La Escuadra del Zar
Decimonovena entrega de la Saga Marinera Española, en la que Luis Delgado (Murcia, 1946) desgrana un episodio penoso en la historia de nuestra Marina, así como francamente execrable en la política nacional. Desgraciadamente este tipo de maniobras y contubernios se han visto y vuelven a ver en la política de nuestro país. Pero la historia tiene momentos buenos y malos. Generalmente se aprende más de los errores y de las situaciones trágicas que de los éxitos y bondades.
El caso es que nuestro héroe, Santiago de Leñanza, en grado de general y jefe de escuadra, retorna a su patria en gozosa compañía tras matrimoniar de nuevo, esta vez en Lima. Los primeros capítulos tratan de ese retorno por la mar. Retorno algo accidentado donde tienen lugar una serie de peripecias habituales en la mar, batalla contra piratas incluida. La llegada finalmente a Cádiz y el reencuentro con su hijos, el pequeño Pecas convertido en adolescente, desarrollado y ansioso de entrar en el servicio de mar, y la deliciosa María, cada vez más dulce, producen en nuestro protagonista sentimientos de profunda alegría, así como el abrazo a su hermana Cristina y su cuñado Beto, después de varios años sin verle. La parte más penosa es la visión de María Antonia, muy desmejorada y enferma, a la que la emoción del hijo recobrado no resuelve de un final próximo.
Pero el bloque central del libro se concentra en toda la historia de los famosos navíos rusos o barcos negros que a Fernando VII y su camarilla, con el concurso del embajador ruso Tatischev, se empeñaron en traer de la corte del zar Alejandro I. Negocio ruinoso como el peor, dejó la hacienda española por los suelos así como el honor de la Marina y la credibilidad del gobierno, o mejor, del desgobierno de un rey absoluto que no quería el control de nadie pero se dejaba manejar por un grupito de parásitos.
Santiago y toda su familia, incluido su cuñado Beto, esposa e hijos, han de trasladarse a la villa y corte al llamado del ministro de la Marina, Vázquez de Figueroa, para trabajar estrechamente bajo sus órdenes y ocuparse de buscar navíos allá donde se pudieran conseguir, en preparación de una gran escuadra que se dirija a Indias con la intención de recuperar los territorios argentinos de La Plata y ayudar a Lima a bregar con los insurgentes. Por ingenuidad o por cabezonería, el Deseado pero torpe monarca, se proponía conseguirlo de balde, y contra los elementos, como aquella otra desgraciada escuadra filipina. Luis Delgado nos pinta un panorama desolador en la Real Marina de esos años, 1816-17. Pero sin Marina no había Américas. Ni caudales. Los oficiales llevaban tantas pagas atrasadas por cobrar que algunos no tenían ni para un uniforme nuevo, e incluso habían de mendigar. Las dotaciones de los barcos cada vez eran más reducidas y el mantenimiento o mejor dicho, su ausencia, hacía que cada vez hubiera más barcos en el desguace y que el deterioro fuera ostensible en los que aún estaban a flote.
De todo ello nos vamos enterando por las conversaciones de Santiago y Beto con el Ministro y con otros personajes. Conversaciones sabrosísimas y enjundiosas, que de un modo atractivo y por medio de la mezcla de personajes reales e inventados, el autor nos introduce en las intrigas palaciegas y nos hace sentir el malestar y la impotencia de todo un ministro que se ve ninguneado para resolver un asunto de la Marina por medio de mequetrefes que sólo quieren su tajada y algún miembro de Ejército que no sabe distinguir una jarcia de un obenque, como lo fue el general Eguía, que usurpó las funciones del ministro de Marina con el beneplácito del monarca.
