Hitlers Heerführer, Johannes Hürter

¿Qué es la historia militar? ¿Qué ámbitos debiera estudiar? ¿En qué medida la historia militar tradicional se ha quedado desfasada y, por otra parte, qué debemos, deben los historiadores, conservar de ese acervo? Afrontar el estudio de la historia militar desde un enfoque multidisciplinar y comparado es, según creo, una conquista ya irrenunciable, que no hace tanto que se ha conseguido.

No todo son progresos. Concretemos. En lo que a historia operativa se refiere, y más concretamente a la del frente del Este, la prácticamente totalidad de los estudios académicos publicados en los últimos años se han centrado casi exclusivamente en explicar y describir lo que pasó en la retaguardia. Acaso se haya apartado demasiado la vista del frente, donde realmente se jugaron los cuartos los ejércitos. Por obvio que parezca, el Johannes Hürter tiene que decirlo: La historia operativa de la guerra en el Este fue, por sus repercusiones a nivel mundial, una parte central de la Historia Universal, cuyo estudio no habría que dejar sólo y exclusivamente en manos de los militares y los autores populares.(p279) … El aspecto netamente militar está completamente olvidado. En vista de los crímenes que se cometieron parece incluso inoportuno hablar de él.(p351)

Johannes Hürter ha escrito un libro que, me parece, es una obra maestra. Se trata de un estudio biográfico de los 25 generales de Ejército y de Grupo de Ejército que participaron en la guerra del Este durante el primer año de campaña, de junio del 41 a junio del 42. El objetivo del autor ha sido analizar (buceando hasta sus primeros comienzos en la época guillermina, pasando por la 1GM, revoluciones, Weimar, dictadura y guerra) el papel que estos hombres jugaron en la perpetración de tantos crímenes de guerra como se cometieron en la URSS durante la guerra germano-soviética.

Bien podría pensarse en un estudio biográfico al uso, 25 biografías comparadas y empujadas por la cronología. Lo cierto es que el autor ha conseguido un agregado de estudio biográfico, estudio social, de las ideas, operativo-militar y de los crímenes de la Wehrmacht en la URSS que creo que responde a lo que se debiera pedir a un ensayo moderno, académico, de historia militar, dándole también a la historia operativa su justa importancia en la gran historia.

El libro está formalmente dividido en dos bloques: Antes de la Ostkrieg, y la Ostkrieg propiamente dicha. Hay una división más importante, aunque no explícita en el índice, que divide el libro en dos partes iguales, de unas 300 páginas cada una y que sintetizaría en: “El camino hacia los crímenes” , y “Los crímenes”.  La primera parte busca los motivos, las bases que pudieron dar pie a los horrendos crímenes en los que colaboraron, participaron e incluso exigieron los Truppenführer (con ese nombre se refiere Hürter a “sus” 25 generales estudiados).

Todos los oficiales estudiados nacieron en la época guillermina. Todos crecieron y se educaron con los valores de la casta de los oficiales, al más estilo prusiano. Un hecho característico de esta formación era la fuerte carga en el curriculum de contenidos sobre el mundo clásico, formación humanística e historia de la guerra. Pero el mundo avanzaba muy rápido. La obligación impuesta por el avance de la técnica y la división del trabajo que trajo aparejada, exigió cada vez más la figura del “especialista”. Aproximadamente el cambio de siglo trajo estos cambios en la formación de los oficiales. Cada vez se pedía menos el general con el perfil formativo de la amplia cultura, que desde Scharnhorst y sus sucesores se había impuesto. La subestimación de la necesidad de una formación más general … formó el germen de la deformación moral y política que la oficialidad sufrió en la 2GM (p60).

