Los dos jugaron contra las cuerdas frente al poder intocable del rey y de los inmensos gastos que generaba la intervención en el exterior. Como dato curioso hay que decir que Olivares ni siquiera tenía en cuenta el Nuevo Mundo para dibujar su política europea: sabía con toda certeza que el punto del esfuerzo central se encontraba en el fatídico triángulo de Italia, los Países Bajos y Austria, donde se libraba la terrible guerra que cuando Olivares llegó al poder iba a recrudecerse con la espantosa guerra que luego se conoció como de los Treinta Años.

Los retratos de Olivares y Richelieu se convierten entonces en el libro de Elliott en un más amplio fresco de la lucha de las dos monarquías que, a la luz del análisis de los documentos, se parecían también más de lo que siempre se había sostenido. “Durante mucho tiempo –dice Elliott- los dos grandes rivales de la Europa de comienzos del siglo XVII han sido tratados como dos entidades aisladas y estereotipadas, la una destinada a la grandeza y la otra a la decadencia. Los estereotipos están tendiendo a desaparecer a la luz de las investigaciones recientes: España aparece como si hubiese tenido inesperadas reservas de fuerza, y Francia como si hubiese sido afectada por una debilidad que en determinadas circunstancias, podrían muy bien haber resultado desastrosas. En ese sentido, los dos países están comenzando a aparecer algo menos diferentes de que parecían hace una generación. Así pues, el paso del tiempo ha llegado a situarlas en una mayor yuxtaposición, para contemplar algunas de sus características –aquellas que compartían y aquellas en que se diferenciaban- y seguir sus respectivas fortunas, enfrentadas durante esas dos críticas décadas de 1620 y de 1630, que iban a redibujar el mapa de Europa”.

Apasionante libro el de Elliott. Y para los que estén pensando en Richelieu como el taimado villano de Dumas, que se olviden. Aunque el cardenal no dudó en aplastar sin misericordia a los enemigos de Luís XII, era un hombre imbuido de una fe profunda, que a veces se emocionaba durante los oficios religiosos de tal forma que llegaba a llorar a la vista de todos. En cuanto a Olivares, hombre abrumado por la gota y los cargas del gobierno al que siempre me imagino interpretado por el gran Josep María Pou, su reflexión sobre el género humano y el agradecimiento de los poderosos no tiene desperdicio: “No hay que especular ni que discurrir, que este es el mundo, y así fue siempre, sino que nosotros pretendimos hacer milagros y reducir el mundo a lo que él no tiene de suyo, siendo cierto que lo más cierto dél es la variedad y la inconstancia y el poco agradecimiento. Olvidámonos de Dios derechamente y pusimos la confianza en los hombres, y cuanto más discurriéremos más nos enloqueceremos”.

Saludos y buenas lecturas

Colección Biblioteca de Bolsillo, Edt. Crítica 
Páginas 256
Edición 1
Formato 12 x 19 cm
Encuadernación Rústica
Código 967980
ISBN 978-84-8432-296-2
Fecha de disponibilidad 01/01/2002

9 comentarios en “Richelieu y Olivares, J. H. Elliott

  1. Como siempre Leiva, es un placer leer tus reseñas. Estos dos personajes siempre han tenido la imagen de «tenebrosos» y es de justicia que tengan un libro serio que los ponga en su sitio.

  2. Imagino que está basado en la obra del mismo autor «El conde-duque de Olivares» editado por Crítica en 2004, no?, no creo que sea la misma obra y complementada con la parte de Richelieu, otro, no?.

    Yo tengo la que he citado de Crítica de 2004 y me gustó mucho.

  3. Es una obra completamente diferente en su planteamiento, aunque es obvio que el autor, el tema y las situaciones son las mismas, claro. La biografía de Olivares es soberbia, efectivamente.

  4. A mi este par de personajes me resultan bastante antipáticos por lo que leer sobre ellos no me interesa. Respecto a esta época y la época del imperio de Carlos V mi referente como autor es Manuel Fernández Alvarez que es ameno a la par de documentado. John Huxtable Elliot es un clásico que ha recibido el Premio Príncipe de Asturias y es todo un Sir, yo el único libro que me he leer de él es uno titulado «La España imperial», de muy buena factura intelectual.

  5. Al final, cuando te cuelgan un «san benito» ahí queda, el francés no lo conozco pero el Conde-duque de Olivares si, es parte de nuestra historia y aun a día de hoy se le sigue viendo como un personaje siniestro, y por esa imagen queda sin interés. Una pena por que no era ni de lejos como ha quedado dibujado, peores gobernantes hemos tenido y tenemos en la historia de España.

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