De Ceilán a Damasco, Adolfo Rivadeneyra

Cuando veo la palabra explorador, me viene a la mente, inmediatamente, la imagen estereotipada del inglés arrogante y bien plantado, rifle al brazo, salacot en la cabeza, esperando ser llamado bwana, sahib o effendi, dependiendo del lugar donde esté viviendo sus aventuras.

Un estereotipo, por supuesto, salido de quién sabe donde, ya que el primer explorador que conocí fue el norteamericano Jim de la Selva.
¿A qué viene esto?, pues a que he podido leer el libro De Ceilán a Damasco (Madrid, 1871) de Adolfo Rivadeneyra, explorador español. En este libro Rivadeneyra relata el viaje que hizo, llegando en barco desde Ceilán, del puerto de Basora a la ciudad de Damasco, viaje no exento de inconvenientes pero que Rivadeneyra hizo, para estupor de la población local, completamente desarmado.

Digno de figurar entre los grandes viajeros del siglo XIX, Adolfo Rivadeneyra desmiente eso que «en estos países se cree que Europa está compuesta únicamente por franceses, ingleses y rusos».

Aficionado a viajar, decide Adolfo Rivadeneyra., impulsado por su padre, hacer un viaje de Ceilán a Damasco por el golfo Pérsico y la Mesopotamia, y dice que no escribe el libro por afán de erudición sino por narrar lo que ha visto. Escribe así un libro de unas 170 páginas de fácil lectura, con un par de esquemáticos mapas que permiten hacerse una idea del itinerario.

El viaje se puede dividir en dos partes, la primera, por barco, de Colombo a Basora, haciendo escala en Bombay, Karachi, Mascate, Bandar-Abbas y Busher. La segunda describe el viaje por tierra desde Basora a Damasco, pasando por Amara, Kut, la legendaria Bagdad, la no menos legendaria Mosul. Diyarbakir, Alepo y Homs (dejo de nombrar algunos lugares, para no hacer demasiado larga la lista).

Hombre inteligente y educado, habla numerosos idiomas, es Rivadeneyra además un agudo y curioso observador, todo lo quiere ver y comparar con lo que sabe de cada cultura y de cada sitio. Se las arregla a cada momento para  hacer algunos paréntesis históricos sin que por eso el relato se ponga pesado, pues es un narrador ameno.
Gusta de dar cifras, sobre todo de la población, economía, producción y precios, mostrando de este modo que el viaje, además de satisfacerlo en lo personal, tiene también unas claras intenciones económicas. Rivadeneyra cree firmemente que su pais merece y puede tener un enclave en el golfo Pérsico.

A cada momento hace el autor observaciones comparando el pasado y el presente,  y ve no sin sentimiento, que la próspera Basora, de dónde zarpaba Sinbad, ha descendido, de sus buenos 400 mil habitantes a unos escasos 9 mil.

Provisto de natural simpatía, tiene Rivadeneyra amigos en todas partes, antiguos o recién conseguidos, su manejo del idioma local le permite conversar sin dificultades, siendo capaz incluso de recitar párrafos de Las mil y una noches, a lo que son muy sensibles los árabes.
Todo lo quiere ver, desde el comercio y la industria a las ruinas de civilizaciones antiguas, como Babilonia y Palmira, y así nos lleva con él en un entretenido e instructivo viaje por la histórica media luna fértil, cuna de la civilización.

Dice al final del libro que: en llegando al feliz remate de una empresa difícil, no solo olvidamos cuantos disgustos y trabajos nos molestaron en su ejecución, sino que también los recordamos con una sonrisa en los labios. Con la misma sonrisa nosotros terminamos de leer un relato interesante y agradable.

El muy interesante prólogo está escrito por Lily Litvak.

De Ceilán a Damasco
Adolfo Rivadeneyra
Laertes S.A. de Ediciones, Barcelona, 1988

19 comentarios en “De Ceilán a Damasco, Adolfo Rivadeneyra

  1. Sabrosa y exótica rareza, al menos para mí, sí señor. Te felicito por la reseña y por ayudar a desmitificar la exploración decimonónica, Ulises.

  2. Este Rivadeneyra es el mismo de la Biblioteca de Autores Españoles de finales del xix, monumento de la Historia española. Preciosa reseña de una rara avis. Si te gusta el tema, aunque son gente de otro estilo bien diferente, te recomiendo dos títulos que, de alguna forma, están relacionados, En la Patagonia, de Bruce Chatwin, y La ruta de Oxiana, de Robert Byron, al que Chatwin consideraba uno de sus maestros.

  3. Felicidades Ulises tanto por la encantadora reseña como por poseer semejante joya. Estos libros y estas reseñas son las que hacen «distinto» a Novilis, estos libros tienen un encanto especial que trasciende de lo meramente literario.

