Conocer al enemigo, de Napoleón a Al-Qaeda
En cuestión de unos pocos meses, entre 2011 y 2012 la editorial Turner publicó dos títulos del historiador británico John Keegan, recientemente fallecido. No hace falta que me extienda sobre el currículo y la obra de Keegan, uno de los historiadores militares más populares de los últimos años, capaz de congeniar el rigor histórico con la amenidad en todos los temas. Hace un tiempo reseñé ya en este foro una de sus obras, quizás con la que más he disfrutado, Seis ejércitos en Normandía, y este que nos ocupa hoy tiene muchos puntos en común, tanto en lo referente a la estructura como en el propósito divulgativo, diferente de otras obras suyas en las que prima más el carácter ensayístico (La máscara del mando, por ejemplo).
Publicado en inglés en 2003, Inteligencia militar pretende, como escribe el propio Keegan en el prólogo del libro: “responder a una sencilla pregunta: ¿hasta qué punto es útil la inteligencia militar?”. La pregunta no tiene una fácil respuesta, especialmente cuando el tema despierta siempre tanto interés por su carácter extraño, sus muchos aspectos, incluyendo el del secreto, algo inseparable de la historia del espionaje. En definitiva: en el mundo de los espías es muy difícil separar el mito de la realidad. Lo que sí es innegable es que el espionaje, esto es, conocer al enemigo y sus intenciones lo mejor posible, es algo a lo que ningún estado, desde la China antigua hasta los Estados Unidos de la actualidad ha hecho ascos nunca. Y si hay un país que ha conseguido convertir la historia (pero todo: éxitos y fracasos) de sus servicios de información en parte de la leyenda, este ha sido Gran Bretaña. Los torturados personajes creados por John Le Carré (por cierto, qué espantosa versión de El topo, la protagonizada por Gary Oldman y compañía) son un ejemplo claro. Otro, no menos popular, la historia de la máquina alemana Enigma y de las prodigiosas batallas criptográficas libradas por los técnicos de Bletchley Park, que al parecer fue una de las armas decisivas de la Segunda Guerra Mundial.
Después de una introducción sobre el papel de la inteligencia en la guerra antigua, el libro está organizado en otros siete capítulos, cada uno de ellos tratando de una batalla, y una última reflexión sobre la inteligencia militar después de 1945 y la conclusión, en la que Keegan reflexiona sobre el valor de la información recogida por las agencias de espionaje. No desvelo las conclusiones finales porque así el lector podrá sacar las suyas propias. Las mías, desgraciadamente, son que para tan poco viaje no hacían falta tantas alforjas, o lo que es lo mismo, que las conclusiones a las que llega Keegan no son más que las que dicta el más esencial sentido común.
Las batallas tratadas en el libro son estas:
- Persiguiendo a Napoleón. Sobre la campaña de Nelson en el Mediterráneo antes de Abukir (o la guerra naval en la época de los grande navíos de vela).
- Stonewall Jackson en el valle del Shenandoah (la importancia de los mapas y de “jugar en casa”).
- Inteligencia inalámbrica (la campaña de los corsarios alemanes en el Pacífico y el Atlántico Sur en 1914).
- La máquina Enigma y Creta (la información previa sobre los alemanes no ayudó a Freyberg).
- Midway: ¿un triunfo solo de la inteligencia?
- La batalla del Atlántico y la inteligencia como uno de los muchos factores que ayudaron a los aliados a ganarla.
- La inteligencia humana y la batalla contra las bombas volantes alemanas.
Dicho esto, lo que nos podría atraer de un libro que no aporta nada realmente original sobre la materia sería, en todo caso, la gran capacidad de Keegan para narrar los encuentros bélicos. Esta es una cualidad que el autor ha probado en otros trabajos, de los que me declaro incondicional. Pero en este caso, las expectativas no se cumplen. Salvo en algunos pasajes, pocos la verdad, el libro no tiene la gracia ni la vena que poseen otros del mismo autor. Keegan ha armado un mamotreto que da la sensación de ser una recopilación de ensayos sueltos, con profundidad más o menos desigual, y en los que en general prima una confusión notable. Hay evidentes repeticiones y fragmentos bastante aburridos (yo soy capaz de tragarme docenas de páginas de datos, pero siempre que al final tenga sentido hacerlo para entender algo). Algunos de los capítulos son confusos, llenos de nombres que no conducen a nada y que, me temo, contienen errores geográficos (el del valle del Shenandoah es un ejemplo; yo francamente me quedé igual que estaba al comienzo del relato). El capítulo de la batalla de Creta no aporta absolutamente nada a lo que ya sabíamos (aunque no llega a ser tan patético como el relato de Anthony Beevor sobre el mismo asunto, una tomadura de pelo de calibre 210 mm). Yo calculo que de las quinientas páginas, el autor podría haberse ahorrado aproximadamente doscientas. Además, como habrá podido observar el lector, todos los encuentros bélicos seleccionados son de temática anglosajona, destinados especialmente al público británico y norteamericano. Me hubiera gustado por ejemplo leer algo sobre el papel de la inteligencia militar en la guerra de Independencia (hay pequeñas referencias, pero nada más), o que se hubiera hecho un esfuerzo para hablar de la guerra actual contra Al-Qaeda (ya que el título así lo prometía, supongo que como reclamo publicitario).
En resumen, un libro completamente prescindible.
Salud y buenas lecturas.
DATOS DEL LIBRO
- Nº de páginas: 464 págs.
- Encuadernación: Tapa blanda
- Editoral: TURNER
- Lengua: ESPAÑOL
- ISBN: 9788475067667
Bueno, aunque triste una crítica negativa irónicamente es de agradecer pues aligera la siempre demasiado larga lista de libros pendientes.
Gracia por su reseña.
Honradez intelectual acrisolada con esta crítica negativa del libro de Keegan aunque, como a tí, el de Normandía me pareció fascinante y un libro que me abrió un interés por los hechos que hasta ese momento no tenía.
Reseña de disuasión que se agrade mucho, Leiva; valoras el libro sin fustigar a un autor tan solvente como es Keegan y en cuanto al título quizás le falte un adjetivo calificativo, como apuntas al hecho: «Inteligencia militar anglosajona».
Gracias.
Bueno, gracias por los comentarios. Lo de «honradez intelectual», desde luego, me ha emocionado. Que conste que a veces uno no puede dejar de tirar para un lado, ser un poco partidista en determinadas cuestiones… Quizás en este libro me he pasado un poco al decir que era totalmente prescindible. No hay libro que lo sea y menos de Keegan. Pero siempre intento acabar con el latiguillo de resumen y es lo que tienen estos finales.
Por cierto, recomiendo el último libro de John Lukacs publicado en Turner, «Últimas voluntades», uno de los libros de reflexión más tristes que he leído jamás. Este sí que escrito por un auténtico maestro.