La Primera Guerra Mundial trajo muchos cambios. En contra de lo que Hitler comentó amargamente sobre sus “generales de salón”, dos tercios de los 25 generales estudiados combatieron en la primera línea de frente. En estos años se fraguan en los 25 generales muchos aspectos e ideas  importantes, por ejemplo: varios oficiales aprenden la que en el futuro será su especialidad, por la que brillarán en la Segunda Guerra Mundial. Respecto del mundo de las ideas, dos son extremadamente potentes e interesantes: la primera se refiere a la imagen que los alemanes se hicieron del enemigo en el Este. Por ejemplo, comenta Hürter que la gran popularidad de Hindenburg tras la victoria en Tannenberg contra los rusos, no se entiende sin el miedo cerval que los prusianos, especialmente los del Ostbietel o del este del Elba tenían a los rusos (p81). Fue en la Primera Guerra Mundial cuando empezó a pergeñarse la idea de que la guerra en el Este era cosa distinta a la del oeste. Es muy revelador descubrir que al final de la contienda, 11 oficiales prusianos ( de los 25) estaban en las fronteras del este, defendiendo Prusia, en muchos casos de forma irregular, en milicias: Falkenhorst, Guderian, Heinrici, Hoepner, Lindemann, Manstein, Model, Paulus, Reichenau, Reinhardt y Stülpnagel (p89). Hürter piensa que esto no es por casualidad: La conexión entre la imagen del enemigo y la “amenaza bolchevique del Este”, en ningún sitio se mostró tan claramente como en las luchas de los Freikorps en el Báltico inmediatamente después del fin de la 1GM.(p90). Guderian, por ejemplo, combatió como Oficial Ib (oficial responsable de la logística y aprovisionamiento de la división) de la “Eiserne Division”.

Y la segunda, a la vista de lo que había sido la Gran Guerra, tomó una fuerza imparable. Me refiero al concepto de “Guerra Total”,  que marcaría cómo serían las guerras futuras. Según este planteamiento, la próxima guerra necesitaría una implicación total y absoluta de todos los recursos de la nación, humanos y materiales, porque pondría en juego la existencia de un pueblo (Existenzkampf der Völker, p116); por eso precisamente todo estaría permitido. Como se vería en la Segunda Guerra,  las “Kriegsnotwendigkeiten” o necesidades de la guerra se impondrían sobre el  Derecho, las leyes adquirirían cada vez un tinte más amoral.  La brutalización en que se desembocó tanto en la guerra como en la política de ocupación, no fue un nacimiento súbito. Ya se había fraguado mucho antes de que se pegara el primer tiro de la 2GM (p116).

¿Qué posturas adoptaron, en general, los generales ante la Machtergreifung o llegada de Hitler a la cancillería del Reich en 1933 ? Entre practicamente todos reinó el acuerdo o la conformidad con este cambio en el gobierno. Al fin y al cabo, como pronto les quedaría claro por boca del Führer y por los acontecimientos en política exterior, Hitler garantizaba un gobierno fuerte, ideal para organizar una “Guerra Total”, que invertía masivamente en el rearme y la expansión, cumpliendo así con las expectativas militares y personales de los generales. Más que ser engañados, sucumbieron al éxito, incluso si no eran nazis (p155).

La campaña de Polonia o  kleine Ostkrieg y Francia.

Y comenzó la guerra. A los dos días de invadir Polonia, las declaraciones de guerra francesa y británica ya tiraban por la borda la ilusión de Hitler de mantener la guerra muy localizada. Y digo de Hitler, porque Hitler fue la fuerza motriz para atacar a Polonia, es decir, la decisión no partió de los oficiales, ni del OKH, sino que más bien estos se sometieron fuertemente a la voluntad del Führer (p176). En esta campaña hay luces y sombras en lo que al comportamiento de los Oberbefehlshaber o generales (en adelante OB)  estudiados se refiere. Es como buscar la cuadratura del círculo: Unas veces se pide mucha violencia, otras veces se pide contención,  promovida por una lado por la ideología y los prejuicios antieslavos, y cohibida por otro lado por, sobre todo, el miedo a que la tropa perdiera la disciplina (p192). En cualquier caso, y no se olvide el sobrenombre kleine Ostkrieg (pequeña guerra del Este), hubo más de lo primero que de lo segundo ( tengo por leer el siempre bien referido trabajo de Alexander B. Rossino sobre la campaña polaca, Hitler Strikes Poland: Blitzkrieg, Ideology, and Atrocity, Kansas University Press, 2003), verbigracia: la brutal la orden de Rundstedt para tomar Varsovia exigía “rücksichtlose Anwendung jeder Gewalt”, esto es, el uso de la violencia que fuese necesaria, y sin contemplaciones, además del uso de la aviación para bombardear la ciudad. Comenta Hürter que los argumentos de Rundstedt son característicos y reveladores de lo que pensaban los OB de la Wehrmacht y cómo hacer la guerra en el este, ya fuese Polonia, los Balcanes o la URSS. La “rücksichtlose Anwendung jeder Gewalt” como base para obtener  éxitos militares fue el lema de esta campaña, que no sólo persiguió los objetivos convencionales, sino también poner en marcha un programa racial” (p191).

