La vuelta al mundo en 80 días, Julio Verne

A pesar de su decrépito estado, de sus hojas amarillentas y de sus bordes pelados, resulta harto complicado desear deshacerse de una obra del genial Julio Verne. Es más, aparte de la belleza de la edición (aunque la portada diría yo que pertenece a “Cinco semanas en globo” (no lo he llegado a leer)), plagada de ilustraciones, es la primera novela cuyo recuerdo atesoro en mi mente y no es broma. Al igual que ya me sucediera con el libro de “Guía ilustrada de aviones espía y vehículos a control remoto”, me acuerdo del lugar donde fue adquirido por mis padre como obsequio para mi hermana. Estábamos en los soportales del pueblo que me vio nacer, Gernika, y debería ser una feria del libro de ocasión. Yo era muy niño y como estaba enganchado a la serie de dibujos animados de Sherlock Holmes (“Meitantei Holmes”), pues me emperré en llevarme también un ejemplar bajo el brazo, pero escrito por Arthur Conan Doyle (por ahí anda también).

No hace mucho reencontré este libro que forma parte de “Los viajes extraordinarios” (homenaje de Verne a Edgar Allan Poe con sus “Relatos extraordinarios”), lo cogí y, debido a que la tarde era de perros, me subí a la bicicleta estática y me puse a leer y a leer. Sin darme cuenta y gracias a la maravillosa prosa del nantesino, a los cortos capítulos y a la naturalidad de los hechos narrados con elementos técnicos, cuando quise parar un momento y descansar los ojos, ya había leído más de 100 páginas de las 221 con las que cuenta. Ya estaba en el capítulo XVII y en Singapur. Ameno, divertido y rociado por datos y curiosidades de todo el mundo, pero sin entrar al detalle y a la minucia ya que el tiempo no es que sobre.

Sí, es una obra maestra más que conocida, pero nunca está de más tratar su argumento, ¿verdad? Esta aventura comienza detallando al personaje principal de Phileas Fogg, un altivo miembro de la clase más que pudiente de Londres que no hace mucho más que ir a diario al Reform Club. Es un tipo reservado y con un horario preestablecido e inamovible. Después continuamos con Juan Picaporte,  su nuevo criado tras haber despedido al anterior, James Forster, por haberle calentado demasiado poco el agua para afeitarse (84º Fahrenheit en vez de 86º).  Picaporte está feliz porque, a pesar de lo peculiar que es su nuevo amo, piensa que va a ser un trabajo tranquilo ya que, como él dice para sí,  hasta los personajes del museo de cera de Madame Tussaud tienen más vida que Fogg. ¡Qué equivocado está Picaporte, ya que la tranquilidad pronto saltará por los aires!

En el Reform Club comienza una discusión a raíz de un artículo publicado en el Morning Chronicle en el  que se establece la posibilidad de dar la vuelta al mundo en ochenta días. El Sr. Fogg, firme defensor del progreso que absorbe al s. XIX (y siguiendo las ideas de su propio creador), establece la posibilidad de hacerlo y apuesta contra otros miembros la cantidad nada exigua de 20.000 £. De esta guisa parte junto a su sorprendido criado a la aventura y tan rápido que a éste último se le olvida apagar la lámpara de gas de su habitación.

Al mismo tiempo el Banco de Londres es atracado por una cantidad idéntica a la que porta Fogg para el viaje y las sospechas recaen muy pronto sobre él, pasando de ser un caballero a un ladrón sin la más mínima prueba de ello.

La trama se traslada directamente de Inglaterra a Brindisi (Italia), periodo de tiempo que las adaptaciones cinematográficas y televisivas de la obra se han preocupado y mucho de esclarecer a su manera (con mayor o menor fortuna). Este es el momento en el que se presenta el inspector Fix, el cual pondrá todas las trabas posibles a la parejade aventureros en su largo periplo. Todo sea para que el mandamiento de prisión le llegue a sus manos en territorio del Imperio británico (hará justo lo contrario cuando abandonen la colonia más oriental).

