La gran estrategia de Felipe II, Geoffrey Parker

Aún con todos los mitos y exageraciones que siguen girando en torno a la «derrota de la Armada Invencible» (especialmente en la literatura de divulgación más ramplona, de la que hay que huir siempre), la guerra librada entre España e Inglaterra entre 1585 y 1588 sigue fascinando a todos cuantos se acercan a ella desde las más diversas ópticas. El enfrentamiento naval en el Canal de la Mancha en 1588 y el periplo de la Gran Armada alrededor de las Islas Británicas fue un episodio que dejó una marca indeleble en la historia del siglo XVI y los acontecimientos posteriores.

Como se ha hecho notar, la Armada no señaló el final del poderío naval español, ni mucho menos, y a pesar de las pérdidas sufridas durante la campaña (incluyendo algunos de los mejores comandantes navales españoles, pérdidas quizás más importantes que los navíos que se fueron a pique), los ingleses no obtuvieron un triunfo concluyente, algo característico de las guerras en la época –si recordamos lo poco aprovechado de la victoria de Lepanto- y quizás en todas las épocas. Pero a la larga, el proyecto hegemónico español en Europa quedó dañado, primero imperceptiblemente y luego, tras la muerte de Felipe II y la subida al trono de su incapaz sucesor, Felipe III, de manera más evidente, pese a que España siguió conservando su papel como potencia mundial hasta por lo menos mediados del siglo XVII. A pesar de que conservaba buena parte de sus bazas en el continente, como Napoleón en 1805, Felipe II no pudo acabar con su enemigo inglés o persuadirle para que le dejara las manos libres en el gobierno del mundo.

El fracaso de la Empresa de Inglaterra (bautizada así años antes por el embajador español en Inglaterra, Guerau de Espés, conspirador impenitente hasta ser expulsado tras participar en un plan para asesinar a la “Jezabel inglesa”) allanó también el camino para el desarrollo de la Inglaterra isabelina como potencia naval y dio una tregua a los enemigos protestantes de España, todo ello en un momento en que el enemigo tradicional de la Monarquía española, Francia, se encontraba más debilitado por las luchas religiosas entre católicos y protestantes (una lucha en que tanto Felipe II como Isabel habían participado, aportando cuantiosas sumas de dinero para financiar respectivamente a la Liga Católica de los Guisa y a los hugonotes de Enrique de Navarra, el futuro y campanudo Enrique IV). Invocar el fracaso de la Contraarmada de Drake años después como una especie de bálsamo o revancha para la derrota de la Armada es justo si se examinan solo los factores navales, pero poco más. Los corsarios ingleses no querían (ni podían, como es onvio) invadir España, ni Drake quería ser coronado rey; en cambio, Felipe II organizó la invasión de Inglaterra con el propósito inequívoco (y así lo indican sus instrucciones secretas a Álvaro de Bazán, marqués Santa Cruz y luego a Medina Sidonia) de apoderarse de Londres, forzar la renuncia de Isabel con ayuda del “partido catóico” inglés, elegir a un soberano de las islas (quizás él mismo) y, con la total aprobación del Papa, barrer la herejía protestante de Europa. En pocas palabras, como Imperio mundial, España tenía una estrategia que fracasó. Inglaterra no tenía ninguna y salió moderadamente indemne de su enfrentamiento con el coloso. No podía derrotarle porque carecía de la capacidad, aún a nivel local, para ello, pero podía desafiar su hegemonía ayudando, por ejemplo, a los holandeses, y eso lo hizo con notable eficacia, valiéndose de las debilidades de la posición española en los Países Bajos más que de la fuerza de sus medios (Leicester, comandante de las tropas inglesas en Holanda, no podía soñar en medirse con el mejor general de la época, Alejandro Farnesio).

En este libro excepcional, tanto por el gran estilo en el que está escrito como por la inmensa cantidad de información que proporciona al lector (no hay una sola afirmación, por lateral o secundaria que sea, que no esté apoyada por una base documental exhorbitante procedente de archivos españoles, ingleses y de otros países europeos), Parker proporciona al lector una guía para comprender detalladamente la forma en que Felipe II trabajó, gestionó y desarrolló su estrategia para gobernar el mayor imperio conocido hasta la fecha (el lema utilizado a veces por el rey, no Sufficit Orbis, “El mundo nunca es suciente”, acabaría en boca del héroe arquetípico británico, el pobre erotómano de James Bond).

