El Ejército Rojo (1939-1945)
El frente más decisivo de la Segunda Guerra Mundial, donde se dieron los combates más encarnizados, fue el frente oriental. Allí la más formidable máquina de combate de esa guerra, el Ejército soviético, primero contuvo y luego arrolló a la Wehrmacht. Los ivanes, los humildes soldados soviéticos, son los protagonistas de esta historia humana y militar (…) de un momento decisivo de la historia del siglo XX. (…) Contraportada.
Quizá sea el soldado soviético el más desconocido y a la vez el más mitificado de todos los combatientes de esa inmisericorde conflagración mundial que fue la Segunda Gran Guerra. La idiosincrasia del totalitario régimen stalinista y el halo glorificante posbélico, por un lado, y el oscurantismo producto de las tensiones de la Guerra Fría, por el otro, materializaron una difusa y confusa percepción del verdadero retrato y del papel desempeñado en campaña por el sencillo y sufrido soldado soviético de a pie.
Pues, desbrozar ese espeso monte es lo que pretende la historiadora especialista en la URSS, Catherine Merridale, profesora también en la Universidad de Bristol. ¡Y vaya si lo logra! Ha conseguido una síntesis muy completa gracias al exhaustivo estudio de documentación primaria -oficial, oficiosa y personal- y secundaria, además de entrevistar a cerca de doscientos veteranos y algún que otro civil.
En la Introducción ya se nos adelanta que “En total, el Ejército Rojo sería destruido y renovado al menos dos veces en el transcurso de esta guerra.” Luego en Marchando a paso revolucionario se nos presentan el panorama idealizado y la realidad sociopolítica de los años anteriores, incluyendo alusiones constantes a los duros y represivos momentos de la colectivización agraria y de las purgas. En El mundo entero en llamas la épica cinematográfica oficial dio paso a la cruda realidad de la desastrosa campaña finlandesa. Un botón de muestra; la tropa estaba tan mal preparada que ni sabía echar cuerpo a tierra cuando la artillería finesa bombardeaba.
Pero será en el verano del 41 cuando se comprobará que el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos –de mayoría étnica rusa y ucraniana- no es más que un coloso de cartón piedra y de tebeo, henchido de soflama política. Hasta que llegaron las primeras nevadas las pérdidas fueron aterradoras e imprecisas y no sólo por las balas y las capturas hitlerianas sino también por la represión disciplinaria más atroz sobre los cobardes, desertores, desorientados, exhaustos, derrotistas, colaboracionistas y cualquier sospechoso de toda índole. Esto se nos cuenta en Se cierne el desastre. En Guerra sucia se nos dice que el rechazo del enemigo ante Moscú, las atrocidades de los nazis, los partisanos y “la defensa de la Madre patria” (o cómo ir del internacionalismo al nacionalismo) permitían atisbar al menos cierto cambio de actitud en el combatiente.
Lo que hemos leído hasta ahora se puede resumir en cuatro sustantivos: sorpresa y conmoción, sufrimiento y muerte…
Ese segundo verano de la guerra “no ofreció ni la victoria ni la esperanza”, sin embargo algo estaba cambiando como veremos en Piedra a piedra: en julio llegó la Orden nº 227 de Stalin que se puede resumir en “¡Ni un paso atrás!”; de ella derivaron los batallones penales, la desesperación y más muerte y sufrimiento… Y la desconfianza del pueblo en sus fuerzas armadas.
Aunque de la desesperación surgió la determinación, pero ¿por arte de magia, por la inhumana disciplina? Según la autora varios elementos propiciaron la paulatina y leve mejora del Ejército Rojo aquel otoño: destituir a los oficiales incompetentes, apartar a los politrukí (comisarios políticos) de las decisiones militares, valorar el mérito y la profesionalidad -otorgando por ejemplo el título de “guardias” y los consiguientes beneficios materiales que ello conllevaba-, el restablecimiento en los Urales de la industria armamentística, la ayuda de EEUU “en préstamo y arriendo”, el cuidado del aspecto, el relevo generacional, el reclutamiento femenino, etc. Y a la par vendría el reto y la costosa victoria de Stalingrado, el mejor acicate hasta ahora.