Mientras todo esto pasa nos encontramos viajando en vapores, en trenes ya sea en la India o en los Estados Unidos, en trineo y hasta en elefante. Rescataremos a la princesa Ouda de ser quemada en un templo pillaji, nos encontraremos con imprevistos ilógicos como líneas de ferrocarril sin terminar y la desaparición de Picaporte. Todo a un ritmo frenético pero armonioso en el que solo un  genio como Verne nos podría transportar por los lugares más exóticos, sintiéndonos como viajeros decimonónicos en pleno s. XXI.

La brevedad de los capítulos (cada uno con su ilustración) y la frescura de la prosa provoca un “hambre” que ha de ser saciado con la lectura de más hojas.

Un clásico entre los clásicos que no debería de faltar en ninguna casa.

Lengua: CASTELLANO
ISBN: 85-7561-039-0
Nº Edición: Primera
Traducción y adaptación: Manuel Giménez
Año de edición: 1985
Editorial: EDITORS SA
Plaza edición: Barcelona
Páginas: 221

10 comentarios en “La vuelta al mundo en 80 días, Julio Verne

  1. En efecto, es un libro de lo más entretenido, tanto que ninguna adaptación al cine puede alcanzar su ritmo ni hacerle justicia. Lo de la portada es lo de siempre, el que las elige no siempre es el que más sabe (hemos visto casos en verdad fatales), ya sabemos que de todos los medios de transporte disponibles, el globo es uno que Fogg no usa, en algún momento lo piensa pero lo descarta de inmediato.
    No puedo decir que es mi libro preferido de Verne, porque en realidad son varios los que me gustan, cada uno por distintos motivos, claro. Pero bien merece un lugar en mi memoria junto a «Miguel Strogoff», «Veinte mil leguas de viaje submarino», «Robur el conquistador», «Viaje al centro de la Tierra», «La isla misteriosa», y otros varios, incluyendo el romántico «Un boleto de Lotería» y las muy divertidas «Tribulaciones de un chino en China».
    (Algo si me extraña, no tengo el libro aquí en este momento, pero ilustrado y con 220 páginas, ¿no será una edición condensada?, me parece que era más largo…).
    Julio Verne es grande.

  2. El común de la gente (casi la mayoría, se diría) cree que Julio Verne «inventó» las cosas que describía, pero lo que hizo el autor en realidad fue tomar los adelantos de la ciencia de su época y convertirlos imaginariamente, en artículos de uso común y cotidiano. Por ejemplo, el submarino ya había sido inventado hace rato, pero estaba lejos de ser algo seguro y práctico, Verne lo tomó y lo convirtió en la maravilla que era el Nautilus del capitán Nemo.
    Respecto de «La vuelta al mundo en 80 días», leamos lo que dice J.J. Benitez en su entretenido libro «Yo, Julio Verne»:

    «¿Hay algo más sublime? ¡Y para qué vamos a hablar de La vuelta al mundo en ochenta días! ¿Julio Verne un «iluminado»? ¿Cómo pudo prever este loco semejante audacia? Los lectores me preguntan y se hacen cruces, perplejos ante mi «profecía». La verdad, como casi siempre, es mucho más elemental y terrestre. La idea surgió merced a mi pasión por los periódicos. Un buen día leí una noticia que me entusiasmó: ya era posible dar la vuelta al mundo en menos de tres meses. El artículo incluso me proporcionó el itinerario… Fueron suficientes algunos ligeros «retoques» y del anuncio turístico de la agencia Cook brotó una novela.»

    Muy interesante de leer también, para quienes gustamos de Verne, es «Viaje al centro del Verne desconocido», maravilla de sitio, una verdadera enciclopedia de lo verniano: http://jgverne.cmact.com/

  3. Gracias Ulises, desde luego un sitio web magnífico sobre Julio Verne.

    Lo de J.J. Benitez eso ya es otra cosa, yo de este hombre me creo muy pocas cosas de sus «teorías».

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