Los dos cuñados han de viajar a Francia para tratar de la compra de algunos buques, pero al regreso empiezan los rumores sobre los barcos rusos. Y vemos cómo poco a poco va creciendo la desinformación, pero el rey y su camarilla de aprovechados y chupatintas se sale con la suya, que para algo es un rey absolutista: hacía lo que le daba su real gana. Y el país que le aclamó como Deseado, a tragar quina. Al que le llevaba la contraria o le cantaba las verdades, lo mandaba –como mínimo- al destierro, como el caso del ministro Vázquez de Figueroa, que se convierte en cabeza de turco sin comerlo ni beberlo. Obviamente, Santiago, que era su ayudante más próximo y fiel, le sigue los pasos y es confinado en su hacienda murciana, quedando el resto de la familia en la corte. La moral de nuestro joven general está por los suelos y para más inri, recibe un golpe tremendo en su corazón y en su honor, un golpe sorprendente e inesperado por completo.
Mientras tanto, comienza a entremezclarse el relevo generacional: el adolescente Francisco, Pecas, ingresa como guardiamarina, y mientras todos estos desagradables sucesos van teniendo lugar con su padre y su tío de por medio, él ya va cumpliendo fases en sus estudios y progresando en el inicio de su carrera naval. El destierro del padre coincide con el destino del hijo como guardiamarina en, precisamente, uno de los navíos rusos, el Alejandro I. Y la última parte del libro nos devuelve a la mar, en el desafortunado y previsible viaje y tornaviaje hacia La Plata que, por el mal estado del navío, que se deshace por momentos, frustra todas las ilusiones del joven guardiamarina, que sólo consigue traspasar la línea del Ecuador. Pero ya nos cuenta con su propia voz sus primeras aventuras, sumándose a las narraciones de sus ancestros. El capítulo final del libro también nos depara otra sorpresa más, ésta agradable y tierna, y que resarce a nuestro deprimido protagonista y a los lectores, levantándoles el ánimo hasta la galleta.
Novela emparedada entre aventuras en la mar y aventuras o desventuras en tierra, resulta harto interesante por los detalles históricos que nos revela y por las diversas sorpresas que nos depara la parte de ficción. Incluye un mapa del viaje del Alejandro I, un grabado ilustrativo de las partes del barco, y un epílogo histórico en el que Luis Delgado aclara y explica muchos detalles históricos que en la obra se citan.
Luis Delgado Bañón, (Murcia, 1946), capitán de navío, a los dieciséis años ingresó en el Cuerpo General de la Armada y desde entonces ha estado vinculado a la mar, siendo capitán de navío durante más de cuarenta años. Delgado se ha propuesto el ambicioso proyecto de narrar la historia de la Armada española desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta la Guerra Civil, intentando mantener, dentro del marco de la novela de aventuras, el máximo rigor histórico posible. Es delegado del Instituto de Historia y Cultura Naval en el Mediterráneo, y director hasta hace muy poco del Museo Naval de Cartagena. Su Saga Marinera Española, compite con completa seguridad en el espacio ocupado por los grandes narradores navales británicos como Kent, Forester, O’Brien… Está considerado como uno de los mejores narradores históricos de tema naval español.
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa dura
ISBN: 9788474862362
Nº Edición:1º, Noray
Año de edición:2011
He de introducir una pequeña aclaración en cuanto a la biografía del autor: Luis Delgado no ha ocupado el puesto de capitán de navío «durante más de cuarenta años» sino aproximadamente los últimos quince años. Es un error de una reseñadora que ni es militar ni ha hecho la «mili» y por tanto, confunde a veces los niveles. Espero disculpéis mi despiste.
Excelente reseña y envidia me das con esta Saga Marinera Española, Ariodante, pues parece de apetecible lectura pero, en fin, quizá en otra vida porque si no la pila de libros no sé hasta dónde llegaría. Bien pintado el desgobierno de Fernando VII el Deseado, que después ya no lo sería tanto. Esta clase de politicos me suena. Saludos.
Encantadora reseña, Ariodante, sigues abriéndonos el apetito lector de esta saga, que ya empieza a intimidar por lo voluminosa que se está volviéndo.
El asunto tratado es muy revelador del momento fernandino y vergonzoso. Una mancha más en el nefasto monarca, el peor de los Borbones, en mi opinión.