Ptolomeo I, Francis Fèvre

EL FARAÓN DE ALEJANDRÍA

Alejandría es una ciudad que fascina, y motivos tiene para ello, pues su célebre faro rivaliza con su biblioteca…

Cuatro siglos a.C., Alejandro Magno la fundó como una colonia; pero fue su lugarteniente, Ptolomeo, el responsable del desarrollo de esta magnífica ciudad, crisol de una nueva civilización en la que se entremezclaban Oriente y Occidente. Ptolomeo, un oficial al que en principio nada destinaba a convertirse en monarca, vio su vida completamente transformada por la herencia de Alejandro. (…) (Contraportada)

Tras el prematuro fallecimiento del Gran Macedonio se desataron entre sus más altos oficiales todo tipo de ambiciones y expectativas. Mediante una simple clasificación se podría definir a Pérdicas, Eumenes, e incluso Antípater y Poliperconte, como aparentemente legitimistas y continuistas del linaje Argeada; Antígono y su hijo Demetrio defenderían la unidad imperial pero bajo su propia impronta, ¿podrían llamarse unionistas?; Seleuco, Lisímaco, Casandro y Ptolomeo se podrían señalar como secesionistas, puesto que sólo pensaban en quedarse con una parte del pastel alejandrino.

Sin embargo el que comenzará la prolongada partida bélica de los Diádocos será este último, Ptolomeo Lagos, cuando osa ni más ni menos que hurtar en 321 a.C. el cadáver de Alejandro, desviando la comitiva fúnebre hacia Egipto, el territorio menos apetecible del reparto inicial hecho en Babilonia el año anterior.

¿Qué pretende así el Lágida? Sencillamente: legitimarse y adquirir peso político y simbólico, fuera y dentro del territorio del Nilo.

Pues bien, tenemos entre las manos una agradable y elaborada biografía sobre Ptolomeo que se centra con bastante detalle y a lo largo de más de tres décadas en la sólida construcción y en el eficaz gobierno inicial llevado a cabo en este longevo estado helenístico. Afirma el autor que dónde mejor se materializa el presunto sueño universalista de Alejandro será en el futuro reino greco-egipcio de Ptolomeo.

Pero para ello y a pesar de las defensas naturales que representan el desierto del Sahara y las cataratas del Nilo, el astuto general macedonio tendrá que asegurar los límites del reino apoderándose de Cirenaica, de Palestina y sobre todo del Mediterráneo oriental, creando diversos cinturones defensivos insulares desde Chipre al Egeo, además de una poderosa flota que los ligase y protegiese; de ahí el apelativo de Faraón del Mar.

Fue capaz de mostrarse como Rey (Basileus para los greco-macedonios) y Faraón (para los egipciacos) integrando ambas culturas; para ello se sirvió de la decadente pero todavía eficaz administración faraónica y del influyente y poderoso clero, al que honró con la restauración de templos y la dinamización de su economía. Estudió la tradición milenaria de esa antigua y rica civilización fluvial y aprovechó todas las virtudes de la misma. Incluso creó la veneración al dios Serapis que rezumaba tanto reminiscencias del Olimpo como de las tradicionales divinidades egipcias. Eso sí, todo ello sin olvidar nunca ni sus raíces ni su idiosincrasia helénicas, ni su condición de enérgico militar.

Alejandría, bajo la dirección de Ptolomeo, que fue discípulo de Aristóteles, se convertirá en un atrayente imán de toda la cultura y la ciencia helénica y helenística de su tiempo gracias a la creación del Museo (Casa de la sabiduría o de las musas) y de la Biblioteca, espacios  donde matemáticos, gramáticos, filósofos, médicos, arquitectos y astrónomos estudiaban, investigaban e intercambiaban conocimientos y experiencias. Y como culminación y perpetuación de este mecenazgo cultural se elevó el descomunal Faro. Y de todo ello le viene a Ptolomeo el apelativo de “príncipe de los sabios”.

Quizás su jugada más arriesgada fue la apuesta sucesoria por el hijo de Berenice, su tercera y ambiciosa esposa, –Ptolomeo II Filadelfo- en detrimento del primogénito             –Ptolomeo Keraunós- habido con Eurídice, la segunda. No obstante, la prudencia y la mesura del monarca atemperaron las discordias intestinas.

El  profesor universitario Francis Fèvre nos muestra así la vida de Ptolomeo I Sóter, -el Salvador-, que por tres veces libró a Egipto de agresivas invasiones, y que consiguió que una civilización milenaria pero moribunda renaciese con vigor y llegase hasta nosotros enriquecida con el nuevo y denso aporte helenístico.

Saludos y provechosas lecturas.

  • Tapa blanda (reforzada): 288 páginas
  • Idioma: Español
  • ISBN-10: 8488676654
  • ISBN-13: 978-8488676658

2 comentarios en “Ptolomeo I, Francis Fèvre

  1. «Al más fuerte», como gritó Alejandro en su último suspiro.
    Apasionante la reseña Tasos.Alejandro siempre reconoció a Ptolomeo como uno de sus grandes comandantes,por sus numerosas victorias en el campo de batalla.
    Hay una frase que tengo grabada a fuego,la lástima es que es ficción ya que pertenece a la peli de Oliver Stone sobre Alejandro.
    La frase es de Ptolomeo describiendo a Alejandro:
    «He conocido a grandes hombres,pero solo a un coloso».

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