El libro, pues, constituye una fuente inagotable de datos para cualquier estudioso y para los simples aficionados. Personalmente, es uno de los cuatro o cinco libros de Historia más agudos que he leído nunca y junto al de Mattingly sobre la Armada que ya reseñé en su día, uno de los mejores sobre la campaña de 1588. Ayudado por sus grandes conocimientos sobre la época, Parker se esfuerza por hacernos conocer los entresijos, la maquinaria y los procesos de control, mando y comunicaciones (C3) del Imperio español. Es literalmente como si estuviera narrando la forma en que SHAEF o el Pentágono organizan una operación conjunta contra un país y los medios con los que van a contar. Pero no se trata de una aburrida descripción de los barcos, los soldados o los cañones, sino de un análisis exhaustivo del trabajo de los ministros, los embajadores, los espías y los altos responsables militares del Imperio español, las dificultades a las que debían enfrentarse, la primera de las cuales, la distancia (“el gran enemigo de la época”, como decía Braudel) hacía que fuera extraordinariamente difícil y costoso idear y ejecutar una acción como la de la Gran Armada de 1588. Precisamente al examinar las peculiaridades de la guerra y la diplomacia en la segunda mitad del siglo XVI aparece más claramente la gran dificultad de la operación combinada de Medina Sidonia y de Farnesio contra Inglaterra.

La gran habilidad de Parker para conjuntar una rigurosa explicación histórica con una prosa brillante conforma al final un relato “homérico” (él mismo lo define así) del gran duelo entre Felipe II e Isabel I, el primero al frente del mayor Imperio de la Tierra, la segunda en una posición más que inestable al frente de una potencia emergente, enfrentada a una quiebra económica y a la amenaza interna de los rebeldes católicos instigados por España.

Parker trata tres cuestiones clave en su libro: ¿cuáles eran las prioridades estratégicas de Felipe II?¿cuáles son las prácticas y los prejuicios que influyeron en la toma de decisiones? Y por último, ¿qué factores externos afectaron a la consecución de sus objetivs? Para intentar responder a estas preguntas, Parker realiza un análisis en tres partes. En la primera, se pasa revista a la “cultura estratégica” del Imperio español: el sistema de gobierno de consejos,  la crisis causada por la sobrecarga de información y las montañas de papeleo que pasaban por el “escritorio del rey”, las prioridades estratégicas de Felipe y de los supuestos del día a día en el ejercicio de su mandato en un hombre dotado de un empecinamiento moral marmóreo y una capacidad de trabajo inagotable (pero también de un “impulso irrefrenable a entrometerse en todo”, como Hitler o Churchill). En la segunda sección, se analizan tres casos donde se desplegó la estrategia filipina: los Países Bajos desde (1555-1577), Escocia e Inglaterra (1558-1585), e Inglaterra (1585-88). La tercera parte del libro trata los errores que provocaron el fracaso de la estrategia española entre 1555 y 1588.

Felipe II no pudo alcanzar la mayoría de sus objetivos políticos y dejó a España más débil que cuando subió al trono. Sin embargo, el rey no fue el principal culpable de este resultado, aunque tan sólo treinta años después su muerte, Juan de Mariana le culpara de los males de España por su desmedida lujuria y ansia de poder. Las luchas religiosas y el fanatismo restringieron notablemente su libertad de maniobra y bloquearon una de las principales bazas de la política de los Habsburgo, el acuerdo diplomático. Estas dificultades afectaron también a todas las demás potencias de la época: Inglaterra no pudo apartarse del fantasma de la guerra civil hasta 1603 (y luego, cuando España se enfrentaba a su primer síntoma de decadencia, se enzarzó en una guerra hobbesiana entre el Rey y el Parlamento). Sin embargo, la dinastía española era débil y las preocupaciones sucesorias de Felipe marcaron su reinado. La continua supervisión por parte de Felipe de todos y cada uno de los asuntos del Imperio causaba confusión, parálisis y en más de una ocasión un solapamiento entre “atribuciones” que obstaculizaba la toma de decisiones. Cuando desaparecieron las grandes figuras del reinado, como Granvela o Alba –presentado aquí como un guerrero prudente, partidario de la negociación con Inglaterra-, “la mayor cabeza del mundo”, Felipe II, quedó a cargo de una montaña de asuntos que su frágil salud y su vacilante modo de gobierno no podían abarcar. “El carácter de Felipe II constituyó la máxima fuerza y la máxima debilidad de su Monarquía”.

