Los siete pilares de la sabiduría, de T. E. Lawrence

“La dignidad de un año –escribió en una ocasión el autor de este libro- se pierde en una conversación de cinco minutos”. Y no iba desencaminado Thomas Edward Lawrence, que en su vida agitada y corta (murió a los 47 años) había tenido que enfrentarse con la palabra y los hechos a una de las épocas más turbulentas de la historia: la guerra de 1914-1918, la caída de los grandes imperios y la partición de Oriente Medio, que tantos sufimientos y brutalidades han sembrado hasta nuestros días.

El coronel T.E. Lawrence; o Lawrence de Arabia, como lo llamó la prensa; o El-Urenzi, como lo llamaron los magníficos soldados beduinos que lucharon a sus órdenes contra los turcos (por lo demás buenos soldados, como pudieron comprobar los australianos en Gallipolli)… ¿Quién no recuerda la magnífica escena de la película de David Lean en la que Peter O’Toole, enorme como siempre, estrena su atuendo de jeque, con su capa blanca al estilo de Rodolfo Valentino, pasea por el desierto, y se topa de pronto con la escrutadora mirada de águila de Abdullah (Anthony Quinn), que le mira como diciendo “este pagano hijo de mil djinns debe ser el tío más loco del mundo o el más valiente de los que he conocido”? ¿Y cómo olvidar la escena en la que confiesa a sus superiores, a punto de derrumbarse, que disfruta matando? Aventurero genial, mad english prototípico (como Burton, Wingate, Gordon), farsante, agente provocador del colonialismo, homosexual vergonzante, sádico guerrero, “filósofo y mecánico”… Todo eso y más debió ser Lawrence, del que nos queda la leyenda y este libro alucinante que vengo a comentar aquí, Los siete pilares de la sabiduría.

Alucinante y extenso, y a ratos pesado, abrumador, lleno de divagaciones innecesarias, pero también de una prosa de raíces clásicas y de gran aliento, pues Lawrence procedía de la elitista raza de los historiadores de clásicas de Oxford, que lo mismo escribían sobre castillos cruzados que declamaban cantos enteros de la Eneida. La edición que yo tengo tiene cerca de 900 páginas y hay de todo: desde emboscadas, batallas y matanzas (Lawrence y sus jinetes no parecían conocer la Convención de Ginebra), hasta meditaciones filosóficas y políticas de alto voltaje; divagaciones sobre la historia de Arabia, de los pueblos nómadas que vivían en ellos (“una ininteligible nostalgia los había conducido al desierto”, escribió, seguramente pensando en él mismo), reflexiones racistas de funcionario colonial  (“los árabes podían ser tironeados de las ideas como de un ronzal; ya que la lealtad incondicional de sus mentes podía convertirlos en obedientes esclavos”) y más y más.

En un momento determinado, si se hace caso a sus comentarios, parece que Lawrence ganó él sólo la guerra en Oriente Medio, cuando no la Primera Guerra Mundial entera (“Damasco no me había parecido vaina para mi espada al desembarcar en Arabia”). Lo cierto es que el ejército árabe de Feisal y Lawrence ejerció una oportuna presión sobre la retaguardia otomana, distrayendo tropas muy necesarias en el teatro de operaciones principal, pero fueron los miles de soldados del Imperio al mando del mariscal Allenby, los que realmente vencieron a los turcos en Mesopotamia.

Lawrence supo construir su figura a la medida de los periodistas que buscaban héroes para la posguerra y de los políticos que le apoyaban, entre ellos Winston Churchill, con el que tantas cosas tenía en común. La desilusión que sufrió después de que Inglaterra y Francia decidieran en secreto el reparto de Oriente Medio, traicionando lo que habían prometido a los árabes, hizo que se apartara poco a poco de la vida pública, alistándose en la RAF, donde ocupó oscuros puestos en Inglaterra y la India. Un aciago día de mayo de 1935, la muerte salió al encuentro de su motocicleta Brough, en una pequeña carretera de Dorsetshire.

