LA VALENCIANIDAD DE LA EPOPEYA ALMOGÁVAR A BIZANCIO (S. XIV)
EL CASO DE FERRÁN JIMÉNEZ DE ARENÓS
Por Guillermo Rocafort Pérez
Siempre he sostenido que la Epopeya Almogávar a Bizancio es una Gloria que
pertenece históricamente a la antigua Corona de Aragón en general, y al Reino
de Valencia en particular.
Y mis recientes descubrimientos ahondan en este mismo sentido.
El corazón almogávar latía por entonces sobre todo en el Sur del Reino de
Valencia, en lo que es hoy actualmente la provincia de Alicante, y también en lo
que es hoy la Comunidad Murciana.
¿Y por qué, se preguntan? Pues muy sencillo, porque en aquella época eran
“la frontera” con el Islam (El Reino de Granada), el territorio limítrofe donde los
almogávares tenían su ámbito natural de actuación.
Sostener que en aquel momento los almogávares vivían más al norte es no
entender nada de este fenómeno de frontera.
Y es que el más importante de todos los almogávares de la Historia de la
Corona de Aragón, Roger de Lauria, era el Señor de Altea, Alcoy y
Concentaina, localidades del Reino de Valencia, y en aquella última localidad
era donde tenía su residencia, en lo que es hoy el Palacio Condal, lugar desde
el que ejerció sus responsabilidad territoriales, como el gran almogávar que fue
de la Frontera Sur de la Corona de Aragón.
Roger de Lauria era calabrés de origen y valenciano de adopción, y fue
precisamente en la Ciudad de Valencia donde murió en Enero de 1305,
después de haber sobrevivido a una brutal razzia granadina que arrasó sus
posesiones en Concentaina pocos meses antes.
Pero no es de Roger de Lauria de lo que va a tratar este artículo, sino de otro
“valenciano de pro” que tuvo un papel muy activo en la Epopeya de Bizancio;
de Ferrán Jiménez de Arenós.
Tanto la “Crónica” contemporánea de Ramón Muntaner, como el estudio
posterior de Francisco de Moncada, titulado “Roger de Flor y los almogávares”1
en el siglo XVI, hacen profusa referencia a su persona.
Estas referencias históricas han tenido su eco en el presente, como en el libro
titulado “Los almogávares”, de José María Moreno Echevarría (Edit. Plaza y
Janés, Colección Rotativa, 1972).
La singularidad del personaje radica en que nos encontramos con uno de los
principales adalides de la hueste almogávar, es decir, un jefe que aportaba sus
propias mesnadas a la empresa en Oriente.
Incluso en el famoso cuadro almogávar sito en el Senado de España, en el
Salón de los pasos perdidos, que representa el desembarque y desfile de los
almogávares, encabezados por Roger de Flor, frente al Emperador Andrónico
Paleólogo, se dice que las banderas que en él aparecen son las de Jiménez de
Arenós 2.
Pero es precisamente por su apellido ilustre, Arenós, que somos capaces de
encardinarle en una famosa estirpe de soldados, que nos permite, a su vez,
ubicarle en un árbol genealógico que nos descubre no sólo sus ancestros
valencianos, sino también cuales fueron sus posesiones y propiedades en el
Reino de Valencia.
Y es aquí donde descubrimos en todo su esplendor su “valencianidad” por los
cuatros costados; clara, contundente y lógica.
Y es que incluso aquí la Historia tiene sus “pistas equivocadas”, que tienen su
eco en el mencionado libro de Echevarría, donde textualmente se dice
equivocadamente de Arenós que era un “ricohombre aragonés” 3.
Pero para esto redacto este artículo, para señalar la verdadera naturaleza y
origen de los que allí fueron a luchar.
Ferrán Jiménez de Arenós fue el quinto hijo de Blasco Jiménez de Arenós,
apodado “El Mayor”, y de Doña Alda Ferrándis 4.
Su familia por parte de padre y de madre se nutren de la sangre más
importante del Reino de Valencia, tanto cristiana como musulmana.
Su abuelo paterno fue Ximén Pérez de Arenós, el que fuera Lugarteniente del
Rey Jaime I “El Conquistador” en el Reino de Valencia. Es decir, su máxima
autoridad en el Reino después de éste. Y fue Ximén, el abuelo paterno de
nuestro protagonista, el que aparece como otorgante en importantísimas
Cartas Puebla del Sur del Reino de Valencia, como en la de la ciudad de Alcoy.
Por otro lado, su abuelo materno fue el Gran Señor musulmán, Saiyid Abu
Zayd, de quien heredó una parte sustancial de sus propiedades.
Fueron, que conste, nueve hermanos. El mayor, Gonzalo Jiménez de Arenós,
el que heredó el título de Arenós. La segunda, Teresa. A continuación, Blasco,
que fue canónigo de Valencia y archiduque de Játiva. Después vino Sancha,
hasta que en quinto lugar vino nuestro protagonista almogávar. Los cuatro
últimos hijos fueron los siguientes, por este orden; Estefanía, Jimeno, Elvira y
Mayor.