Otro obstáculo para sus designios fue la serie de crisis financieras a las que tuvo que enfrentarse la economía española (cuatro decretos de quiebra emitidos durante el reinado de Felipe II en Castilla, que cargó con la mayor parte del esfuerzo, son prueba de ello). A pesar del oro del Nuevo Mundo, cuya infuencia en esta época era todavía moderada, el estado de guerra constante, el fenomenal gasto militar y los pagos de las deudas impidieron que Felipe II pudiera actuar con eficaciaen todos los teatros de operaciones donde sus ideas sobre el “imperialismo mesiánico” le conducían a proclamars defensor de Cristo contra turcos y protestantes. Mientras menguaban los recursos aumentaban los enemigos y eso no hay imperio que pueda soportarlo mucho tiempo.

Sin embargo, la invasión de Inglaterra (o mejor dicho, el conjunto de operaciones, a menudo solapadas y ciertamente confusas, que Felipe II emprendió aquel verano de 1588 contra Isabel I) estuvo a punto de tener éxito. Las operaciones en las Azores habían sido un completo éxito para España y, aunque son victorias que se olvidan con facilidad, constituyeron un modelo de rapidez y de eficacia estratégica en las que los españoles demostraron una gran pericia para dirigir con éxito operaciones combinadas según el modelo que se pensó luego aplicar en el Canal, pero que no tuvo éxito. Felipe II y sus asesores, entre ellos el eficaz y metódico Bernardino de Escalante, habían estudiado con meticulosidad todos los recovecos del plan, ayudados por una completa red de informadores y espías (entre los que se contaba el tragicómico embajador inglés en París, Stafford, cuñado nada menos que del lord almirante de Inglaterra). Pero finalmente, cuando la Armada zarpó hacia el Canal, sus enemigos estaban al tanto de sus intenciones (la Armada se convirtió en el “secreto peor guardado de Europa), habían tenido tiempo para tomar disposiciones defensivas relativamente eficaces, aunque las vacilaciones del rey también sirvieron para desorientar a los ingleses. Por su parte, Farnesio y Medina Sidonia no solo no se mantenían en contacto, algo virtualmente imposible si se tiene en cuenta las distancias, sino que también tenían ideas diferentes sobre la mejor manera de operar contra los ingleses. Con todo, según Parker, si el ejército de Farnesio hubiera conseguido desembarcar en Inglaterra, es más que probable que el ejército inglés, muchos de cuyos arcabuceros ni siquiera disponían de pólvora para una salva, se hubiera desecho ante el embate de los veteranos españoles. Pero Parma no pudo unirse a la flota. Entre tanto, ésta no pudo derrotar a la armada inglesa (la principal preocupación de Felipe como la de Hitler en 1940 era la de mantener a la Navy lejos del Canal) y, finalmente, el azar (la Fortuna, tan importante en el siglo XVI para los estadistas), se conjugó para inclinar la balanza a favor de los ingleses.

Un fino análisis estratégico sobre la política del siglo XVI. Recomendable para acabar con ciertos mitos y con versiones de miras estrechas.

Saludos y buenas lecturas.

Nº páginas: 568 pags
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa dura
ISBN: 9788420629025
Nº Edición:1ª Alianza Editorial
Año de edición:1998
Plaza edición: MADRID

26 comentarios en “La gran estrategia de Felipe II, Geoffrey Parker

  1. Buff. Me ha cortado la respiración. Soberbia reseña. Una verdadera lección de historia en pocas líneas. Simplemente una pegrunta, las cuestiones del presente libro se vuelven a abordar con cierto detalle en la reciente biografía de Felipe II, o es preciso acudir al libro reseñado.

  2. Gracias por los comentarios, aunque me han quedado algunas frases quilométricas que prácticamente hay que leer en dos tiempos. Intentaré corregir el estilo.
    J. Ignacio: aunque no he leído esta biografía de Felipe II, no creo que las cuestiones de «La estrategia…» sean tratadas con tanto detalle.

  3. Gran reseña leiva, sí señor, pero me surjen unas cuestiones.
    La guerra no termina en 1588 con la «»»derrota»»» de la Gran Armada sino en 1604 con tratado de paz favorable a España.
    Por otro lado, lo de que la «Empresa de Inglaterra» fue bautizada por Guerau de Espés, ¿lo dice el propio Parker en su libro o es cosa tuya? y me gustaría saber en qué documentación está basada esa afirmación, porque a mí me consta otra cosa. Gracias.

