LAS CATILINARIAS, de Marco Tulio Cicerón (introducción, traducción y notas de Crescente López de Juan)
“En el año de su consulado (63 a.C.), CICERÓN (106-43 a.C.) tuvo que hacer frente a un intento de golpe de estado encabezado por Catilina. Creyendo cumplir con las obligaciones del cargo, pronunció contra el cabecilla de los conjurados cuatro discursos que tuvieron una influencia decisiva en la frustración del complot. Años más tarde, según la costumbre al uso y probablemente para justificar su actuación, los publicó como obra autónoma. Desde este momento las CATILINARIAS contribuyeron como ningún otro discurso a la fama de su autor, así como también a la del propio Catilina, y son todo un clásico de la oratoria política. El presente volumen ofrece una traducción a cargo de Crescente López de Juan, precedida de un prólogo con los datos del contexto histórico necesarios para comprender mejor los propios discursos”. (Sinopsis de la contraportada).
Este título me obliga a recordar una tarde en la que tuve que ser poseído por alguna clase de espíritu benefactor. Era el último día de mi Selectividad y pude hacer dos exámenes (Latín y Matemática) en una hora y media. El que más “miedo” me daba era el de las cuentas, ya que me aprobaron en el instituto; por el contrario, del de la lengua muerta solo me preocupaba el ejercicio de traducción de dos clásicos de las letras latinas a elegir entre Julio César (con su guerra en la Galia) y Marco Tulio Cicerón (con las Catilinarias). Todo el mundo corría hacia los brazos del César bajo la falsa creencia de que era mucho más fácil que enfrentarse a los discursos del cónsul. ¡Pobres ilusos! Y lo exclamo a los cuatro Vientos. Como siempre se me antojaron un tanto pedantes las crónicas de la Galia en tercera persona (en plan Aida Nizar, pero salvando las distancias), terminé por decidirme por Cicerón. No hay gloria sin riesgo y el riesgo fue mi mayor ventaja.
Pero, dejémonos de contar batallitas y centrémonos en esta obra traducida, introducida y anotada por Crescente López de Juan.
Se inicia este volumen con una extensa introducción histórica del hecho que originó esta obra cumbre de la Elocuencia, exponiéndonos -de forma somera, pero objetiva-, las biografías de los principales intervinientes, los motivos de la conjura y sus consecuencias. La, llamémosla (¿por qué no?), hazaña de haber abortado el golpe de estado que Catilina quería llevar a cabo, otorgó a Cicerón más fama y aún mayor reputación como guardián de la República, pero, como en todo, los minutos de gloria pasaron muy rápido y con el transcurrir de los años éste caería en desgracia. Los discursos no estaban redactados ex professo, como se nos presentaron tiempo después para acabar con la conjura, sino que el propio político los recogió en papel con el único fin de ser recordado y admirado por las generaciones futuras. Quería dejar algo más fuerte que un mausoleo de mármol que pudiera recoger sus restos. Quería dejar huella en la Memoria. Quería la inmortalidad.
Las Catilinarias se dividen en cuatro discursos, de los cuales, los dos primeros son los más importantes y carismáticos, en los que Cicerón se la juega literalmente. Los otros dos no tienen calado ni fuerza. Aunque claro, Cicerón, por muy cónsul que era y por mucha valentía y arrojo que mostrara al acusar a Catilina, se nota (y sobre esto el traductor incide continuamente por medio de sus anotaciones) que le falta justo lo mismo para juzgar y para decidir el castigo a imponer al traidor. Es más, le invita al exilio voluntario. Por mucho que se vanaglorie de ser un salvador de la Patria y de las más excelsas virtudes romanas y, aún más, de llamar a Catilina asesino, el temor a no tener todas las cartas a su favor es patente y no lo borra a pesar de escribir los dos primeros discursos cuatro años después del incidente (seguramente siguiendo una notas de guión y esquemas bien atesorados). No creo que a Cicerón se le pasara por alto, pero su fuerza inicial pasa a ser debilidad incontenida leída y analizada en frío.
Con sus palabras destapa la conjura, la erradica y expulsa a los malhechores de la Ciudad (más bien, hacen caso estos de la invitación pacífica del cónsul de “dejarnos en paz”). Lo último que deseaba era una guerra civil dentro de los propios muros de Roma. Salva la República con la toga y no con las armas (de lo cual se jacta).