Muchos de nuestros OB mostraron severas reservas frente a los planes de Hitler de invadir Francia. Aunque nunca las manifestaron más que de forma tangencial, en cartas a familiares o acaso en conversaciones entre ellos. En cualquier caso, el hecho de no mostrarse mínimamente unidos como para presentar las reservas que ellos consideraran al Führer, los hacía perder poder como grupo frente a Hitler. Y el éxito de Francia no hizo más que, si no empequeñecerlos, someterlos frente a la figura del Führer.

En la página 200 Hürter hace un receso a su brillante exposición, dando un vistazo a lo que ha tratado hasta el momento, para decir que: Así pues, las condiciones con que se encontró Hitler a principios de 1941 para emprender su campaña criminal en el Este eran bastante buenas: podía confiar en los generales: ya mayores, acreditados en su trabajo, con experiencia y en su mayoría conservadores. Aunque , por su procedencia y socialización eran gente de otros tiempos, con normas y valores distintos a los del nacionalsocialismo, vivieron los tiempos de la 1GM, guerras civiles posteriores y revoluciones, que favorecieron que mostraran una buena predisposición hacia las tareas que Hitler les encomendó. Las características principales de estos pilares fueron:

1) Estrechamiento de los pilares éticos: La educación del tiempo del Kaiser y la obligación de especializarse por las exigencias de la evolución militar favorecieron la exigencia de una creencia en la autoridad acrítica y una interpretación unilateral de los conceptos del “Deber y la obediencia”. La conciencia de los militares sobre sus responsabilidades políticas y morales todavía no estaba del todo destruidas, pero cedían ante la cada vez más predisposición a atenerse cada uno a su esfera de competencia.

2) Solidificación de la imagen del enemigo:Los resentimientos tradicionales contra los socialistas, eslavos y judíos, fueron más grandes después de la 1GM y de los tiempos de la posguerra.

3) Radicalización de la doctrina militar: La 1GM ya no fue una guerra de carácter limitado, sino que toda la población tuvo que luchar por su vida o muerte, Una guerra por la existencia total de un pueblo: “Not kennt kein Gebot”: Moralishce und Rechtliche Bedenken drohten hinter den “Kriegsnotwendigkeiten” zurückzutreten. “La emergencia no conoce ninguna exigencia: los preceptos morales y de derecho se supeditaban a las “Necesidades de la guerra””.

4) Inclinación hacia un estado totalitario: La totalitarización de la dirección de la guerra exigía la unidad de la nación. Crear una “Volksgemeinschaft” [o comunidad del pueblo, un pueblo educado en los mismo valores, y remando juntos hacia un objetivo común] como base para conseguir fuerza militar no era algo que los militares pensaban que la República de Weimar podría conseguir, sino un dictador fuerte.

5) Ampliación de los objetivos políticos: Los éxitos internos, pero sobre todo los de política exterior , de la dictadura, hicieron que cada vez se quisieran ampliar más los objetivos: Primero se pensaba en dejar atrás el tratado de Versalles, después la consecución de un estado alemán potente, y luego reinar sobre Europa, para lo cual haría falta tener Lebensraum o Espacio Vital en el Este.

Así pues, partiendo de estos 5 puntos y con las condiciones del momento, en principio Hitler renunció , acertadamente para sus intereses, a elegir a generales para su campaña en el Este atendiendo a razones políticas o ideológicas. Los que había le iban a  valer. Incluso gente crítica con Hitler como Hoepner, Leeb y Stülpnagel fueron útiles para sus planes en el Este. Hitler confió en esos generales. La pregunta en ese momento era: ¿Hasta qué punto estos generales se avendrían a los principios de guerra de exterminio que Hitler tenía pensado?