  4. La reseña muy buena, pero el autor del libro y sus comentarios o conclusiones no son los más imparciales en cuanto a la Empresa de Inglaterra.

    Permíteme brevemente algún que otro punto.

    Empezando por el final… «los ciertos mitos y versiones de miras estrechas» de las que hablas les aplica también a muchos hijos de la Gran Bretaña y otros «primos» anglosajones cuando se ponen a escribir sobre la «Armada Invencible».

    Tanto que se critica a Felipe II y su catolicismo… Isabel, no hay que olvidar que fue educada en el protestantismo «religiosa como un filósofo, a la manera de Erasmo». Bueno, Isabel I era una hipócrita y oportunista entre otras cosas. Durante los años que vivió a la sombra de su hermanastra aparentó un celo por la religión católica inusitado y se mantuvo alejada de los portestantes. Una vez en el trono (siguiendo las directrices de su padre) estableció una iglesia que estuviera exclusivamente a su servicio. Exigió a sus súbditos, bajo pena de muerte el «Juramento de supremacía» y aplicación de los «39 artículos». Se fijó la doctrina de la Iglesia Anglicana, una iglesia Nacional al servicio exclusivo de los monarcas
    ingleses… Isabel y su anglicanismo…

    Dices «bálsamo» los que se excusan con la Contraarmada. Bueno, pues las «Invencibles de Inglaterra» y los ataques al Imperio español también fueron estrepitosos fracasos (que pocos autores anglosajones, por no decir casi ninguno -tienen la valentía de escribrir como se debe-) silenciada por la historiografía británica.
    Hay autores como Geoffrey Regan (eso es bueno para el bálsamo del que hablas), que en su obra «Incompetencia militar» pone como un ejemplo de incopetencia a una «Invencible de Inglaterra» que fue enviada contra España… ¡eso es de agradecer!
    No olvidemos que si Felipe II envió a la Gran Armada no fue solo por la ayuda inglesa a los rebeldes de Flandes, sino también por la expediciones del pirata Drake…

    Bueno, no quiero extenderme más… solo un último comentario.
    Se dice que Isabel I tuvo hasta su muerte «un bello retrato de su frustrado novio, Felipe II de España».

    Un saludo.

  5. Hola, Teiter. Efectivamente, la guerra acabó en 1604, el libro habla de ello, claro, y de muchas cosas más, como es natural. En cuanto a la duda de la «empresa», pues Parker dice que es acuñada por Spes. Lo dice en la página 267, en la nota 29, cuando dice que Spes sacó clandestinamente desde su cautiverio un plan de altos vuelos para derribar a Isabel y sustituirla por María Estuardo, proyecto para el que acuñó la expresión «empresa de Inglaterra». El documento (cito textualmente la nota): «Consideraciones de Don Guerau de Espes sobre la frma que podría tener para la empresa de Inglaterra», Londre, 31 de mayo de 1569 (se trata del documento original, resumido en Calendar of State Paper, Spain, II, 157-158), etcétera». Los Calendars son una especie de Informes ingleses parecidos al Archivo General de Simancas.
    En cuanto a lo comentado por JF, hay varias cuestiones: Yo creo que Parker es un gran historiador, imparcial y justo. Léete el libro y lo verás.
    Si Isabel era una hipócrita o una bruja, yo ahí no entro, porque el poder es el poder. La Iglesia Anglicana, efectivamente, era un instrumento de la Corona británica. ¿Qué era la Iglesia Católica, una asociación de jugadores de mus?
    Existen libros sobre fracasos, etcétera, de los ingleses, escritos por ingleses e inglesas (María José Rodríguez-Salgado, sin ir más lejos, historiadora británica experta en la época) y que Parker cita abundantemente, porque si nosotros que no somos nadie, pobrecicos, en cuestiones de esta índole, sabemos que hubo fracasos por ambos bandos, no lo van a saber ellos que llevan toda la vida revolviendo en diez archivos de toda Europa para escribir estos libros.
    He leído el libro de Geoffrey Regan y me gustó mucho, y efectivamente habla de la catástrofe de Cádiz de 1604. Pero repito lo dicho en la reseña, los ingleses atacaron Cádiz para fastidiar, no para invadir España. Una operación de embergadura así solo podía plantearla un poder mundial como el de España, pero precisamente por eso, el fracaso de la Armada de 1588 es más significativo desde el punto de vista histórico que el de 1604. Ya sé que luego, en el siglo xviii hubo lo de Cartagena de Indias, pero eso pertenece a otra época. Ni eran ya la misma España o la misma Inglaterra. Comparar una cosa con otra equivaldría a decir que la batalla del río Guadalete fue vengada por la toma de Valencia por el Cid.
    Para los ingleses la derrota española de 1588 fue muy importante porque son una isla que siempre ha temido a las invasiones. Que manejaron muy bien la propaganda, de acuerdo, que faltan libros sobre desastres ingleses (si eso place a vuesas mercedes), pues que los traduzcan. Los hay muy interesantes, pero en inglés.

