Esto es HistoCast. No es Esparta pero casi. Os aseguro que os agujetearé los abdominales con las bravuconadas de los soldados españoles de los tercios españoles pero también de algunos dirigentes a lo largos de los siglos.
Las bravuconadas y rodomontadas han sido una forma de tomarse la vida como bien reflejaba Pierre Bourdeille en «Bravuconadas de los españoles», por eso Rodrigo, @HugoACanete y @goyix_salduero nos hemos adentrado en cada epoca y situación para reirnos sin parar con aquellas fanfarronadas. También podéis seguir nuestra cuenta @histocast en twitter y en facebook o seguirnos en www.histocast.com.
Soundtrack (CC):
Ruin roads – On the edge
Butterfly tea – Cavern of time
Alchemorph soundtracks – 3.3.07 Sat ambience
Freestylemix – Hisboyelroy – Revolve
Syenta – My darkness
I am not lefthanded – The place that won’t take me back
Butterfly tea – Return to heaven
Petite viking – Le chevalier noir
Alchemorph soundtracks – Reload
Alchemorph soundtracks – Triumphant valour
Butterfly tea – Asian dream
Petite viking – The tower
Zapac – They’re coming…
Ruin roads – Diamond white
Con permiso del autor:
Paul Houseman – Buckling the swash
Paul Houseman – Sail to the battle 2
Aquí os dejo otra…
se dice, se comenta, se susurra, que finalizando la guerra de invierno entre la Unión Soviética y Finlandia, cuando delegaciones de ambos países se reunieron para trazar lo que sería la nueva frontera, Stalin, que ambicionaba una localidad minera de la que nada se hábía dicho hasta entonces, posó su dedo sobre el punto del mapa en que venía reflejada.
Cuando el sub-sub-sub-vaya usted a saber que-secretario que venía con el lápiz llegó al lugar, sintió una larga gota de sudor frío recorriendo su espalda. Cualquiera le decía al bueno del «padrecito» que apartara el dedo. Los demás también contuvieron el aliento, especialmente los finlandeses, supongo, cuyas líneas defensivas se habían desmoronado ya. Me atrevo incluso a sospechar que, en ese momento, el único que se sentía tranquilo, era el propio Stalin, quien no dijo nada.
Finalmente el factótum decidió que algo había que hacer, y lo hizo. Rodeó cuidadosamente el dedo de Stalin con su lápiz, y siguió dibujando la nueva frontera, como si no hubiera pasado nada.
Y así fue como, sin que nadie dijera nada, la Unión Soviética se quedó con aquella localidad minera.
Dicho esto, no tengo muy clara la veracidad de esta anécdota, pero «si non e vero…» refleja muy bien el relajado ambiente que se vivía entonces en el Kramlin.
Saludos.
Vae victis!!
¡Coño! Ese es bueno