Motín en la Bounty, John Boyne

Instalado en la cincuentena, con rango de capitán de navío, un puesto en el Consejo del Almirantazgo, una pierna de menos tras una batalla y disfrutando de los placeres de poder ver crecer a sus nietos, John Jacob Turnstile reúne fuerzas para cumplir la promesa que le hizo a una viejo amigo una década atrás y, así, lograr un anhelo de juventud siendo escritor, pero, para su tristeza, solo se ve capaz de reunir los recuerdos de su vida y no puede adentrarse en el mundo de la ficción. Aquel viejo amigo, el Sr. Zela, le recomendó que llevara al papel sus vivencias y así lo hace. Sin embargo, parece que le da pereza emborronar de tinta hojas y más hojas rememorando su larga carrera militar de la que pasó de paje a comandante por todo el escalafón. No, eso le llevaría demasiado tiempo y prefiere centrar su mirada en aquellos días (a los que siguieron meses) en los que, como un personaje dickensiano, se paseaba por las callejuelas de Porstmouth sin interesarle mucho el mar, debiendo cumplir su cuota diaria con el despreciable Sr. Lewis el cual se servía de él y otros de sus “hermanos” de día robando a los incautos y de carne de burdel para pederastas por la noche.

Turnstile decidió poner su ojo sobre el reloj de un caballero francés (el Sr. Zela) con el que mantuvo una conversación distendida sobre literatura, pero sus habilidosas manos no fueron tan prestas como de costumbre y fue descubierto “in fraganti”. El juicio fue muy rápido y se dictó sentencia condenatoria de un año de prisión para un preadolescente de finales del s. XVIII. El Sr. Zela, ante el potencial del chico y viendo una solución para los problemas de nuestro protagonista y para los de su amigo William Bligh, comandante de la HMS Bounty (que se había quedado sin paje), intercedió ante el juez para que el muchacho cumpliera su pena a bordo de un barco del Rey y de forma honrosa.

Así, el joven Turnstile acaba con sus huesos dentro de un monstruo de madera, hierro y cabos en el que todo el mundo está obsesionado con la jerarquía y parece disfrutar al saber que el último inscrito en el rol está en la posición más baja.

Tras pasarlo realmente mal en su habituación al mar, comienza a servir al teniente Bligh como paje. Siendo el último eslabón de la cadena es el que más cerca está de la cabeza, del comandante, un hombre rígido, pero que trataba con amabilidad a su sirviente, razón por la cual, Turnstile comienza a sentir algo nuevo en su interior llamado lealtad, aunque, durante casi todo el vieja hacia Otaheite (Tahití), en busca de los frutos del árbol del pan, solo traza planes de deserción.

Debido a su rango puede ver a una Bligh que adora al capitán Cook, su anterior comandante, al que trata de imitar en todos los aspectos, aunque en algunos no lo consigue. Así, emperrado en doblar el Cabo de Hornos, consigue que casi todos los oficiales estén en su contra y la marinería también. De esto se sirve Fletcher Christian, un galán uniformado y habituado al doble juego que terminaría en el motín tan famoso.

A través de estas memorias no solo vemos un fresco sobre las relaciones humanas en un lugar tendente al hacinamiento, también la evolución del personaje que entra en la madurez en todos los sentidos, sobre todo una vez que la nave arriba a Otaheite y la disciplina naval es prácticamente inexistente.

La isla es un paraíso y esto es algo que muchos no están dispuestos a renunciar, aún por encima de sus galones (algo que el propio Bligh no logra comprender ya que no se ajusta a su modo de entender el deber, la familia, etc.).

John Jacob termina admirando a su comandante y odiando a los oficiales Christian y Heywood, pero en su narración, pasadas unas décadas y a pesar de haber sido el protegido del comandante de la Bounty, aún siente cierto rencor hacia algunas de las acciones y omisiones de Bligh hacia su persona, como la no intervención para cesar su humillante ceremonia de paso del Ecuador, cuando permitió que los oficiales le desnudaran para reírse de su tatuaje en las nalgas, o cuando tuvo que zafarse de su novia isleña, Kaikala (con esa chica descubrió el amor, el sexo y el engaño), ante la mirada burlona  y carcajada general de toda la tripulación.

