Dentro de los Reportajes de Historia vamos a poder disfrutar de un apartado especial. Un apartado dedicado a recopilar testimonios históricos, testimonios contados de primera mano por sus protagonistas y que nos relaten situaciones extraordinarias dignas de ser transcritas para conociemiento de todos. Inauguramos esta sección con un documento que nos trae Shangri_La sobre la batalla de Narvik, extraído del libro «La conquista de los Fiordos Noruegos» de Georg von Hase y publicado en 1942, en plena guerra, y del que se extrae del propio capitán del Gneisenau la batalla naval en que éste navío y el Scharnhorst tuvieron contra la Royal Navy.
COMBATES EN ALTA MAR
El buque insignia durante las operaciones de Noruega.
Por el capitán de navío NETZBAND, Comandante del acorazado «GNEISENAU».
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Luce un cielo tachonado de estrellas cuando levamos. Como ya ha ocurrido tantas veces, hoy vuelve a volar el enemigo contra la Bahía Alemana. Por el número de los proyectores y de trazadoras, parece ser que el ataque es más fuerte que otros días. En Wangeroog hay un verdadero fuego de artificio. Treptow, por el contrario, queda en la oscuridad. El «Gneisenau» permanece amparado por las sombras y se escurre lentamente, corriente abajo, hacia el Mar del Norte. A la mañana siguiente se da a conocer la empresa, a grandes rasgos, a la tripulación, terminando, como siempre, con la canción «Marchamos contra Inglaterra», llevada por los altavoces hasta los últimos rincones, hasta a los serviolas. ¿Habrán comprendido la magnitud de la misión? Yo no puedo decirlo, pero siempre que hemos salido a cumplir alguna misión parecía todo el mundo cambiado, poniendo el alma en el servicio, incluso aquellos que generalmente adoraban la vagancia. De la misma manera marchaban esta vez los 1.800 hombres que formaban la dotación del barco. Esta vez cumplimos también nuestro deber.
Cuando habla el tambor hay que cerrar el pico.
Un espléndido día de sol ve marchar la formación hacia el Norte. El mar está tranquilo, la visibilidad es buena. Allá atrás, sobre la cubierta de los destructores, puede verse a los soldados de infantería tumbados cara al sol. Son tropas de montaña, procedentes de la Marca Oriental, que ven el mar por primera vez. ¿Qué me dijo ayer el comodoro Bonte? «Oye: llevo a bordo un general, de la montaña. Es una cosa seria de tío. Algo difícil de comprender su lenguaje primitivo, pero nos entendemos estupendamente. Tienes que conocerlo.» Pues bien, ya lo he conocido: en la parada de Drontheim, con ocasión del armisticio, desfiló una compañía de desembarco del «Gneisenau» ante el general Dietl, vencedor de Narvik, y el comandante del buque pudo darle la novedad. Entonces se quitó el general la gorra y, señalando el emblema: dos anclas cruzadas, dijo: «Sí, y qué bien nos hemos entendido. Sin Bonte y las tripulaciones de sus destructores, no hubiéramos podido resistir en Narvik. Allí he regalado mi emblema, mi edelweiss (1), a la Marina, y llevo a cambio sus anclas en mi gorra. Nunca hubo una colaboración tan excelente entre las diferentes Armas.»
Por la tarde se nubla el sol lentamente, apareciendo espuma en la parte Norte del Skager Rak. De pronto resuenan las campanas de alarma: aviones enemigos. Poco después, procedentes del Oeste, cruzan nuestro rumbo
(1) Emblema de las tropas de montaña alemanas.—(N. del T.)
12 bombarderos ingleses. Caen bombas, suenan los antiaéreos pesados, ladran las ametralladoras antiaéreas. Ha fracasado el ataque. ¿Resultado? Que podemos decir como los indios, al aparecer Cristóbal Colón en las costas del Nuevo Mundo: «Bueno, pues ya estamos descubiertos.» Dado nuestro número y nuestra potencia, es de suponer que se pondrá en movimiento toda la Flota inglesa. Hacia la media noche pasaremos por el freu Shetland-Noruega. Por lo tanto, hay que tener doble cuidado: que la noche no se ha hecho sólo para dormir… Desgraciadamente, se acaba también el buen tiempo; la fuerza del viento es 7 y el mar se encrespa; la visibilidad ha decrecido (claro que esto es favorable para la ruptura).