La guerra en la Unión Soviética

Hasta finales de marzo o principios de abril de 1941 no supieron el plan de Barbarroja todos nuestros generales. Tuvo que pasar el lapso diciembre’40-febrero’41 hasta que Hitler no empezó a hablarles sobre el aspecto ideológico de la guerra. Ya sólo las necesidades estrictamente militares no bastaban para poder justificar los objetivos de guerra que Hitler se había propuesto. En una reunión que Hitler tuvo con Jodl el 3 de marzo del 41  Hitler le comentó que ésta va a ser algo más que una guerra de armas (mehr als nur ein Kampf der Waffen). “Va a ser una confrontación entre dos Weltanschauungen, que no podrá ser librada tan sólo por el Heer. La Inteligentsia judeo-bolchevique tendrá que ser eliminada….”. Los generales supieron a qué tipo de guerra se iban a ir. Esto no significa que supieran que Auschwitz o Sobibor iban a ser una realidad. Y, al contrario de lo que pasó con la planificación de la campaña francesa, no hubo discusiones ni resistencias ante los planes megalómanos de Hitler. No sólo hay que ver en esta actitud de los generales el peso del éxito de las anteriores campañas. También refiere Hürter que los generales compartían con Hitler sus objetivos de guerra (Kriegsziele) y la imagen que tenía del enemigo (Feindbild)( p213). Y esto hacía más fácil convencerlos, como así fue, de organizar y desencadenar una guerra del “Sein oder Nichtsein” (Ser o no Ser).

Veamos qué dos huesos se tuvo que tragar el Heer que en otros tiempos hubiera sido impensable: Hürter se pregunta cómo es posible que el OKH y los generales pudieran mostrar, quizás con su silencio, acuerdo con el plan de Barbarroja, el cual después de las batallas de aniquilación en las fronteras, no tenía nada en claro. Tampoco hubiera sido posible en otro tiempo que la Wehrmacht hubiera asumido sin protestar  pérdida alguna de su monopolio de la violencia en su territorio de operaciones. Después de varias charlas entre Heydrich y Wagner, el 28 de abril de 1941 se emitió una orden del OKH sobre la “Regulación de la actividad de la Policía de Seguridad y del SD en unidades del Heer”. Con ella, se permitía el empleo de Sonderkommandos en el territorio de operaciones del Heer para llevar a cabo “actividades de seguridad, al margen de la tropa”.

Y no sólo permitió la Wehrmacht que le usurparan competencias en el terreno de la violencia. La gestión económica de los territorios pasó a manos del departamento de Economía de Göring.

Quizás algunos OB quedaron hasta aliviados al pensar que las tareas de eliminación de la Inteligentsia judeo-bolchevique quedarían sólo para los SS y la Policía. Pero Hitler también tenía pensado que el Heer tomara parte en su política de exterminio en el este. Cada vez más los OB se verían confrontados con órdenes criminales( p247), verbigracia: la Orden de los Comisarios y el Decreto de jurisdicción de guerra.

El siguiente capítulo lo dedica Hürter a hablar de las operaciones militares, el desempeño de los OB y el juego de poder que se estableció entre Hitler y el OKW por un lado, el Heeresleitung, personificado en Halder y el OKH por otro, y entre los generales, OB, o Truppenführer. Sobre todo el capítulo sobrevuela la tesis de que los OB nunca tuvieron una idea global de la guerra, limitándose a cumplir con sus deberes más inmediatos, los de su ejército o grupo de ejércitos. Esta postura en parte fue promovida por el OKH y Halder, que desde el principio buscaron una centralización total de la dirección de las operaciones. Curioso que el propio Halder persiguiera esto, horadando así la autoridad de los OB, cercenando su capacidad de decisión desde hacía mucho apoyada sobre el principio sagrado de Auftragstaktik. Los OB o Truppenführer plantaron cara a estas medidas, si acaso de forma individual, pero nunca a nivel colectivo, como una entidad. Esto les perjudicó y facilitó el trabajo a Halder. Pero oiga, ¿quién se benefició de todo esto realmente? Adolf Hitler, que cuando asumió el cargo de Jefe del Ejército alemán , dejado vacante por Brauchitsch, se encontró con todo el trabajo hecho, con un grupo de generales que habían perdido mucha parte de su capacidad decisoria y estaban preparados para convertirse en meros transmisores de órdenes. Todo este análisis es el que Hürter desarrolla mientras cuenta el devenir de las operaciones militares.