  6. Es falso el señalar que la Invencible era una flota de invasión mientras la inglesa no, si era una invasión en toda regla de Portugal.

    Reducir la Armada de 1589 a una incursión de saqueo al estilo de lo sucedido en Cadiz es en mi opinión un intento de maquillar el fracaso. No se trató de una acción de corsarios, a fin de cuentas gran parte de los recursos los pusieron sus gobiernos, lo que pasa es que había mucha inexperiencia.

    Los británicos y holandeses tenían también una estrategia para esa campaña, muy ambiciosa. Consistía en: destruir la flota española en el Cantábrico, invadir Portugal para instalar al Prior de Crato fomentando la rebelión y capturar las Azores para hacerse con el control del Atlántico (lo que hubiera amenazado el comercio con las colonias).

    Si lo hubieran logrado la situación mundial hubiera dado un giro enorme.

  7. Curioso eso que citas de Spes, de 1569, más aún cuando la opción de forzar el cambio de gobierno en Inglaterra se contempla por vez primera en 1583…
    Por lo demás, no sé si Parker será consciente y lo deja claro en su libro que para Felipe II la religión, su catolicismo, es un instrumento del que se sirvió para esta empresa, no el motivo. Le valió como excusa para que el Papa le diera financiación, para que muchos países no vieran la empresa con malos ojos, y para que buena parte de la población inglesa (y sobre todo los escoceses) le apoyaran.
    En cuanto a lo de «el secreto peor guardado de Europa», se decidió sacrificar el factor sorpresa a cambio de asegurarse una flota lo suficientemente completa como para tener ciertas garantías de que se podían hacer todas las tareas eficazmente. Farnesio propuso cruzar él mismo sus tercios con sus propios barcos de noche en una acción relámpago, pero eso dejaba en el aire el abastecimiento posterior del ejército. Deshechada esa opción, era evidente que sería imposible reunir una flota tan grande sin que levantara sospechas, y de eso ya eran conscientes el rey y sus consejeros.

  8. En cuanto a lo que dice APV es cierto: la operación de 1589 tenía un plan, no era solo una operación de corso. Aunque ya digo, el libro de Parker trata de la estrategia de Felipe II, no de la británica o la holandesa de 1589. Como se dice normalmente, cualquier error en la importancia de las invasiones es mío, no de Parker. Espero una reseña sobre la famosa invasión de 1589.

    El nombre de «empresa de Inglaterra»: El documento que cita Parker está ahí. En 1583, Santa Cruz propuso la invasión de Inglaterra con una flota, esto es, el embrión de donde salió la Armada. Pero Spes, que participó en el complot Ridolfi, no se refería a «empresa» como invasión, sino golpe de Estado.
    La religión: Parker no cree que Felipe II utilizara su catolicismo como instrumento. Antes al contrario, él era como rey de España, el instrumento de Dios en la Tierra.
    El papa puso muy poco dinero, aunque clamó mucho por que echaran a la Jezabel inglesa.
    Los católicos escoceses no hubieran apoyado a Felipe II si Isabel no hubiera sido protestante y aunque Felipe les hubiera prometido el oro y el moro (por lo menos la mayoría, claro, luego hay gente que se vende por cuatro chavos): el siglo XVI vio cómo la religión importaba más que la nación. En ese sentido la Armada está situada en el centro de una guerra por las conciencias que va más allá de la guerra de veinte años entre España e Inglaterra.
    Farnesio: tenía varios planes de invasión, ninguno de los cuales se aprobó y al final se combinaron los dos esquemas: armada desde España, ejército desde Flandes. Farnesio había reunido una flota de barcos de medio calado y disponía de 27.000 hombres (de los cuales, 6.000 eran soldados españoles, y el resto alemanes, valones, italianos, albaneses e irlandeses). En el libro se explica con todo detalle el trabajo de los zapadores españoles para ensanchar los canales y llevar por las vías fluviales los barcos hasta Dunkerque. No creo que intentara cruzar de noche y en todo caso sus pilotos le hubieran disuadido de tal cosa.
    El peor secreto: sí, es evidente que la concentración de la fuerza llamó la atención de todos. Sin embargo, los españoles intentaron mediante todos los procedimientos clásicos del espionaje (desinformación, engaño, etcétera) confundir a los ingleses, a los que en cierto modo se engañó hasta casi el final sobre el objetivo de la Armada.