Hacia el amanecer hemos conseguido romper el cerco sin ser molestados, y pronto pasamos la punta noroeste de Noruega: Stadtlandet. Oprime mirar los destructores a la luz del amanecer; sumergidos en blanca espuma se balancean con la mar gruesa, conservando a duras penas su formación. Pero hay que mantener el andar para poder efectuar el desembarco en el momento ordenado, ya que la base de toda la empresa es la sorpresa. Un destructor comunica que, encontrándose dentro de un chubasco, ha tropezado con un destructor inglés que marchaba con rumbo contrarío, y que combate en estos momentos. Inmediatamente se envía a un crucero para apoyarle, comunicando éste poco después que ha hundido al inglés, recogiendo varios supervivientes.
Se sigue avanzando. La meta es Narvik. Se envía un crucero con sus correspondientes destructores a ocupar Drontheim.
El tiempo sigue empeorando. El viento ha rolado hacia el NW. Chubascos de agua y nieve barren las olas cubiertas de espuma, que a veces ocultan a los destructores. ¡Avante! ¡Avante! No hay retroceder que valga. Al caer la noche hemos alcanzado el fiord de Vest, es decir, el paso a Narvik, precisamente cuando la fuerza del viento se eleva a la intensidad 10.
Se da a los cruceros la orden de separarse y de marchar hacia Narvik de acuerdo con el plan trazado. Los destructores desaparecen de nuestra vista en medio de una tremenda tempestad de nieve.
Ahora han quedado solos los dos acorazados y marchan rumbo NW. con objeto de separarse de las Lofoden. Deberán proteger a las fuerzas navales que regresen de Narvik y Drontheim, una vez efectuados los desembarcos. El mar ataca ahora de frente, espoleado por un viento de intensidad 11. Los buques tienen que reducir la velocidad. Grandes olas barren sos cubiertas. La noche transcurre inacabable y desapacible. Hacia la madrugada aclara un tanto el tiempo: la nieve y el granizo se limitan a los rhubascos; aparecen las estrellas y sobre el horizonte, por el Norte y el Este, se extiende una faja de cielo despejado. Sólo por el Sur sigue el cielo achubascado. El oficial de derrota y el guardabanderas aprovechan la ocasión para determinar por estrellas la situación del buque. El jefe de vigilancia, primer oficial de artillería, con su chubasquero y su sueste, parece un viejo lobo de mar arrancado de un cuadro. Un oficial de guardia dice al comandante: «Dentro de media hora empezarán los nuestros a desembarcar en todas partes. Creo que es hora de que nos calentemos el estómago con un poco de café.» El comandante contesta: «Espere usted media hora; entonces veremos a una distancia de 25 kilómetros. Ya podemos colocar la artillería en la posición de día.»
En este momento avisa el serviola: «A babor, a popa, en un chubasco de nieve, aparece una sombra.» Todos los gemelos se dirigen hacia la dirección indicada, pero desde el puente no es posible ver nada. Mas, ¿no tiene eso el aspecto de un petrolero?
¡ Alarma!
Sí, una proa larga, superestructuras a popa. Ahora llega la orden de alarma de la flota. ¡No, qué demonio, si parece un barco del tipo Nelson! No es un inocente petrolero. Por consecuencia, se traslada el mando del buque al puesto de gobierno de proa; la guardia del puente de zafarrancho y los ordenanzas se ajetrean por doquier. Un chubasco oculta un instante al enemigo. Al mismo tiempo salen fogonazos de allí enfrente. Cuando el comandante llega al puesto de combate cae ya la primera salva a 300 metros de nosotros.
Inmediatamente contestan las piezas de 28 del «Gneisenau». El «Scharnhorst» no es molestado al principio por el enemigo, de manera que puede apoyarnos perfectamente con su artillería. Los fogonazos del enemigo se destacan de la oscuridad, recordando los faros de una locomotora. Llega uno a creer que ve hasta la recámara de los cañones. Exactamente a los cinco minutos de comenzar el fuego, el comandante observa con sus prismáticos un impacto en la proa del adversario, fácilmente visible por una nuebe negra de explosión. Inmediatamente comunica al director de tiro: «El fuego está bien dirigido. ¡Duro con él!»
¿Qué es eso? ¡No contesta! A esto no estamos acostumbrados. Esperemos. Nada de precipitación. Ya llega el parte: «Cesa la artillería de proa. La dirección del fuego la tiene el puesto de popa.» Bien, hombre; sigue el combate. ¡Pumba! suena el disparo de la batería. ¡Pumba! suenan las olas contra y sobre la proa. Así se desarrolla el primer combate de artillería, entre buques pesados, de esta guerra, interrumpido de vez en cuando por chubascos de nieve que restan la visibilidad. Y esto ocurre al mismo tiempo que se desarrollan las operaciones de desembarco en todos los puntos de la costa noruega.