En Una tierra devastada se muestra que tras los discretos progresos acaecidos sobre el territorio ocupado durante el invierno los ivanes descubren desolación y destrucción, sufrimiento y exterminio… Pero también contemplaremos el enorme éxito de Kursk y algunos aspectos de la vida cotidiana del iván.
Capítulo 7: ¡Bendita sea la fraternidad! Tres principios básicos postulaba el régimen de Stalin durante la guerra -¡y durante la paz!-:
- 1º – la vida humana casi no cuenta al lado de los intereses del Estado
- 2º – unidad inquebrantable de los ciudadanos frente al enemigo
- 3º – control total de la información
Para su cumplimiento en el frente y la retaguardia, se encontraba la temible NKVD y la siniestra SMERSh –acrónimo ruso de “muerte a los espías”. Los lazos de camaradería eran efímeros pero muy fuertes, si te dejaba la NKVD, y además se estaba creando una conciencia de grupo entre los frontovikí (los combatientes) frente al resto del ejército y la sociedad. ¡Ah! Y por supuesto con la recuperación de Ucrania y Crimea seguían devastación, sufrimiento y mortandad; los ajustes de cuentas, las represalias, la eliminación de colaboracionistas y “vlasovistas” o el reclutamiento forzoso de bandidos, nacionalistas o la limpieza étnica de minorías sospechosas (tártaros, chechenos…).
Con Júbilo, aflicción, sudor y sangre alcanzamos la minusvalorada pero trascendental “Operación Bragation” y sus cinco ataques a través de Bielorrusia. Ahora el soldado “rojo” sufría un sentimiento paradójico de adicción a la guerra y de repugnancia hacia la misma. La fatiga de combate asolaba las filas pero la sanidad militar no lo reconocía. Eran “hombres exhaustos, asustados y agresivos”. Pero es que para más inri las poblaciones del extremo occidental de la URSS eran hostiles a los nuevos amos bolcheviques. Por otra parte Stalin alentaba ya en mayo la superación de las antiguas fronteras animando a “la aventura” de ir más allá e instigando a la venganza “justificada” y al odio extremo hacia “la bestia fascista”. Y el primer escenario de experimentación se ubicaría en Rumanía y, en menor escala, en Polonia. Y es que para muchos cruzar la frontera semejaba a subir a la Luna, y toparse con el capitalismo confundió a otros tantos que se preguntaban “si el comunismo era tan bueno (…) ¿por qué aquellos campesinos vivían mucho mejor?”. De paso “el Padrecito” proseguía la limpieza étnica entre soviéticos, minimizaba “el caso judío” y favorecía una mayor “rusificación” de la Unión Soviética.
Y por fin llegó El despojo del cadáver, la hora del destrozo, la quema, el alcohol, la violación y la venganza, la hora de “la justicia natural”, la hora de los crímenes de guerra en suelo del Reich.; los ivanes “descargarán todas las frustraciones que habían acumulado” durante el conflicto y tras varias décadas de bestial represión interna. Y esto se daría inicialmente en Hungría y Prusia Oriental. Después en el camino a Berlín y en la propia capital. Hasta abril y mayo de ese 1945 no empezará a frenarse esa vorágine. También vendrá el lógico saqueo y el consiguiente botín.
Lo expuesto desde el 43 hasta aquí se podría resumir en otros cuatro vocablos: reacción y venganza, sufrimiento y muerte.