  9. Creo que más de uno tendría que leer algo más… (no solo un servidor)

    En cuanto a Felipe II y los Papas…

    Hay historiadores británicos, Sir Charles Petrie o John Lynch que matizan que las relaciones entre el rey Felipe y la Iglesia fueron:

    «Durante siglos se ha creído que Felipe II era el brazo secular de la Contrarreforma… que siempre actuaba ligado estrechamente con el Pontifice de Roma, pero nada de eso es verdad»

    El cronista Cabrera de Córdoba dijo que:

    «los papas con los que trató decepcionaron casi siempre al rey»

    «Y es fuerte cosa -dice el rey- que por ver que yo sólo soy el que respeto a la Sede Apostólica, y con suma veneración mis reinos y procuro que hagan lo mismo los ajenos, en lugar de agradecérmelo como debían, se aprovechan de ello para quererme usurpar la autoridad que es tan conveniente y necesaria para el servicio de Dios y para el buen gobierno de lo que Él me ha encomendado… Y así podría ser que me forzaran a tomar nuevo camino no apartándome de lo que debo. Y os certifico que me traen muy cansado y cerca de acabárseme la paciencia por mucha que tengo. Otras muchas cosas quisiera y pudiera decir a este tono, pero es media noche y estoy muy cansado…»

    Si señor, la Leyenda Negra (no hay que dejarla en el tintero), prejuicios y demás historias por desgracia también esta presente…

  10. Ciertamente leiva falta más literatura sobre la «Empresa de España (o de Portugal)» pero la cuestión es que se disimula el fracaso pese a que los recursos en barcos y hombres fueron también enormes y la perspectiva estratégica británica excelente, pues de haberse cumplido todos los objetivos el resultado sería claro, una paz en 1590 muy desfavorable para España (quizás llegando a la situación de 1648 o 1668).

  11. Habrá que ver qué dice el libro. De todas formas, aunque es comprensible en un chascarrillo o en una conversación, eso de «la historia no es como se cuenta, sobre todo si la cuentan los ingleses», no parece demasiado serio en la presentación de un libro. No me imagino a Parker o a cualquier historiador serio permitiendo esas cosas por parte de la editorial. Imaginemos qué extrañeza sentiríamos si un historiador británico dijera «la historia no es como se cuenta, sobre todo si la cuentan los españoles». Ya lo descartaríamos de entrada. Apliquémonos primero a nosotros mismos la seriedad y la imparcialidad que, al parecer, pedimos a los otros.

  12. De acuerdo, pero la verdad es la que es. No hay casi nada sobre el tema, y menos en ingles…

    Es un tema interesante y poco tratado. A ver cuando se publica, porque no hay ninguna informacion por ahi.

  13. Por supuesto, cuanta más información haya, mejor. En inglés hay libros sobre el tema, no tantos como sobre la Armada de 1588, pero incluso en The Tudor Navy, una obra del siglo XIX y en varias biografías de Drake, hay cosas. Hay un libro publicado por la Diputación de Cádiz, de Usherwood. Yo te aconsejaría que si te interesa, busques los volúmenes de CODOIN donde se trata el tema. Creo que en Victorias por mar de los españoles también se trataba el tema, aunque hablo de oídas, porque no lo he leído. Y, claro, si el asunto te apasiona, que te hagas con los magníficos volúmenes de Batalla del Mar Océano, que es la documentación completa de la guerra hispano-inglesa.

  14. Efectivamente Leiva, en Victorias por mar de los españoles hay toda una parte del libro dedicado al tema:

    I Parte:

    El siglo XVI, de las Terceras a la guerra con Inglaterra

    .-Las Terceras
    .-Desembarcos españoles en las Islas Británicas (1578-1601)
    .-La «Invencible» inglesa de 1589
    .-La última expedición de Drake y Hawkins
    .-La paz con Inglaterra de 1604

    El libro entero no tiene desperdicio.
    Saludos.