El enemigo surge nuevamente de entre la espuma. Ahora se le reconoce es el crucero acorazado «Renown», con piezas del 38. Y el otro,donde está? ¿No era uno del tipo Nelson? ¿Confusión?
Vuelve a disparar nuestra artillería gruesa. Las salvas enemigas caen en nuestra proximidad. De pronto dirigen su fuego contra el «Scharn-horst». El «Gneisenau» se aproxima. De nuevo se interpone un chubasco de nieve y, cuando ha pasado, vemos que el adversario ha emprendido la huida. El Sr. Churchill dioe por la radio que lo siente mucho, pero que un impacto y la vía de agua que ha abierto obligaron al buque a abandonar el combate. ¿No le hemos hecho más daño, amiguito? Alto el fuego. Evacuación de heridos. Partes de novedades. Exactamente igual a como se efectúa en tiempos de paz, recorren el buque las preguntas y .as respuestas. Parte de bajas: un tiro largo, a través de la proa, ha causado seis muertos (dos oficiales y cuatro suboficiales y marinería) y i 1 heridos. Las averías son reducidas, casi todas a cargo del oleaje; veinticuatro horas después están todas reparadas.
El buque se ha comportado bien en todos los momentos y su dotación ha funcionado admirablemente.
Nuestros destructores están retenidos por la dura lucha en Narvik. Los dos acorazados permanecen en el Mar del Norte con objeto de proteger al grupo de Drontheim. Una vez que éste se ha reunido con nosotros, marchamos a casa, burlando el bloqueo inglés, conforme al plan previsto. Al pasar por el freu de Shetland nos descubren dos aviones enemigos, que mantienen contacto con nosotros. Vuelan fuera del alcance de nuestros antiaéreos, como mariposas alrededor de las flores. Bueno, pues los bombarderos no tardarán en llegar. Así es que ¡listos los an-aireos! Pero más rápida que el enemigo aparece una cortina de nubes que nos envuelven, a ellos y a nosotros, en una lluvia torrencial. ¡Adiós, ingleses! ¡Adiós, bombarderos! Las nubes siguen en el aire hasta que llegamos a la costa. El sol se pone, radiante, a nuestras espaldas.
La lucha prosigue, encarnizada, allá arriba, en Narvik. El inglés quiere, por lo menos, conseguir algún éxito de prestigio, ya que han fracasado sus planes de ocupación de Escandinavia. También hay que privarle de ese placer.
Los acorazados, cruceros y destructores, salen de nuevo en los primeros días de junio, con la misión de actuar por sorpresa contra el inglés, para descargar a nuestros camaradas en Narvik. Las condiciones son más favorables que en abril, puesto que tenemos a Noruega como base de operaciones. Ya no estamos en el aire, como entonces. Sólo que la cosa está algo dificultada porque falta la noche, falta la oscuridad protectora. Ha llegado la época de las noches claras. Ahora dura solamente una hora, y dentro de unos días no habrá noche allá arriba, ya que el sol se pasa varias semanas sin ponerse. Lo que entusiasma al turista en Noruega desagrada al marino durante la guerra, pues permanece veinticuatro horas diarias expuesto a los reconocimientos aéreos. Sin embargo, conseguimos pasar también esta vez a través del cerco inglés. Aparentemente, sin que ni siquiera se dé cuenta el enemigo.
Chocamos con el adversario en las primeras horas de la mañana. Se trata del petrolero «Oilpioneer» y del guardacostas «Júpiter». Nos acercamos a ellos a toda máquina. El jefe de la formación distribuye la concentración de fuegos: el «Gneisenau» se encarga del petrolero. Apenas se da la orden de «artillería secundaria, ¡fuego!», cuando da la primera salva en la popa del «Oilpioneer». Nube negra de explosión, incendio. Todos los proyectiles dan en el blanco, que arde. «¡Alto el fuego!» Mientras tanto ha sido hundido el guardacostas. Los destructores recogen los supervivientes y rematan al otro con un torpedo. Los cruceros y destructores se destacan de nosotros y emprenden operaciones aisladas, durante las cuales cazan al transporte «Orama».
Los dos acorazados prosiguen sus operaciones.
El serviola de proa canta la presencia de un palo militar poco antes de las diecisiete. Como la visibilidad es buena, puede calcularse que la distancia es de 35 a 40 kilómetros.
Vuelven a sonar las campanas de alarma. Vuelve a correr todo el mundo a su puesto de combate. Las órdenes llegan rápidas: «Lista la artillería. Listas las máquinas para «toda marcha». «Zafarrancho de combate.» La tensión es tremenda. ¿Qué será? El palo militar indica que debe tratarse de una unidad grande.