Los dos últimos discursos, una vez que todo está más que probado ante el Senado y el Pueblo romano, continúan descendiendo internamente en la debilidad de la ambigüedad y Cicerón no llega a “mojarse” con la pena que hay que aplicar a los conjurados y lo deja todo en manos de otros. El miedo por pasar de ser un héroe de la República a un tirano es harto demostrable.
López de Juan, ayudado por una extensa bibliografía y conocimientos adquiridos con el paso de los años, nos ofrece los discursos con la fuerza que quería Cicerón al esgrimir la pluma. Cada uno de ellos está precedido de un esquema de estructura ideal para todos aquellos que nos queremos hacer valer de unos conocimientos casi olvidados a la hora de escribir, ya sea una reseña, ya sea un escrito dirigido a los Tribunales de Justicia, por ejemplo.
Es una obra de lectura necesaria para enriquecer el espíritu y la mente. Es una obra de una época en la que la política era un arte y no un burdel.
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 94-206-5952-5
Nº Edición: Primera
Año de edición: 2005
Editorial: ALIANZA EDITORIAL
Plaza edición: Madrid
Páginas: 150
» Es una obra de una época en la que la política era un arte y no un burdel.» , con esta frase me has convencido Comandante, así que me retiro a mi cámara a leerlo.
Yo, sin desmerecer la obra literaria de Cicerón (Garbancito para los amigos) y por supuesto la presente reseña, he de decir que los romanos fueron precisamente los que inventaron la política como burdel. No hay más que ver su historia, que deja al señor Bush y sus neocon en calzoncillos. Que en sus bellos y exquisitos textos Cicerón llame arte a las trapacerías que se cometían pertenece sin duda al particular cinismo de la época, cinismo que estaba tanto más afianzado cuanto que no había quien le llevara la contraria, pues todos mojaban de la misma salsa, claro. Aniquilaron cualquier oposición interna y externa a su poder y el Senado y posteriormente eñ rey (el Emperador, que no era más que un rey, por más tiricia que les diera llamarle así), gobernaron mediante el terror. Roma era el peor estado esclavista de la historia antigua, por lo menos hasta el siglo III dC; los partos eran una democracia representativa a su lado y los «bárbaros» los consideraban verdaderos animales cargados de cadenas y gente que no respetaba lo prometido jamás. Cicerón era uno de los máximos representantes de los «hombres nuevos» que se habían encumbrado tras la destrucción de Grecia (su comentario acerca de la destrucción de Corinto, fechoría que causó escándalo incluso en la época, fue que Corinto se había equivocado de bando). En cuanto al pobre Catilina, César y sus partidarios le vendieron por un plato de lentejas a los patricios y se quedaron tan anchos. No creo que haya existido una raza de depredadores, copiones y vagos más grande que los romanos, y para postre era tan buenos contándonos sus batallitas que nos hemos creído hasta la propaganda. Si ya los tiranos faraónicos tipo Constantino, Teodosio, etcétera, son terribles, aún da más grima la estirpe de los Julios, incluyendo al peor de todos, Augusto, que destruyó la poca libertad que quedaba en Italia e inauguró el régimen de poder personalista que tan buenos resultados dio… a unos pocos, claro. Dicho esto: ¡qué bien sabían mantener el orden y qué bonitos acueductos tenían!
palabras, palabras, palabras…..Hamlet.
Las Catilinarias siempre son interesantes, pero no podemos dejar de lado que suponen la perspectiva de uno de los bandos en liza. A fin de cuentas eran discursos destinados a ganarse al público y predisponerlo contra su rival, al que con veladas amenazas echará de Roma.
Estaba esperando a ver si alguien comentaba algo más; sobre todo aquellos que les gusta o están puestos en la historia de Roma; pero bueno… posiblemente se pueda hacer despues de mi comentario. Aunque creo que es un comentario generalizado (debido a que se ha generalizado), el cual iría mejor como comentario en una reseña que hablase de Roma y su historia en su conjunto :
Roma experimentó muchas diferentes clases de gobierno a lo largo de sus siglos: coaliciones de jefes patriarcales, monarquias, gobiernos aristocráticos en manos de familias de la nobleza, dictaduras y diferentes formas de gobiernos republicanos, en las que variaba el poder que se otorgaba a senadores, cónsules y triunviratos. En la última época el imperio estuvo plagado gobernado por emperadores. La historia política romana estuvo plagada de: odios, celos, intrigas y asesinatos, con muchos complots y conspiraciones generados por la fricción interna y las guerras externas.
Pero, lo anteriormente expuesto no es exclusivo de Roma.