Y para finalizar Se envaina la vieja espada y Nada caerá en el olvido. Los frontovikí habían contactado con el capitalismo y habían visto y hecho demasiadas cosas que no debían contarse en casa, por eso Stalin los desmovilizó y disolvió enseguida y cuando pasó la euforia de la Victoria vinieron la decepción, la resignación, el inmovilismo político, la inadaptación, el ostracismo, la épica y el mito. Sostiene Merridale que para que nada quede en la desmemoria y la mitificación todavía habría mucho que rascar, escarbar y profundizar, pero, claro, cada vez quedan menos testigos y los documentos no siempre son sinceros.
¡Provechoso e imprescindible!
DATOS DEL LIBRO
- 15.0×23.0cm.
- Nº de páginas: 570 págs.
- Editorial: DEBATE
- Lengua: CASTELLANO
- Encuadernación: Tapa dura
- ISBN: 9788483066799
- Año edicón: 2007
- Plaza de edición: MADRID
lo tengo e s impactante
Gran reseña si señor Tasos, enhorabuena. Cómo decirte, es extensa y concisa a la vez. No quería que terminase,queda marcada la esencia del libro tocando los aspectos y pilares fundamentales, nada de irse por las ramas. Muy buena. El libro tiene miga, unas cuantas veces estuve a punto de cerrarlo para siempe jamás cuando lo leía, pero me resultó imposible dejarlo.
Como muy bien dices en tu epílogo a una completa y magnífica reseña: «provechoso e imprescindible». La obra de la genial Merridale es de inexcusable lectura para cualquier apasionado de la II Gerra Mundial y, en especial, del Frente Oriental. Por fín, alguien pone rostro y da voz a los desdichados «Ivanes» o «Frontovikí», usados primero como carne de cañón por Stalin y olvidados o – peor aún – represaliados en el Gulag al finalizar la «Gran Guerra Patria». A pesar de salvar el sistema la recompensa que recibieron fue el desprecio absoluto, cuando no la paranoica sospecha de traidores o filo-capitalistas.
Aprovecho para recomendar «La locura de Stalin: los 10 primeros días de la II Guerra Mundial en el Frente Oriental» de Constantine Pleshakov. Tanto esta obra como la que tan acertadamente reseñas Tasos, son objeto de recomendación en la contundente «Guerra Absoluta» de Chris Bellamy, obra que acabo de comenzar.
Saludos.
Sin duda la guerra del Frente Oriental es una de las peores que ha sufrido la humanidad.
La operación Bagration suele ser injustamente olvidada en favor de Normandía (que empezó con pocos días de diferencia, creo). Aunque fue la peor derrota de los alemanes en toda la guerra.
Es curioso comparar que, en 1814, cuando los rusos invadieron la Francia napoleónica, las granjas de los campesinos provocaban la misma sorpresa y admiración entre los oficiales rusos que en 1944 al entrar en Polonia. Al parecer vivían igual de encerrados en las dos épocas.
Muchas gracias a todos, amigos.
Luismi: ¿por qué estuviste a punto de cerrarlo en más de una ocasión; lo viste complaciente o crítico?
José Sebastián: ya nos contarás sobre el de Bellamy; lo he ojeado varias veces y me atrae pero más de 100 páginas de notas ¿no sé?
Roger: curiosa anécdota; primero el absolutismo zarista y luego el totalitarismo comunista… No, desde luego los rusos y demás pueblos no tuvieron mucha suerte en aquellas tierras.
Novedad sobre el tema muy interesante: http://www.kansaspress.ku.edu/reewhy.html, todavía en inglés. Y el de Jones publicado ahora en febrero promete mucho.
Hola, Tasos. Una reseña muy detallada. Tengo el libro pero no lo he leído. El de Bellamy sí lo he leído y es excelente, de lo más moderno sobre la guerra en Rusia. Da una visión global, con muchos aspectos poco tratados. Los mapas, por una vez, son muy completos y detallados, la prosa del autor es sucinta, clara y elegante.
Hay una frase terrible de Stalin que siempre me ha impresionado: «Hitler quiere una guerra de aniquilación: se la daremos».