La formación se dirige hacia el palo militar y aumenta la velocidad. Pronto vemos que se trata de un portaviones. Este blanco es más apetitoso que el buque petrolero y el transporte. Ahora todo depende de la máquina y de la rápida actuación de la artillería. Porque el portaviones (se trata del «Glorious») puede hacer 30 millas por hora. Todos los minutos son preciosos. ¡Hemos de pillarlo antes de que él tenga sus máquinas listas y pueda escapar!
A la artillería: «El adversario es un portaviones. Hay que contar con ataques de aviones de bombardeo en picado.»
El «Gneisenau» abre el fuego contra el enemigo a las diecisiete veintiséis. Atacamos al primer destructor. Es el «Acasta». El «Scharnhorst» la emprende con el portaviones. Pronto, sin embargo, por un cambio de rumbo, queda el «Gneisenau» a la cabeza.
¡Máquinas a toda!
«¡Cambio de objetivo! ¡Al portaviones!» Distancia: más de 250 Hm. El «Glorious» huye de nosotros, a 30 nudos. Ahora es el momento. El segundo destructor lo cubre hábilmente con una cortina de humo, de manera que durante unos instantes desaparece de nuestra vista. La artillería secundaria «discute» entretanto con el primer destructor. Esto quiere decir que hay que tener cuidado, porque pueden aparecer torpedos. A las 17,56 «aterriza» una salva en la popa portaviones, sobre el cual se eleva una llamarada roja. Un minuto pues vuelve a quedar oculto por el humo.
El comandante comunica a todos los puestos: «El portaviones ha recibido un buen impacto, pero ha vuelto a desaparecer entre el humo. ¿Qué marcha tenemos?» Respuesta: «Todas las máquinas van a toda marcha. ¡Como nunca!» «¡Muy bien!» Nuestro buque se desliza como sobre ruedas, levantando enormes bigotes. La artillería secundaria sigue entedíéndose con los destructores.
A las 18,03 nos dispara el «Ardent» tres torpedos, obligándonos a perder tiempo con un movimiento para esquivarlos. Prosigue la caza.
A las 18,12 vuelve a ser visible el portaviones, siendo alcanzado de nuevo por el fuego de nuestros buques. Distancia: 240 hectómetros.
las 18,15 la niebla resta de nuevo la visibilidad.
las 18,25 vemos nuevamente al «Glorious». Ha cambiado de rumbo. La distancia se ha reducido a 200 hectómetros. Ahora lo barre un huracán de metralla y fuego. 15 minutos después, fuertemente inclinado a estribor, flota a la deriva. Por lo visto, no ha conseguido lanzar un solo avión, porque el aire está limpio por completo.
A las 18,42. Alto el fuego. Poco después se hunde el «Glorious».
Y ahora se desarrolla la lucha contra el «Ardent». El «Acasta» ha sido destruido ya por el «Scharnhorst». Esta lucha final es pesada, por que el destructor se comporta hábil y valientemente. Pero la artillería secundaria lo obliga a parar, colocándole a 150 hectómetros impacto tras impacto.
19,13. Se acabó el combate. Del comandante a la artillería: «¡Tres vivas a la Artillería!».
«Acasta» y «Ardent»… Sus antecesores no nos son desconocidos veinticuatro años acá, de la batalla de Jutlandia. Por casualidad, el comandante también luchó entonces contra un «Acasta», que fué puesto fuera de combate y hubo de abandonar la lucha, teniendo que ser remolcado hasta Inglaterra. El «Ardent», por el contrario, se hundió bajo el fuego del acorazado «Westfalen», durante el combate nocturno.
El combate ha durado menos de dos horas. Las máquinas y la artillería del «Gneisenau» han dado de sí todo lo posible. Y como «ha habido suertecilla», no hemos sufrido pérdidas.
Los dos acorazados, tiznados por el humo, emprenden la vuelta a Drontheim, para petrolear. Una vez efectuada esta operación, salen de nuevo con objeto de atacar a los transportes ingleses que se hallan en retirada, después de haber abandonado la empresa en Narvik. Avanzamos hasta muy al Norte, pero el mar está solitario, sin que se vea un solo buque enemigo sobre toda su superficie.
La portada del libro es mortal!!.
En algún sitio leí que esta acción naval no fue tanto mérito alemán como demérito inglés. Los ingleses no alcanzaron a ver todo el poder aeronaval que representaban sus aviones embarcados en el Glorious y reaccionaron mal y tarde y,…., así les fue.
No os comenté nada, pero esta iniciativa me parece extraordinaria, otro apartado más de valor añadido al blog, estupendo. El relato muy bueno, yo había leído algo al respecto pero no así, en primera persona y con la cronología de la batalla disparo a disparo.