Ferrán es por tanto, el tercer hijo varón, y fiel a la tradición medieval, sigue la
carrera militar, mientras que su hermano primogénito recibe el título, y el
segundo sigue la carrera eclesiástica.
No hay mayorazgo en aquella época en Valencia, y las tierras son repartidas
entre los hijos varones. Las hijas mayores reciben suculentas dotes de sus
progenitores, menos las dos pequeñas, que se meten a monjas, quizás porque
las arcas familiares ya estaban por entonces exhaustas.
Ferrán recibe por herencia las siguientes propiedades, tanto por línea materna
como paterna: Zucaina, Villamalefa, Villamalur, Ayodar y Torralba, todas ellas
pertenecientes al antiguo Reino de Valencia.
Consta que en 1301 vende esta tres últimas propiedades mencionadas, muy
probablemente, para financiar su unión con sus huestes a la expedición
almogávar en Bizancio, que se inició en 1301.
En cuanto a su intervención en esta Epopeya, se pueden distinguir varias
etapas:
1.- Su participación junto con Roger de Flor en la primera campaña contra los
turcos (1302-1303)
2.- Su separación de la Compañía almogávar, por disensiones con Roger, y su
unión posterior a las huestes de duque franco de Atenas (1303-1305).
3.- Su vuelta a la Compañía Almogávar, tras el asesinato de Roger de Flor, y
las victorias almogávares en Galipoli y Apros, en plena Venganza (1305-1307)
4.- Su enfrentamiento con Berenguer de Rocafort y su unión al bando de
Berenguer de Entenza, a favor, ambos, del Infante Fernando (1307).
5.- Su segunda separación de la Compañía almogávar, tras la muerte de
Entenza, y su unión al Emperador de Bizancio, que le concedió el título de
Megaduque del Imperio (el mismo que primero disfrutó Roger de Flor, y
posteriormente, Berenguer de Entenza) y la mano de la princesa imperial
Teodora de Constantinopla (1307).
Nos encontramos pues ante un auténtico “Señor de la Guerra”, un Príncipe y
Soberano de su propia persona, cuya estela perdemos en Bizancio, pero que
confirma plenamente la tesis de la valencianidad de la Epopeya Almogávar en
Bizancio.
1 Recomiendo de este libro la edición editada en 1998 por Ediciones Alcántara
2 Texto de Carlos Reyero Hermosilla, dentro del libro «El Arte en el Senado», editado por el Senado,
Madrid, 1999, págs. 286 y 288
3 “Los almogávares”, de José María Moreno Echevarría (Edit. Plaza y Janés, Colección
Rotativa, 1972, pag. 126)
Interesante reportaje. El tema almogávar sigue siendo bastante desconocido y, lo que es peor, entre ratonerías de políticos periféricos e historiadores de wikipedia, hay una confusión curiosa. Es genial que siga habiendo esfuerzos por desmitificar los falsos mitos y por devolver a estos guerreros los méritos que ganaron llevando las barras de Aragón allende el mar.
Totalmente de acuerdo en que si se sienta el origen de frontera de cada «generación almogávar», no hay que retorcerse mucho las neuronas para suponer de dónde se nutrían las compañías. Aunque tal vez estamos tendiendo a considerar a todos los componentes de la Gran Compañía como almogávares arquetípicos (guerreros de frontera, expertos en algaras, etc). Después de leer sobre su presencia y su número en las campañas aragonesas del siglo XIV, tal vez llegó un momento en que se generalizó, haciendo pasar por «almogávar» a todo componente de la infantería ligera. De hecho Zurita, en la campaña de Cerdeña, distingue en la infantería aragonesa entre «almogávares» y «sirvientes de mesnada», en ambos casos en número nada despreciable. ¿Es posible que el almogávar arquetípico diera lugar con el tiempo a otro más «normalito» que podía proceder de la frontera o no?
Enhorabuena por el artículo.
Excelente reportaje Sr.Rocafort, lástima que no pueda decir lo mismo sobre su libro de Berenguer de Rocafort.Lo compré con muchas ganas y me encontré con un libro en el que todos son malos y tontos excepto un superhéroe que se llama Berenguer de Rocafort (es normal la sangre tira mucho). A su favor tengo que decir que me lo leí después de Yo, Claudio de Graves y claro la diferencia es grande. Solamente es una humilde opinión de un lector que compró su libro el pasado verano.
Impresionante, impresionante como los catalanes manipulan la historia y se apuntan logros que no son suyos, es bien sabido que la «Edad de Oro» de las letras catalanas se dio en Valencia y no en Cataluña y como dato curioso hace unos años, por el 500 aniversario del descubrimiento de America vimos una campaña de intoxicación que pretendia que las tres carabelas de Colón salieron del puerto catalan de Pals por no hablar de todas las teorias que aseguran que el propio Colon es catalan.
Es inevitable Javi,al final siempre se cuela alguno.