Hola, Tasos. Te iba a contestar que «Guerra Absoluta» de Bellamy es, como la calificaba en el comentario anterior, contundente: por lo voluminoso y lo denso. Hasta el momento me está gustando, y mucho. Ha sido calificada como «la obra definitiva sobre el Frente Oriental». Desde luego que si Leiva lo califica de excelente no hay más que hablar. Me anima a seguir con su lectura.Desde luego que los mapas – talón de aquiles de muchas obras – no tienen desperdicio.
Magnífica reseña, como acostumbra mi amigo Tasos. Tengo el libro y me parece muy recomendable por su cercanía al soldado de a pie. Eso sí, por muchos libros que lea sobre el frente del este no me explico cómo habiendo sufrido el régimen de Stalin siguieron combatiendo para defenderlo.
He visto la batalla.
Creedme: he visto combates que no habría podido imaginar, ni aiquiera en sueños;
mientras un proyectil tras otro velaba de humo el montón de cadaveres
y el metal mellado dibujaba nuestros destinos con su garra:
todo lo destrozaba,
dibujaba negras nuebes de setas en el cielo.
Creedme, he visto los combates, he sentido su frío
cuando la muerte marchaba a nuestro lado
y recordaré esos combates para siempre;
cuando cierra las manos en torno de mi garganta
y me despierto de noche, indefenso,
como un bote atrapado en un remolino, incapaz de liberarse de su giro.
Pero ya no siento miedo.
He sobrevivido en las puertas del infierno:
he visto la batalla.
Mijail Borisov.
Poema con el que comienza el libro «El trasfondo humano de la guerra. Con el ejército soviético de Stalingrado a Berlín», de Michael Jones.
De nuevo muy agradecido a vosotros.
Leélo cuando puedas, Leiva, no te arrepentirás. Tú y José Sebastián me habéis convencido sobre el de Bellamy.
Davout: Stalin como tantos otros dictadores no estuvo solo, tenía muchos apoyos y también había muchos conformistas, engañados, ignorantes, trepas, aprovechados… NKVD, etc.
Ya nos dirás pero el de Jones yo creo que va a estar muy bien. ¿Qué os parece el de Reese, el del vínculo de más arriba? ¿saldrá en español?
Magnífica reseña de un libro que trata en profundidad un tema no demasiado accesible en castellano. Dentro de la 2GM todos sufrieron pero uno sufrieron mas que otros y los soldados soviéticos fueron de los que mas sufrieron puesto que estaban en medio de los dos grandes tiranos del siglo: Stalin y Hitler. Si caían prisioneros eran llevados a campos de concentración en Polonia y si eran rescatados Stalin los enviaba a Siberia por «cooperar con los fascistas y espias». Según los testimonios de los alemanes que los combatieron eran valientes y tenían tesón. Se ganaron fama de bestias y violadores por lo que hicieron en Alemania pero los moros que traían los franceses no eran menos «salvajes» en Italia o Alemania y los americanos no solían violar a las alemanas tan solo las compraban por cigarrillos. ¿se podrá conseguir este libro todavía en las librerías?
Muchas gracias, Vicent. Yo creo que rebuscando un poco si lo encontrarás, es de 2007.
Los ivanes, sobre todo los primeros años de la guerra, tenían una disyuntiva muy clara: una bala nazi en el pecho o una bala comunista en la espalda, ¡a elegir!
Saludos
Leí el libro hace ya unos años y es de esos trabajos que no se olvidan. Sencillamente me pareceió estupendo, de esos libros que hay que releer de nuevo. Me impactó tremendamente el número de bajas que sufrió el Ejército Rojo, seguramente más de 8’5 millones de soldados.
Merridale plasmó en el papel una frase que bien puede resumir este trabajo:
“El soldado soviético ganó la guerra a los alemanes, pero no ganó la libertad para Rusia”.
Desde luego da mucho que pensar.
Un saludo.