En 1926 Lawrence publicó una edición reducida del libro, llamada Rebelión en el desierto, que deja fuera todas las divagaciones y prolegómenos y se centra en las operaciones militares contra el ejército turco en la región Oeste y Norte de Oriente Medio (Aqaba, Sinaí y Palestina), entre junio de 1916 (mientras en Francia se combatía en el Somme) y septiembre de 1918, en medio de la debacle de los Imperios centrales. No obstante, si hay tiempo y ganas, yo recomiendo la versión completa para conocer al personaje y dejar que el ritmo lento de la escritura del libro lo invada a uno. Existe incluso la leyenda de que Lawrence se dejó olvidado el primer original en una cabina telefónica y al volver a buscarlo, como ya no estaba, volvió a escribirlo otra vez. Y los hay que aseguran que la segunda versión era mejor que la primera. No sé si la anécdota es real, pero es ideal para describir a  una de las personalidades más complejas, fascinantes y desconocidas del siglo XX.

Saludos y buenas lecturas.

Lengua: Castellano
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-96778-18-4
Editorial: Zeta
Año de edición: 2007
Plaza edición: BARCELONA

 

 

 

 

10 comentarios en “Los siete pilares de la sabiduría, de T. E. Lawrence

  1. Sin duda uno de los personajes más enigmáticos del siglo XX y del que poco se sabe. Es de esos personajes que se sabe que está ahí, que seguro que su estudio resulta de lo más interesante pero no se, como que siempre hay algo «mejor» que leer o que se va interponiendo. No se si os pasa a vosotros, a mí me pasa con algunos temas que me despiertan interés pero nunca termina uno de entrar. No sabía que había escrito un libro con sus propias aventuras, la excusa perfecta para entrar de una vez.

  2. Si que pasa desapercibido si, incluído aquí, 🙂

    Muy buena reseña Leiva, hace poco volví a ver la película David Lean, magnífica, rodada entre otras localizaciones en el desierto de Almería.

  3. Con reseñas así, ¿a quién no le despierta el interés?. Sinceramente la pelí la ví hace tanto que no me acuerdo, habrá que revisualizarla, eso sí, después de leer el libro.

  4. Gracias por los comentarios. El teatro de operaciones de Oriente Medio o el frente oriental de la Gran Guerra está muy abandonado, como ya se ha comentado aquí a propósito de la reseña de Capitán Conan, hace ya tiempo. Quizás lo más conocido sea la campaña de Gallipolli, Kut y para de contar. Por cierto que el librito de Osprey sobre Gallipolli, de Philip Haytohornwhite, uno de los autores clásicos de la editorial, es realmente bueno. La serie del Emden puede contribuir a llenar el vacío. De todas formas, Lawrence es un tipo peculiar en la guerra de 1914 como en un supermercado de Lon Ángeles. Éste es uno de sus principales atractivos. Ya no me enrollo más. A leerlo. Después, seguro que no podéis resistiros a ir a comer un cordero con arroz en un libanés o sirio que tengáis a mano, y si es posible con las manos.

  5. Ah, por cierto. En el You Tube hay un video en varias partes alucinante sobre la carga de la Caballería Ligera Australiana en Bersheeva. Muy espectacular. Y si alguno de vosotros va a Estambul, os animo a que vaya al museo militar, que es uno de los más bonitos que he visto y que incluye maquetas de los desembarcos de Gallipolli y, por supuesto, armas turcas, mongolas y europeas en gran cantidad.