El libro se divide en cinco partes que reúnen el viaje, la estancia en Tahití, el motín, el penoso regreso y los años posteriores; y se pasa del detalle extremo en los primeros compases de la obra a la escasez en los últimos, lo cual no es que ofrezca a estas, podríamos llamar, memorias una certeza cuando se relatan casi cuarenta años después. Además de esto, la opinión del protagonista acerca de algunos personajes a lo largo de los capítulos parece sufrir variaciones, así que considero que no hay una coherencia en la narración en retrospectiva, pero esto no desmerece al conjunto. Asimismo, hubiera preferido algo más de información o relato al final ya que los años pasan como si fuesen granos de arena en un reloj, aunque es posible que sea un recurso literario para demostrar el cansancio del narrador, el cual que no llega a ser tan excepcional como el empleado a la hora de tratar la aventura de supervivencia en el bote tras el motín durante más de un mes rumbo a Timor, hacia la salvación.

Sin duda alguna, John Boyne trata de devolver, a través de la pluma del capitán Turnstile, a William Bligh al lugar que le corresponde al ser una figura algo maltratada de forma infundamentada, sentando las bases de una verdad con base bibliográfica sobre unos amotinados traidores que sólo querían, a fin de cuentas, una cosa de cuya descripción huelga comentario alguno.

La obra tiene un buen ritmo y está escrita de una forma que me asombró desde la primera cara. No he leído ningún libro de John Boyne antes de éste, ni siquiera el tan afamado “El niño del pijama de rayas”, así que lo que diga a continuación puede no ser desconocido para muchos de vosotros. No lo sé. Lo que me ha sorprendido, sobre todo por mis infructuosos intentos de abrirme paso en el mundo de la ficción novelada (sensación que se manifiesta también en otros campos), es la capacidad del autor de escribir y escribir sin llegar a moverse la escena tan solo un milímetro y, todo ello, sin dejar de atrapar fuertemente al lector. Sentimientos, descripción, etc. Magnífico.

Como ya he dicho en el párrafo anterior, no he leído el libro que ha concedido fama mundial a John Boyne, pero, en mi ejemplar, se han preocupado por indicar su autoría mediante una pegatina en el guardapolvo como reclamo comercial, algo que no me parece justo para el libro que estoy comentando. Por supuesto que habrá venido a ser un puntazo para la ventas, pero no considero que esta obra, que es muy buena, tenga que vivir a la sombra de intereses editoriales sobre todo cuando la temática de ambas obras (holocausto y naval) es tan dispar.

Lengua: CASTELLANO
ISBN: 78-84-9838-181-8
Nº Edición: Primera
Año de edición: 2008
Editorial: Salamandra
Plaza edición: Barcelona

9 comentarios en “Motín en la Bounty, John Boyne

  1. Yo leí hace mucho tiempo «El motín de la Bounty» de Nordoff y Hall editado por Edhasa y ha de decir que es un gran libro. Este que reseñas no lo he leído por que encontré bastantes críticas malas sobre él y también, lo reconozco, no me convenció como argumento de venta el haber sido el creador del boom del pijamita.
    Me alegro que al menos a usted le haya gustado Comandante.

  2. Bueno tampoco creo que sea un pastiche. A mi no me disgustó aunque reconozco que la obra de Nordoff y Hall ganan a ésta en profundidad sobre el tempa principal, siendo la trama central el motín, su preparación, ejecución y consecuencias.

  3. Sergio, creo que esta obra de Boyne se centra demasiado en la truculenta vida del pobre Turnstile, un intento algo morboso por atraer la atención del lector y convertirla en un hilo argumental que sobra y con un desenlace ridículo.
    Le salió bien la jugada en El Niño del Pijama a Rayas, ya que en general el tema era truculento de por sí, pero en una novela de este estilo creo que chirriaba descaradamente.

  4. Es una obra que se deja leer y que, personalmente, me ha aportado ideas de cómo desarrollar escenas de forma ordenada.

    El tema morboso sí, abusa demasiado de él y lo hace para que uno se sienta realmente incómodo.

    No es el mejor libro que haya leído nunca, pero tampoco desmerece la lectura lúdica.

    Gracias por vuestras palabras, espero traeros en el futuro reseñas de obras que os despierten mayor interés.

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