  15. Exacto, y las operaciones en las Azores de Santa Cruz, son muy interesantes. Se puede consultar la web de Todo a babor, que es un gustazo en cuanto a diseño, datos y demás.

    Gracias por la información

  16. Densa y agradable reseña, Leiva, gracias.
    Inicilamente me llamó la atención la corta duración de esa guerra pero ya se ha aclarado -de 1585 a 1604-. Evidentemente fue una victoria pues todas las exigencias españolas se cumplieron en el acuerdo de paz con el rey Jacobo, pero ese dato es el que se suele ignorar incluso entre nuestros compatriotas.

    Inglaterra no conseguirá el dominio del mar hasta finalizadas las guerras napoleónicas, otro dato tergiversado y frecuentemente encubierto.

    Felipe II buscaría una conquista provisional en Inglaterra no la ocupación de la isla, creo yo, para poseer ventaja en las negociaciones de paz.

    «Las contrarmadas» pretenderían revancha, confusión, destrucción y tajada; indudablemente no podrían tratarse de «grandes estrategias» pues las protagonizaban potencias secundarias o emergentes.

    Ala, ya lo he dicho… 😉

  17. Tienes razón Tasos, sobre lo de las estrategias a corto plazo. En general, todas las estrategias en esa época lo eran, y eso cuando lo eran, porque, como dices, las estrategias eran solo aplicables a Imperios (España, por ejemplo).
    Parker analiza la estrategia filipina en múltiples aspectos. Por cierto, el libro es extraordinario no solo por el tema de la Armada, sino también por el de la guerra en los Países Bajos y la maquinaria del imperio (comunicaciones, cartografía, etcétera). Es una pena que no se haya dedicado una película a la expedición española a América para medir la longitud terrestre, o la cartografía de España realizada en la época de Felipe, que a mí me sugería una película en la línea de El sol del membrillo, de Víctor Erice.
    Finalmente, decir que en la época de la contrarmada, el asesinato de Enrique III de Francia cambió todo el panorama estratégico. Los franceses son un tercer elemento que a menudo se olvida. Mattingly y Parker aciertan al considerarlos parte de la trama.

    Saludos

  18. Que fuera unas potencias emergentes, en realidad eran bastante potentes para el nivel europeo existente, no quita que la estrategia no fuera meditada y «grande».
    Como ya he señalado el planteamiento era sólido y bien dirigida podría haber dado resultados decisivos que alteraran el equilibrio mundial.

    Respecto a Francia ciertamente la situación de esa nación no debe dejarse de lado.

  19. Leiva, te felicito por la reseña. Sobre el tema me gustaría que comentaras dos cosas que no leo en tu reseña ni en lo comentarios que se hacen a tu brillante descripción del contenido del libro.
    1. ¿Qué hay de cierto en que la muerte del Almirante Santa Cruz (el de Lepanto) y su sustitución por un inexperto marino como era el Duque de Medina Sidonia afectó al éxito del plan?
    2. ¿Es cierto que, al igual que el artillero Bonaparte antes de Trafalgar, se diseño un plan que por el tiempo y las distancias o la imprevisibilidad de las condiciones atmosféricas era inviable o impracticable?

    En tu último comentario hablas del «asesinato de Enrique III» pero ¿no sería el asesinato de Enrique IV?