Moscú es el punto culminante del capítulo, y es donde todo esto anterior que he comentado toma forma real y palpable. Veamos cómo y por qué: en los primeros años tras la guerra, Halder y su pléyade de generales que trabajaron para el Foreign Military Studies americano, se esmeraron en explicar que la mayor parte de los desastres militares se debieron a la mano de Hitler. Explica Hürter que la directiva de Hitler del 8 de diciembre’41: “zu sofortiger Einstellung aller größeren Angriffsoperationen und zum übergang zur Verteidigung”  ( Suspensión de todas las grandes operaciones ofensivas y paso a la defensa) ¡¡es la primera directiva de Hitler en tres meses!!(p322). Esto no hace pensar que las intromisiones Hitler hubieran sido demasiadas, al menos en estos meses. En plena crisis durante la ofensiva soviética en diciembre de 1941 Hürter demuestra cómo Bock se sintió completa y absolutamente desbordado. Ante la situación “le pasa el muerto” a Hitler, cuando en una carta le dice que no sabe si es mejor aguantar o retroceder (p325). Eso es pedirle al Führer que intervenga. Igual hace Brauchitsch. Ambos capitulan ante la crisis. Normal que entre al tajo Hitler. Es decir, no hay que verlo como una intromisión furtiva. Es que se lo piden. Al fin y al cabo ocupa un puesto o lugar que los militares profesionales practicamente han dejado vacante. El 16 de diciembre Hitler larga a Brauchitsch y coge él mismo el mando (Oberbefehl über das Heer) del Heer. “Este paso espectacular, que al Führer y obersten Befehlshaber de la Wehrmacht ahora lo hacía Oberbefehlshaber del Heer, ni mucho menos se encontró con malestar entre los OB, incluso cuando ese puesto era piedra angular del proceder y competencia de esa élite. Lo OB se habían metido en un problema tan colosal, que vieron la entrada de Hitler como la última oportunidad de ser salvados.” (p326). Increíble. Así, un Guderian aliviado esperaba: que una acción rápida y enérgica de Hitler… sobre el demasiado burocratizado engranaje del Heer .. le haría bien(p326).

No me resisto a transcribir este texto tan elocuente y sencillamente expresado:  Las leyendas de posguerra contaron que los generales vieron muy mal el paso dado por Hitler, de ni un paso atrás. El OKH mostró en diciembre’41 desde el principio debilidad de mando y poca concepción general del escenario, mientras que tuvo que ser Hitler el que se mostró enérgico y dio el paso adelante. Con ese paso trajo orden en la defensa e impidió, también psicológicamente, la caída completa de todo el Heeresgruppe. Por supuesto que tuvo malas consecuencias a medio plazo: se perdió capacidad de reaccionar de forma flexible en situaciones parecidas. Una defensa flexible podría haber ahorrado algunas víctimas, pero lo que estaba más que claro era que hacía falta una dirección clara y segura para atajar el grave peligro que corrió la Wehrmacht. Y no fueron ni los OB ni el Heeresleitung los que tuvieron la templanza de tomas las riendas. (p327).

Pero la tormenta pasó. ¿Cuáles fueron las consecuencias? Muy importante fue que esta pequeña élite de generales cambió su peso específico dentro de la Wehrmacht. Ya antes de la crisis se había mermado la capacidad decisoria de los Truppenführer, pero después de Moscú, se cercenó por completo.

En esos dos meses de crisis militar, de los 16 generales, fueron sustituidos 10. Pero lo más importante fue que en  los cambios que Hitler hizo en el invierno de 1941 no entraron generales que no fueran de la casta. No había gente de las Waffen SS o de la Policía. Hitler seguía confiando en ellos, a pesar de la cantidad de veces que de ellos perjuró y los maldijo; y ellos siguieron cumpliendo con las exigencias del Führer. Veamos un ejemplo que demuestra que Hitler tenía las ideas claras en el sentido de que para ganar la guerra lo primero que tenía que hacer era confiar en la competencia militar de sus generales, y dejando lo ideológico a un lado: Cuando Leeb dejó el mando del GE Norte, lo más lógico hubiera sido que su sustituto hubiese sido Ernst Busch, un Frontkämpfer de los loados por Hitler, que sabía lo que era la guerra en la trinchera, y que además era un nacionalsocialista convencido. Sin embargo Hitler le dio al mando a Georg von Küchler. Con todo esto, Hürter resume que  no hubo una manipulación de las élites militares por parte de Hitler, ni falta que le hizo.(p349).