¿Me queréis decir que gobieno de mundo más o menos, (incluido los llamados ‘democráticos’ a lo largo de su historia no ha tenido o ejecutado algo de eso?…
Roma es mucho más que todo eso: esclavitud, guerras, corrupción puentes, acueductos, etc., por cierto, (qué no se olvide, no se apuntado en sus ‘pecados’; Roma, también ejecutó la orden de matar a Jesucristo).
A Roma le debemos el idioma, sí, el latín, de ahí procede nuestra lengua como todos debemos saber; incluso, otro imperio mucho mas tarde, el Británico, le debe mucho a Roma y su cultura -incluido palabras muy ‘anglosajonas’ que proceden del latín-. Por extensión Europa le debe mucho a Roma.
Roma fue en muchos sentidos un crisol de razas, idiomas, culturas e ideas. El código romano surgió poco a poco del largo proceso político del imperio. Sus leyes definian los derechos y limitaciones del gobierno, los tribunales, y los magistrados, como el de la ciudadanía, para la protección de derechos, hasta las ciudades confederadas de Roma y colonias de imperio, podían tener muchas ventajas. También se podía comprar (no sólo vender) o heredar, de esa forma (no solamente con la guerra o esclavitud) se romanizaba otros territorios a fin de asegurar el control del imperio; otros imperios o pueblos, sólo lo hicieron con la espada.
Roma era tolerante con casi cualquier tipo de práctica religiosa (eso no pasaba con otros pueblos o culturas) siempre y cuando se adorase al emperador.
Sí, a Roma le debemos: Leyes, tradiciones, culturas, ideas, etc., que llegan hasta nuestros días. El Mundo Occidental, le debe mucho a Roma, sino hubiese existido Roma, no conoceríamos el mundo actual, tal cuál es…
Un saludo.
Quosque tandem abutere patientia nostra Catilina! Mas o menos quiere decir «Hasta cuando abusarás de nuestra paciencia, Catilina». Cicerón no era un bravucón tabernario al estilo de Marco Antonio pero como Cónsul electo de Roma hizo como Suárez el 23-F: enfrentarse cara a cara contra un tipo que no respetaba ningún tipo de ley y que había sido derrotado varias veces en las elecciones a Cónsul debido a lo siniestro que era. Leed el libro de Holland sobre el fin de la república romana. Y debe de haber un punto intermedio entre lo que dice Leiva y lo que dice JF; Hegel decía que la sociedad occidental es fruto de la filosofía griega, el derecho romano, la religión cristiana y el capitalismo protestante.
Estos libros están muy bien, por su contenido y apéndices así como por su precio.
Veo, Vicent, que has leído Anatomía de un instante, de Javier Cercas. Fantástico libro que merecería una reseña (suelto la sugerencia por si cae). En cuanto a Hegel, tenía razón, la sociedad occidental era una amalgama de todas esas cosas (y de Hegel también, porque antes de Hegel nadie había considerado de esa manera nuestros orígenes). Que los romanos fueron «padres» de la civilización occidental es un enunciado ideológico que, simplemente, se ajustaba a las ideas de dominación de las monarquías germánicas que invadieron el Imperio y a la Iglesia, por ejemplo al teólogo imperial Eusebio de Cesarea. A ello debe su éxito. Simplemente estuvieron allí en el momento apropiado, lo que no dice nada ni a su favor ni en contra. Como cada época inventa su genealogía, es baladí decir qué antecedentes tenemos: todos ellos nos han sido inculcados, en cierta forma. Efectivamente, si no hubiera existido Roma, el mundo no sería como es. Pero es que eso puede aplicarse también al Egipto antiguo o a la China Ming, porque las interrelaciones entre civilizaciones son complejas. Sin embargo yo creo que el cristianismo paulino y la Ilustración fueron mucho más importantes para la cultura europea que el legado romano. En ellos está la génesis de los derechos humanos actuales (con matices, claro), de la libertad de pensamiento, del ateismo (que es una idea europea original, al contrario que el monoteismo, que no es una invención cristiana) y del individualismo.
No sé si Catilina era más o menos siniestro que sus oponentes, aunque me imagino que sí. Lo que yo quería resaltar es que Garbancito no le iba a la zaga es manejos turbios. La diferencia es que escribió (bueno, tampoco tenía más cosas que hacer, salvo rascarse la espalda en los baños). Sobre la ideología romana recomiendo la parte dedicada a ellas de Historia de las ideologías, de François Châtelet, y cualquier cosa que podais encontrar de Paul Veyne. Desmienten y aclaran muchos tópicos que ya es hora que arrojemos al carro de los cadáveres.