  20. Hola, Vicent.

    Gracias por tus comentarios. Comienzo por lo más fácil. El que fue asesinado en 1589 fue Enrique III de Francia, por un fanático de la Liga. Enrique había ordenado la muerte del duque de Guisa en Blois. Si consultáis la Wikipedia francesa, veréis el extraño parecido entre Enrique de Guisa y Vicent Cassel. No sé cómo Patrice Chereau no explotó este parecido en La Reina Margot, en vez de poner a Miguel Bosé, que aún es peor actor que cantante. Bueno, a lo que íbamos… Entonces, el partido católico moderado quedó sin un sucesor digno y los hugonotes en cambio contaban con Enrique de Navarra, el futuro Enrique IV, que efectivamente también fue asesinado por otro fanático más tarde. Fanáticos había de sobras en la época. Creo que eso no decae en ningún momento de la historia de la Humanidad. En la historia de la Armada, lo que a mí me fascina, es precisamente ese escenario de crisis de las conciencias, de luchas religiosas entreveradas con las políticas. Te recomiendo el libro de Elliott, La Europa dividida, sobre el asunto.
    En cuanto a lo del pobre Medina Sidonia y su incompetencia, Parker es muy discreto en ese sentido. Medina Sidonia era hombre de secano, no era desde luego un guerrero del mar como Santa Cruz, que es el primero que recomienda al rey la organización de la Armada. Sin embargo, estaba asesorado por muy buenos marinos, vascos en su mayor parte: Recalde, Bertendona, etcétera, aunque había muchas envidias entre ellos, aunque no menos que las que puede haber en cualquier grupo humano. También había un Leiva (una vez más, como el defensor de Pavía, no son familia mía, que quede claro), al que pintó nada menos que el Greco. La empresa era complicada, con unos problemas de comunicaciones prácticamente insalvables, ya que había de coordinar al ejército de Flandes con una armada de 130 navíos sin teléfonos móviles ni nada de nada. El análisis del tempo de la operación en el libro de Parker es indicativo de lo difícil que era coordinar tal cosa. Pero que además los españoles no contaran con ningún puerto en el canal para resguardarse en el caso de que hiciera mal tiempo (y ese verano fue de muy mal tiempo) también era un problema central.
    Medina Sidonia era un hombre valiente y ponderado y dirigió la operación lo mejor que pudo. A los almirantes ingleses no se les ocurrió en ningún momento pensar que era tonto o torpe. La anécdota famosa de que Medina Sidonia se mareaba en el mar se debe a un error de traducción de un texto español al inglés, nada más. Sin embargo, es probable que Santa Cruz lo hubiera hecho mejor, pero era muy mayor cuando la armada se estaba formando.
    Una cosa en la que yo no había caído es que siempre creía que Medina-Sidonia era un viejo cuando dirigía la Armada, pero solo tenía 38 años. Drake tenía 45, pero no sé porqué se lo imagina uno más joven que a Medina-Sidonia.
    Los españoles tenían mucha experiencia naval y logística y Alejandro Farnesio era uno de los generales más talentosos de la época y probablemente el mejor táctico del momento. La descripción que hace Parker de la planificación, el empeño de los soldados y marinos españoles por alcanzar el objetivo (que estuvo a punto de realizarse) quita el hipo, no solo porque Parker es un escritor de primera línea, sino porque ama su objeto de estudio y es capaz de comunicar ese entusiasmo a los lectores. Y como historiador, Parker sabe que un asunto así no puede tratarse desde un solo punto de vista, hay muchos porqués. La Armada era desde el punto de vista operacional un asunto muy complicado. Estratégicamente era muy osada, probablemente una de las operaciones militares más osadas jamás emprendidas, junto con el plan Schlieffen, el ataque de Aníbal a Roma y el Día D (se aceptan sugerencias de más empresas arriesgadas). Dan ganas de escribir un libro en que la Armada sea vista desde ese prisma y Parker ya compone un retrato aproximado de eso que digo, otra de las grandes bazas del libro.
    Ya lo decía Moltke el Viejo: no hay plan militar que sobreviva al primer contacto con el enemigo. Y tanto Felipe II como el artillero Bonaparte en Trafalgar se enfrentaban a muchas fricciones e imprevistos que finalmente dieron al traste con su plan.

    En fin, espero haber respondido a lo que me preguntabas, a pesar de esta tendencia mía a enrollarme como una persiana.

    Saludos

  21. leiva, estoy aprendiendo mucho del tema a partir de esta reseña y los posteriores comentarios.
    Creo que hasta Gravelinas todo transcurrió de manera impecable, ¿crees que Bazán hubiera sido capaz de evitar de alguna forma la dispersión de la flota española como consecuencia del ataque con brulotes, y posteriormente llevar a éxito el cometido de la Armada?

  22. Me siento orgulloso de que el tema suscite tantos comentarios y que la gente aprenda. Sin embargo he de aclarar que yo soy un lector más, de ninguna manera un experto ni nada de nada. Por ejemplo, las puntualizaciones de APV han sido muy pertinentes, y estoy seguro de que otra gente podría aportar datos suculentos.
    Yo creo que Bazán hubiera hecho algo mejor su labor que Medina-Sidonia. No sé si hubiera triunfado la Armada con Bazán, eso no lo sabe nadie. Eso ya pertenece al «y si…». Ahora bien, lo que sí deja claro Parker es que, caso de haber desembarcado, Farnesio se hubiera hecho el primer emparedado con el ejército inglés, básicamente compuesto por milicias. Londres habría caído. ¿Qué habría pasado luego? Otra vez la incógnita.

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