  6. Hola Leiva, esta muy bien su reseña, pero veo que deja en el tíntero o por lo menos no lo menciona en la reseña, a un gran amigo de Lawrence, el Sr. Robert Graves, escritor británico, que se puede decir comenzo su andadura como escritor con: Lawrence and the Arabs, publicado en 1927. No hay que olvidarse de Graves, pues conoció a Lawrence, contó con sus notas, dispuso de los originales: «Rebelión en el desierto» y «Los siete pilares de la sabiduria»,etc. El libro que Graves , publicó en (1927), sesenta y cuatro años más tarde se publicó en castellano… ¡toda una pasada!. Si queremos tener una visión mas amplia sobre Lawrence, es necesario que conozcamos la «biografía» de Graves, sobre el personaje. Recomiendo la reedición: Lawrence y los árabes, editado por Península en 2006; es un libro excelente.
    Saludos.

  7. Hola, JF, no conozco el libro de Graves, tan sólo el de su sobrino, Richard P. Graves. Precisamente éste habla de que su tío conoció a T.E. en el All Souls College de Oxford y que en momentos de estrechez económica, Lawrence, al que le gustaba la amistad de los escritores y poetas -porque Graves fue, ante todo, un poeta, aunque en España se le conozca por Yo Claudio y otras novelas históricas-, le prestó ayuda. Observo que pone entre comillas la palabra biografía. ¿Se trata de un libro muy personal de Graves que va más allá del simple intento académico de poner por escrito una vida? Supongo que conoce al personaje -al de Robert Graves- y su capacidad para coger temas históricos y llevarlos con gran fuerza al presente, como en su especial versión de la Roma imperial en Claudio. Recuerdo que Graves dejó bien clara en algunas entrevistas lo útil que le fue su experiencia terrible en las trincheras de la guerra de 1914-1918 para recrear las batallas en Germania (de la misma forma, según creo, que Tolkien encontró inspiración en algunos de los más terribles poemas de Sasoon para su ejército de los muertos en El Señor de los Anillos). En fin, saludos y, una vez más, a ver si se anima a reseñar el libro de Graves.

  8. Gracias por sus ánimos, todo se andará; aunque mis preferencias y conocimientos se centran en particular en la Gran Guerra y en la época gloriosa del Imperio Español; mis derroteros son otros; el dibujo me apasiona en los cómics y atlas históricos, aderezado con buenos guiones, y por supuesto, con buena información en los atlas.
    Por otro lado, le comentaré, que el haber colocado las comillas en: «biografía», se debe a que Graves, pudo haber realizado un estudio histórico; sin embargo, escribió una obra modesta, sin erudición e historiográfico, -según declara en el prólogo- para él la historia «resulta tanto menos legible cuanto más histórica es». Por lo cual, es discutible, desde el punto historicista. A pesar de ello, el que se acerque a la obra de Graves, verá que literariamente es excelente.
    Por último, le animo a que se compre el libro de la editorial Península, disfrutara con su lectura, y mejor reseña que esa ninguna. Saludos.

  9. Lawrence podía sumar a sus dotes militares unas dotes literarias aún mayores. Me compré ese libro hace años creyendo que no sería capaz de terminarlo y me lo leí de un tirón. Lawrence era un personaje complejo y atormentado, que buscaba la gloria y cuando la tenía la rehuía (así por ejemplo se negó a que le nombraran Sir, creo).

    Hay anécdotas en el libro muy curiosas, como cuando vuelve de la toma de Aqaba vestido de beduino y cuando un sargento inglés le pregunta a qué cuerpo pertenece le responde con todo aplomo: «jefe de estado mayor del jerife de la Meca». Cuando el atonito sargento le responde que no reconoce el uniforme, Lawrence le contesta «reconoceria usted un husar de Montenegro?».

    Personalmente la que más me gustó fue ésta: Lawrence está explorando un tramo de via cuando se encuentra con un soldado turco, solo y desarmado. Lo apunta con su revolver. Tiene todos los motivos por odiarlo (pues los turcos le azotaron y violaron) pero guarda su arma. Al poco resulta que el turco tenía un rifle cerca, pero no le dispara tampoc, y ambos se alejan.

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