Catilina probablemente no era más siniestro que muchos de su generación, a fin de cuentas hubo otros implicados de relevancia; tampoco Cicerón era inmaculado. El juego político en ese ocaso de la República había degenerado una pugna a diversos niveles entre distintas miembros de la aristocracia y los equites que creaba cosas curiosas como un homo novus vinculado a familias tradicionales y en cambio miembros de gens antiguos (Sergios, Claudios,…) agitando a las masas.
No estoy en disposición de elaborar una aritmética acerca de nuestros antecedentes culturales ( ¿exacta y cuantitativamente quien nos determinó mas a la cultura occidental actual de nuestros ancestros culturales?); se que yo me siento heredero de la cultura romana en cuanto a lenguaje, en cuanto a derecho y en cuanto a la pura identidad cultural. Hay un anécdota que se contaba del ministro franquista José Solis Ruíz; este era nativo de Cabra y fue un día a visitar un instituto, el director le explicó el programa de estudios y el ministro, al ver que había mas horas lectivas de latín que de gimnasia, le dijo al director:» ¿porqué es mas importante el latín que la gimnasia?». «Entre otras cosas -le respondió el director- porque si no fuera por el latín Ud. sería un cabrón en lugar de un egabrense.»
Y si, es cierto que César mató a un millón de galos y que el mismo César quemó la biblioteca de Alejandría pero también es verdad que los romanos crearon una red viaria que todavía hoy en día marca los caminos que comunican Europa.
Respecto a comparar a Catilina con Cicerón no se puede meter a todos los políticos romanos en un «totum revolutum», los había mas o menos corruptos y Catilina era de los peores. Cicerón era un parvenu acomplejado y algo pedante pero no estaba dispuesto a entrar en Roma a sangre y fuego tras haber perdido unas elecciones democráticas restringidas a Cónsul como eran las romanas (en Europa la democracia no dejó de ser censitaria hasta bien entrado el siglo XX).
Discrepo de algunos comentarios; pero no quiero hacer de ello: un ahora tú comentas, ahora yo comento ¡no!.
Solamente comentare lo siguiente:
El registro histórico de las iglesias de la Cristiandad en el campo de los (derechos humanos) no ha sido nada bueno todo lo contrario. La actitud de la cristiandad para con la propagación de los derechos humanos se muestra en dos acontecimientos históricos interesantes:
En 1215, los ingobernables barones ingleses obligaron al empobrecido rey Juan a firmar la Carta Magna. A ésta se le ha llamado la predecesora de los documentos modernos sobre los derechos humanos. Aunque las libertades que concedía la Carta adolecían de grandes limitaciones, a aquel documento se le consideraba un punto notable por el hecho de que puso al rey bajo dominio de la Ley.
La reacción del papa Inocencio III a el documento se encuentra registrada. Él dijo:
«Absolutamente rechazamos y condenamos este arreglo, y bajo amenaza de excomunión ordenamos que el rey no se atreva a cumplir con él y que los barones no requieran que se cumpla con él. Por medio de este instrumento declaramos que la carta es nula y que carece de toda validez para siempre.»
¡Patético!
Claro que la Carta Magna no quedaría en nada. Varias veces fue publicada de nuevo, y hasta la Iglesia Católica la usó cuando vio amenazados los derechos (de ella); sí, la Carta llegó a ser una fuerza en el desarrollo de Inglaterra y Norteamérica.
En 1524 ocurrió en Alemania lo que se conoce como «guerra de los campesinos». A semejanza de lo que pasó en Inglaterra, los humildes campesinos protestaron contra el constante aumento de impuestos y servicios que exigían los príncipes de Alemania. Lutero aconsejó a los campesinos que se rindieran . Cuando éstos rehusaron hacerlo, se informa que él aconsejó a los príncipes que los atacaran e hirieran como a «perros rabiosos». Los príncipes siguieron su consejo. ¡patético!
En muchas ocasiones la posición que la cristiandad adoptó contra lo que hoy día se llama «derechos humanos» se hizo violenta. La matanza que el protestante Cromwell perpetró contra católicos irlandeses, y la matanza despiadada de los hugonotes protestantes de Francia a manos de los católicos de ses nación son solamente dos ejemplos de la cruel intolerancia que se han manifestado para con los «derechos humanos» dentro de naciones dentro de la cristiandad.