Los siguientes capítulos son los dedicados a los crímenes de guerra y la implicación de los generales en estos. El libro de Hürter fue publicado en 2007. Wehrmacht im Ostkrieg , de Christian Hartmann, reseñado anteriormente, salió a  la luz en 2010. Quién influyó sobre el qué y el cómo de la metodología a seguir para escribir sendos libros es algo que no sé. En cualquier caso, los dos pertenecen al proyecto del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich y Berlín, “La Wehrmacht en la dictadura nazi”, y la forma y enfoque de sus trabajos es muy parecida. En ambos se mezclan distintas disciplinas: sociología, historia, estadística, un empleo masivo de diarios y correspondencia de los generales… y ambos deslumbran por la brillantez de sus argumentos y por el impresionante y exhaustivo conocimiento que tienen de las fuentes y del estado de la historiografía en todos los puntos que tocan.

El primero de los capítulos dedicados a los crímenes de la Wehrmacht se titula Combatientes. Sobre todo se trata la medida en que los OB interpretaron el Decreto de jurisdicción de guerra y la orden de los comisarios. No hay muestras de resistencia por parte de los generales a estas órdenes cirminales. Más bien al contrario, hay algunos que incluso exigen más, por ejemplo, Reichenau. Una de las conclusiones, amén de la retahíla de casos de ejemplo de los generales, más importantes que Hürter arroja es que  Reichenau, Schmidt, Strauß…  ya fueran ideólogos, tecnócratas o tradicionalistas: ante el panorama del invierno del 41/42, se mostraron de acuerdo en que al enemigo había que tratarlo sin escrúpulos de ningún tipo, y sin tener para nada en cuenta el Derecho. Una vez superado el bache del invierno, se empiezan a escuchar voces que piden que se trate mejor a los combatientes enemigos(p375). Aunque no hay que llevarse a engaño. En realidad los generales que pidieron mejor trato para los combatientes enemigos no lo hacía por motivos ideológicos, sino más bien por motivos utilitaristas, es decir, si el soldado soviético sabía que le quedaba luchar o morir una vez cautivo, la opción que escogía estaba clara.

Con esto visitamos de nuevo el tema, la pregunta Intención vs Situación: Cuanto más se radicalizara la guerra, más parecía justificarse el hecho de que se pudiera recurrir a cualquier medio para ganarla. Este párrafo (p375) es magistral: El carácter ideológico de la guerra y las propias necesidades militares de la misma fueron los dos argumentos más importantes para llevarla a cabo de forma tan brutal como fuera necesaria… Debajo de este “mantel ideológico” se escondía un utilitarismo sin límites, y debajo de las consideraciones sobre “necesidades de guerra”, muchas veces un racismo radical. Al igual que en la estrategia de Hitler, Kalkül y Dogma (cálculo y dogma) estaban inextricablemente unidos. Esta desdichada alianza de dos hijos del siglo XIX – una cosmovisión muy inflexible (weltanschaulicher Rigurosität) y un pensamiento utilitarista tecnocrático- se hizo visible no sólo en ella retaguardia sino también en la primera línea de frente.

El siguiente ítem que toca es el referido a los prisioneros de guerra. El repaso historiográfico es muy parecido al que hace Hartmann. Más bien habría que decirlo a la inversa. En general los OB fueron insensibles ante los prisioneros de guerra soviéticos.  La sensibilidad  (humanidad, derechos humanos) frente a los prisioneros de guerra muchas veces quedaba en segundo plano, como “lujos”, que la situación de la guerra no permitía costearse. Aún así, cuando a partir de primavera del 42 la situación se relajó, la vida de un ruso, ya fuera civil o soldado, siguió valiendo nada. Este pensamiento, según Hürter,  no fue provocado o enseñado sólo por los efectos de la propaganda nazi, sino que también los generales de más alta graduación, que hacía tiempo que se habían unido al proyecto de guerra en el este hitleriana, estaban también bien convencidos del tipo distinto que la guerra en Rusia representaba, con condiciones orientales( p393).

