El libro, ópera prima del autor, es una corta novela de aventuras marineras, ambientada en la España del siglo XVIII, en la que se nos narra las hazañas de un imaginario teniente de navío, Javier Serrano, que en el cumplimiento de una misión por el Mediterráneo se ve envuelto en una serie de percances, de los que sale triunfante, aunque bastante demediado, en cuanto a tripulación y barco, el jabeque (con aparejo de corbeta) San Juan.
Jorge D. Villar (Málaga, 1953) es marino y escritor; en sus comienzos fue capitán en la Mercante y en la actualidad, capitán de corbeta en la Armada, habiendo prestado diferentes servicios, en la división de operaciones y Arsenal de Cartagena, donde actualmente reside.
Interviene como personaje amigo del protagonista, el capitán de fragata Miguel Tacón, que sí es personaje histórico: Miguel Tacón y Foxá, (1775-1855), un llamativo y curioso oficial al mando de la fragata Santa Florentina. Conocemos también al almirante Tilly, personaje histórico real: Francisco Javier Everardo-Tilly y García de Paredes(1712-1795), afrancesado y con bastante mal genio; y algunos otros secundarios de ficción, Ginés, el dueño de las palomas mensajeras, el velero Pencho, el oficial de derrota Don Agustín, el nuevo grumete Agustinico, condestables, contramaestres y guardiamarinas, en fin, imaginarios –pero muy verosímiles- miembros de la tripulación que entre todos y bajo una dirección segura, hacen que un barco navegue. En general, los personajes aparecen sin que el autor nos ofrezca apenas datos de su historia personal y el origen de las relaciones entre ellos, lo cual se echa un poco en falta, para dar cierta profundidad psicológica y de carácter a los principales personajes, al menos.
El tono de la obra es simpático y no exento de toques humorísticos, a pesar de los momentos terribles y dramáticos de la batalla en el mar contra el corsario británico Defiance, y el encuentro con el arrasado patache argelino, el Luna, con su población cadáver. El ritmo es correcto, comienza ya con la acción como introducción y advertencia del clima general, tiene momentos de impasse entre los conflictos, y el desenlace indica que habrá continuación, aunque el libro puede leerse de modo independiente.
En cuanto al desarrollo de la obra, hay que destacar que se concentra en la acción, en general bien descrita, sobre todo la parte marinera, pero sin embargo resta importancia al marco histórico. No nos dice el autor en qué año estamos, pero por la vida del almirante Tilly, nombrado en 1790 capitán general del departamento de Cartagena, deducimos que corre la última década del dieciocho y que hace poco que reina Carlos IV. Sabemos que los británicos son enemigos, los franceses amigos –demasiado amigos- y que la política está dominada por un toque galo excesivo a juicio del protagonista, que apenas si sabe pronunciar algunas palabras en la lengua del país vecino. Aunque realmente, para el desarrollo de la acción no sea imprescindible, parece que la narración queda un tanto en la superficie de la historia. Por tanto, estamos ante una novela de aventuras de época, no propiamente una novela histórica.
La islita de Cabrera, de 16 km2, se utilizó, a partir de la victoria de Bailén en 1808, como prisión (en realidad, campo de concentración, ya que no había una prisión propiamente edificada) de los franceses apresados tras la batalla, a la espera de intercambiar con presos españoles. Anteriormente a esta fecha, con un pequeño castillo, un gobernador y una dotación, al parecer se usaba como prisión, para acoger a los deportados, excedentes del Castillo de Galeras, en Cartagena.
Los prisioneros de Cartagena con destino a Cabrera, llegan al jabeque San Juan en un estado lastimoso, por lo que les hacen pasar por una limpieza intensiva conforme van embarcando, siendo estrechamente vigilados por la tripulación para evitar conflictos. Todo ello nos lo narra detalladamente el autor, aunque en cierto modo, se olvida de ellos después, ya que llegan sin contratiempos y son entregados al Gobernador de la isla al desembarcar, para aumentar el número de los penados ya existentes, de los cuales tampoco se nos cuenta mucho, salvo que mataban el aburrimiento jugando a las cartas, ya que en la minúscula y deshabitada isla apenas había otra cosa qué hacer.
Una vez que el comandante Javier Serrano ha concluido su misión en la isla, se ve imposibilitado de volver a navegar puesto que el estado de su barco ha quedado muy maltrecho tras un ataque sorpresa en la misma rada donde estaba fondeado. Hubo de ingeniárselas para pedir ayuda, y esperar en la isla hasta su llegada, en la forma de la fragata Santa Florentina, comandada por su amigo el capitán de fragata Miguel Tacón, y que llega como agua de mayo. El retorno, con el jabeque remolcado por la fragata, está lleno de incidencias, encuentros violentos y luchas sangrientas, de las cuales el teniente Serrano habrá de dar parte a su llegada a Cartagena, llegada algo intempestiva a los ojos del almirante Tilly. Toda la campaña es ficción, pero completamente verosímil en el contexto.
Obra corta, de poco calado, más cerca del relato que de la novela, de lectura ágil y rápida, sin grandes pretensiones, entretiene y sobre todo, ilustra sobre la vida en un navío en la época en que la navegación dependía del viento y las velas, de las corrientes y de la pericia de los marinos. Al final se incluye un apartado de términos náuticos, muy útil. Un mapa de la isla hubiera sido oportuno, asimismo. La novela tiene su continuación en la segunda entrega, El Departamento de Cartagena, publicada en la misma editorial, en 2010.
Editorial: De Librum Tremens,
Madrid, 2008, 1ª edición
Encuadernación: Rústica con solapas
226 págs.
ISBN: 978-84-935790-0-5
Completa reseña Ariodante.Bueno por lo que comentas puede ser una buena lectura de veranito.
Es curioso el caso de la isla de Cabrera,ahora es un paraíso protegido,pero hace un par de siglos,después de la Batalla de Bailén se convirtió en un infierno para los soldados franceses y en una verguenza para los españoles,que haríamos bien también de recordarlo para descubrir que la barbarie del ser humano no entiende de banderas.
Os dejo un enlace buenísimo que explica lo que pasó:
http://tejiendoelmundo.wordpress.com/2009/03/25/paraisos-que-fueron-infiernos-la-isla-de-cabrera/
Por cierto,yo vivo en Cabrera de Mar.Puedo decir que mi pueblo es un paraíso de verdad,jejeje.