Otros ejemplos son las sanguinarias cruzadas e inquisiciones; la carrera que optaron por seguir conquistadores españoles, ingleses, franceses, etc., con la bendición de sus lideres espirituales, participaron en actos de asesinato y saqueo en muchas partes del mundo. Y que no se nos olvide los miles y miles que fueron quemados y torturados durante la Edad Media, bajo acusación de brujos o brujas.
¡Patético!
Sí, a través de la época de la historia que he mencionado (y de otras épocas) los «derechos humanos» brillaban por su ausencia. Las fuerzas que debian haber trabajado para el mejoramiento del Hombre, como leyes del país o incluso las leyes de la Cristiandad, fueron ineficaces e incluso dañinas para la humanidad. A muchas clases se les privó de sus «derechos humanos», y las tendencias egoístas de los hombres impidieron que las clases hallaran alivio de la opresión.
¡Patético!.
Prefiero quedarme con el «derecho romano» y con Roma, aunque se le acuse de: ‘malvada’, corrupta y sanguinaria; a la época que he mencionado, época: hipócrita, sanguinaria y patética.
Bueno, he mencionado como digo un periodo de la historia, pero hay para más… incluso en épocas mas recientes. Mi interes es: el -no debate-… Hay veces que no se llega a nada (el género humano es el culpable).
Un saludo.
El problema es cuando ya intervienen las religiones. Se puede hablar de herencia del mundo antiguo griego y romano sobre todo y se puede hablar de revoluciones, ilustraciones, renacimientos y siempre se pueden sacar conclusiones más o menos demostrables y con un gran consenso pero, amigo mío, cuando ya intervienen las religiones eso es harina de otro costal y como dice JF, casi mejor dejar el tema por que entonces no terminaríamos nunca. Hoy día lo estamos viviendo todos, la religión como medio para llegar a un fín.
Creo que al final habláis de todo menos del libro de Cicerón.
Yo no he leido los discursos, pero sí La Conjura de Catilina de Salustio, y debo decir que Cicerón le echó muchas narices al asunto. No solo al desbaratar la conspiración, sino luego en ejecutar a los principales implicados sin juicio.
En las novelas de Colleen McCullough (que están bien escritas, pero son más cesaristas que César) quiere hacer creer que la conjura no era para tanto y que Cicerón hinchó el asunto para tener un consulado memorable. En el libro de Salustio se ve que la conspiración fue un asunto grave.
muy buena la historia me gusta y todos sus comentarios me sirvieron muxooo tenia q hacer una tarea de idima y sus comentarios me sirvieron de muxooo
He leído vuestros comentarios, todos respetables, por supuesto, y me he dicho: voy a contarles una experiencia personal (a modo de entretenimiento). No, yo no voy a valorar la cutura romana, aunque prefiero la griega. Me voy a limitar a exponeros una experiencia curiosa pero que tiene cierta relación con el tema que nos ocupa. Cuando oigo la expresión «catillinarias» mis recuerdos vuelan a los inicios de los años sesenta, a mi adolescencia. Yo estaba por entonces interno en los salesianos y el cura que nos daba latín nos hizo aprender de memoria y en latín la primera catilnaria. En aquel internado era muy frecuente que en las distintas charlas que nos daban nos recordaran cómo nuestro padre dirfector había salvado lla vida (era prácticamente un martir) durante la guerra civil contra las hordas marxistas haciéndose el muerto en una redada y cómo, gracias a muestro cudillo, España volvió a salvarse.
Un día vino de la capital el padre inspector para valorar nuestros progresos estudiantiles y nuestro profesor de latín nos hizo recitar a algunos, ante él, ese primer capítulo de las catilnarias en latín.
Años dsespués, cuando yo he recuperado mi autonomía de pensamiento, me he preguntado más de una vez: ¿Sabría aquel profesor de latín nuestro quién era Franco?
Un saludo afectuoso.
Esperaba que hablarais de Cicerón, de Catilina, de César o del Senado romano, pero he tenido que tragarme una cantidad de opiniones que poco tienen que ver con el texto y el contexto. Definitivamente ni los griegos, ni los romanos, ni el cristianismo pudieron civilizarnos y ayudarnos a pensar con algo más de racionalidad. Perdonad. Yo tambien aprendí algo de las catilinarias, de memoria y no vi ninguna relación con Franco, ni otras sandeces de ese tamaño.
De todos modos perdonad. La verdad es sempre un poco dura, aunque suele durar poco en quienes no se molestan por buscarla.