Con respecto a la lucha partisana, el primer año de guerra aún vio pocas grandes operaciones antipartisanas, de las que más tarde abundarían. Durante los primeros meses lo cierto es que la actividad partisana fue escasa. Pero, volvemos a la situación, cuando a partir de otoño del 41 las líneas de frente empiezan a enquistarse y las líneas de suministro eran más largas y, por tanto, junto al aumento de la actividad partisana, más inseguras, entonces los OB empezaron a dar carta libre al terror, con tal de mantener la seguridad de sus territorios. El terror en sus diferentes formas fue la divisa que los OB manejaron para encarar el problema. Sobre este respecto Hürter cuenta que los OB hicieron suyas las órdenes de Hitler, el OKW y el OKH de aplicar el terror como medida para acabar con los partisanos. En general se puede decir que no se preocuparon de que sus soldados hicieran distinciones entre partisanos, sospechosos, soldados del ER o civiles. La guerra antipartisana que se desencadenó se olvidó de cualquier derecho y abrió los espacios  como para que cualquier soldado pudiera disponer de la vida de quien quisiera como quisiera.(p439)

Insisto sobre los puntos de vista de Hartmann, que son muy parecidos a los que tres años antes ya escribió Hürter. Por ejemplo, con respecto a la política del hambre que adoptaron los alemanes, el autor se postula en contra de la tesis de Gerlach (Kalkulierte Mörde, 2000), según la cual los alemanes habrían planeado o preprogramado la muerte de millones de habitantes soviéticos por inanición. El matiz que incluyen Hürter, Hartmann, y también Christian Streit o Jochen Arnold, entre otros, es que la política alemana no planificó un  exterminio de la población por hambre, sino que aceptó que habría una gran hambruna y que con ella morirían millones de personas.(p491) Esta política tuvo consecuencias criminales. Un caso aparte fue el de Leningrado. El autor, que tiene un extenso artículo sobre el asedio y la política del hambre que se aplicó en Leningrado1, se detiene unas páginas para analizar el caso concreto, y la responsabilidad de los OB competentes.

El último capítulo dedicado a los crímenes de guerra es el referido a los asesinatos de judíos. Sobre todo Hürter se ha esforzado en encontrar evidencias de la colaboración de los Ejércitos y Grupos de Ejércitos con los Einsatzgruppe. Una vez más, después de asentar y cincelar el capítulo con una base teórica muy sólida, el autor expresa que hablar de que se produjeran asesinatos de judíos en el Operationsgebiet del Heer, de forma aislada del Heer, es algo practicamente imposible (p520).

El aspecto que más me ha llamado la atención de este capítulo es la forma en que comenzaron los asesinatos de judíos. Según Hürter, los SS y la Policía comenzaron Barbarroja con muchas reservas sobre la colaboración que tendrían del Heer y sus generalato. Por tanto, fueron dando “pasos discretos” (esto es mío, no de Hürter), tanteando el terreno, viendo qué actividades les toleraban los Generales y cuáles no. Después de dos o tres meses, ya tenían claro que tendrían mucha carta libre. En general, los generales toleraron los primeros crímenes con la esperanza de que la guerra sería muy corta. Tendrían que lidiar con ese tipo de asuntos desagradables por poco tiempo. Luego ellos se irían, y ya no sabrían más del asunto(p597).

En este capítulo hay una descripción con la exhaustividad necesaria de los asesinatos de judíos más importantes que hubo en el territorio de cada uno de los grupos de Ejército. Se trata de una colección de horrores, como pocas se puedan leer. Y siempre buscando la evidencia que demuestra el consentimiento, asentimiento, tolerancia o aquiescencia del general de turno con lo que está pasando.

Ya, terminando con la reseña, me gustaría comentar una recurrencia continua de Hürter. Algunos de estos generales estudiados participaron en el complot del 20 de julio del 44. A causa de esto la historia los ha juzgado con, en algunos casos, cierta indulgencia. Lo cortés no quita lo valiente, diríamos nosotros. Algunos de ellos fueron furibundos antisemitas, y su comportamiento a lo largo de toda la campaña con respecto a los crímenes de guerra no se diferenció, en general, del de cualquier otro general. Un ejemplo de ello: Gersdorff , del GE Centro, y participó en la conjura del 20J’44. Cuenta en sus memorias,  que cuando los Einsatzgruppen empezaron a asesinar, en el alto mando del GE Centro, la gente estaba contrariada…. Son unas memorias escritas tras la guerra, con el intento de glorificar aún más a los generales golpistas. No es creíble. Está demostrado que Bock y sus oficiales de estado mayor ( muchos de ellos tomaron parte en el golpe de estado)  estuvieron bien informados de los crímenes de los Einsatzgruppen en su sector desde el principio. Y sin embargo no hay ni una sola protesta en contra en los primeros meses. (p525).

