«…El Enano apartó un instante el ojo de la lente, se lo frotó, incrédulo, y volvió a mirar.
-¿Alguien puede decirme qué diantre es eso?
Y señaló hacia el valle con un dedo imperioso e imperial, el que había utilizado para señalar las Pirámides cuando aquello de los cuarenta siglos o en otro orden de cosas el catre a María Valewska. Todos los mariscales se apresuraron a mirar en aquella dirección, e inmediatamente brotó un coro de mondieus, sacrebleus y nomdedieus. Porque allí, bajo el humo y el estremecedor ronquido de las bombas rusas, entre los cadáveres que el flanco derecho había dejado atrás en el desorden de la retirada, en mitad del infierno desatado frente a Sbodonovo, un solitario, patético y enternecedor batallón con las guerreras azules de la infantería francesa de línea, avanzaba en buen orden, águila al viento y erizado de bayonetas, en línea recta hacia el enemigo.» Sigue leyendo