Conclusión

¿Cómo cambiaron los generales para pasar de meros actores conservadores a ser partícipes de una guerra criminal? Hürter termina respondiendo a 4 puntos básicos:

1) ¿Hubo una transformación generacional y social? No. Siguieron siendo los mismos generales de la casta: Los OB, tanto en junio del 41 como en junio del 42, después de la crisis y los grandes cambios de mandos, continuaron siendo un grupo homogéneo en cuanto a la edad, procedencia social, educación, formación y carrera. Su perfil social, educativo y de profesión era tan exclusivo como tradicional. Que estos 25 generales durante el primer año de la guerra en el Este constituyeran la élite del Heer alemán, no fue el resultado de una elección especial de Hitler, sino el resultado de una cuidada selección y formación, casi sin tocar desde tiempos del Kaiser. La homogeneidad generacional, social y profesional de este grupo fue algo característico de toda la Heeresgeneralität en el Tercer Reich.

2) ¿ Hubo una transformación institucional? Sí.

Ya durante el primer año de campaña. Aunque en lo referente a organización técnica no cambió nada, sí perdieron el monopolio sobre la violencia en su territorio de operaciones. Esto en principio ellos lo vieron bien, incluso se sintieron aliviados, porque no tendrían que enfrentarse con tareas desagradables. Eso sí, esta pérdida del monopolio no fue tan lejos como para que los OB quedaran como meros figurantes en su campo de operaciones. Tuvieron márgenes de maniobra, más allá de sus temas logísticos, tácticos y operacionales. Y esa autoridad era aceptada y respetada por las otras autoridades que entraron en su territorio: policía o SS (P611).

3) ¿Hubo una transformación en el ámbito puramente profesional militar? Sí, y muy grave.

Ya en las campañas entre 1939 y 41 se vio un recorte de las competencias de los militares. Los éxitos corrompieron a los generales, que fueron premiados con ascensos, honores, regalos de dinero. Todo esto también contribuyó a la subordinación a la voluntad del Führer y sus objetivos criminales.

4) ¿Hubo una transformación en el plano político e ideológico? Si, la más grave.

El estrechamiento de los fundamentos éticos se acentuó con la guerra (1GM) y la revolución, restando valor al individuo y a sus derechos. Los prejuicios raciales y los clichés sobre el enemigo se fortalecieron. Como mínimo igual de explosiva resultó la radicalización de la doctrina militar a consecuencia de la 1GM: se convirtió en una “Guerra Total” regida por un socialdarwinismo salvaje, donde las “Kriegsnotwendigkeiten” o necesidades de guerra siempre irían por delante de cualquier otra consideración. Una política de rearme total … parecía requerir un estado fuerte, totalitario, que unificara y fortaleciera a la nación. Por eso los militares se avinieron tan pronto y tan bien al régimen de Hitler. Con la llegada de Hitler no sólo se cumplieron sus deseos en cuanto a ascenso en su carrera, sino que también sueños de política interior y exterior.(p613)

Estas circunstancias,  en la movida “Zeitalter del Weltkriege” o Era de las guerras mundiales,  permitieron a Hitler arrimar a los generales a sus intereses, traérselos a su terreno, usarlos para una campaña que se salía de madre. Durante la preparación de Barbarroja los OB aceptaron desde el principio que este sería un escenario “libre de Derechos” para el tratamiento de los combatientes y de la población. Ellos pensaron que tendrían que lidiar durante poco tiempo con este escenario donde se podría justificar cualquier brutalidad, porque pensaban que ganarían la guerra en pocas semanas.

Pero la cosa se fue alargando y alargando. Aunque después de la crisis de invierno del 41/42 hubo generales que pidieron la supresión de la orden de los comisarios, que pidieron un mejor trato para los prisioneros y una política de ocupación más suave, estas quejas llegaron demasiado tarde, fueron muy débiles, y apenas tuvieron efectos.

Espero que cualquiera que haya leído la reseña entienda por qué pienso que este libro es una obra maestra.

  • Series: Quellen Und Darstellungen Zur Zeitgeschichte (Book 66)
  • Hardcover: 734 pages
  • Publisher: De Gruyter Oldenbourg; 2 edition (March 6, 2007)
  • Language: German
  • ISBN-10: 3486583417
  • ISBN-13: 978-3486583410
  • Product Dimensions: 6 x 1.8 x 9 inches

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