  4. Dice Lily Litvak en el prólogo a la obra:
    «Resulta paradójico que en España se conozcan mejor los hechos viajeros extranjeros que los españoles» y eso es una verdad indiscutible.
    Adolfo Rivadeneyra completó el trabajo de su padre con la Biblioteca de Autores Españoles que Manuel Rivadeneyra, su padre, dejara sin terminar.
    También realizó Rivadeneyra un dificultoso viaje a Persia, para el
    Ministerio de Estado, con el objeto de explorar las posibilidades comerciales en la zona. Después todo quedó en nada por la definitiva falta de visión del gobierno español.
    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
    En 1879 la Sociedad Africana de Alemania le confió al explorador alemán Oskar Lenz la misión de recorrer el Sahara de norte a Sur, llegar a Timbouctou y salir por el Senegal. Para este proyecto Lenz contrató al español Cristóbal Benítez como intérprete de árabe.
    Completado el viaje, la crónica de Lenz se publicó inmediatamente en alemán y en francés, la crónica de Benítez solo se publicó en 1899. El propio Lenz reconoció los méritos de Benítez, no así sus compatriotas, que lo condenaron al olvido.
    «Viaje a Timbouctou», de Cristóbal Benítez, queda entonces con su reseña pendiente.

  5. Nos traes con tú reseña a un explorador español nacido en Chile (un servidor ya lo conocía, aunque de hecho, todo lo que tenga que ver con exploradores españoles me interesa e intento conocerlo o documentarme). ¡Estupendo!, cuanto me alegro. El libro que has leído es una reedición de Laertes. También hay una edición de Fernando Escribano Martín, MIRANGUANO, Madrid, 2006. Adolfo Ribadeneyra era diplomático, escribió su obra (sus experiencias de su viaje) en la publicación: «De Ce(y)lán a Damasco». ¿Qué hacía un español por aquellos lares y en aquella época?. Por supuesto, que se encontraba lo económico, pero lo que iba buscando Ribadeneyra entre otras cosas, era el establecer un puerto consular español en el golfo de Persia, sería como un trampolín intermedio en el sostenimiento de las colonia ultramarina de Filipinas. En cuanto al viaje puramente dicho, he leído, y se observa que es así, qué el diplomático español Ribadeneyra muestra un gran respeto por las culturas y gentes que describe. Los expertos indican que sus escritos se acercan mucho al concepto actual que tenemos de «literatura de viajes», por lo que hay que considerarlo como un precursor (uno de los primeros) e innovador a nivel internacional.

    El estereotipo del que hablas es fácil encontrarlo: el mundo y cultura anglosajona que impregna el ‘ambiente’… El Séptimo Arte uno de sus grandes voceros.

    Lo de Cristóbal Benítez, es otra historia. Si dices que queda pendiente la reseña… pero de lo que apuntas o comentas, discrepo en algunos puntos:

    1) Cristóbal Benítez era explorador y aventurero (uno de los mejores exploradores españoles del norte de Äfrica del siglo XX), dominaba el árabe, así como dialectos locales.
    2) Benítez dejó escrita aquella aventura con el título: Mi viaje por el interior de África».
    3) Oskar Lenz, medico alemán de origen austriaco, fue comisionado por la Sociedad Africana de Alemania para recorrer Marruecos desde Ceuta a la región montañosa del Atlas. El viaje del Sahara hasta Tombuctú (grafía española), es otra historia.
    4) El que Benítez fuera un gran olvidado (parte de culpa la tuvo el propio Lenz).

    Un saludo.

  6. Bueno, no veo las discrepancias, tal vez solo le hace falta a mi comentario más detalles, pero no era el caso, puesto que solo lo puse para anunciar que tenía la intención de publicar otra reseña acerca de otro español algo desconocido.
    1) En la portada de su crónica (dice el prólogo de la obra) Benitez se denomina a si mismo: «intérprete del consulado español en Mogador». Dice también que había realizado viajes por el interior de Maruecos, lo que lo convierte en explorador (del siglo XIX) aunque él no lo diga, pero ¿cual es el problema?
    2) Que Benitez dejó escrita esa aventura, claro que sí, si de ese libro es que digo que está pendiente la reseña, «Mi viaje por el interior de África» o Viaje a Timbouctou» es el mismo.
    3) Dice Benitez: «se presentó en Tetuán el doctor alemán Mr. Oskar Lentz, enviado por la sociedad geográfica de Berlín para llevar a cabo un viaje que, partiendo de Ceuta, recorriera de N. a S. el Imperio de Marruecos y, atravesando el desierto del Sahara, se dirigiera a la ciudad de Timbouctou». Por qué sería otra historia no lo se, me ciño a lo que dice Benítez. La grafia de la palabra es la que usa el autor.
    4) «El que Benítez fuera un gran olvidado (parte de culpa la tuvo el propio Lenz)». ¿De quién sería la otra parte de la culpa?. Ahora, si ha sido olvidado, ¿que costaría rendirle un merecido homenaje, rescatándolo del olvido?.

  7. Tú tienes una información (fuentes) y yo otra, y de hecho en lo que tú dices y yo digo -se discrepa algo- si no te gusta la palabra , emplearé (difiere) aunque sea en los detalles. Problemas no tengo ninguno, sólo que me gustan los «detalles». Tú has indicado una información y un servidor otra… A lo mejor pasa (salvando las distancias) como con los Evangelios, que hablan de la vida de Jesús, sin embargo sus escritores (autores) difieren e incluso algunos omite información que otros si apunta , aun escribiendo de lo mismo.

    Hay una magnifica lectura en: «Los exploradores D’Almonte y Benítez, H. Rodríguez de la Peña. CSIC, Madrid, 1950

  8. ¡Pero hombre! ¿cual es la diferencia?, no la veo. Y mi fuente es la única que tengo, el libro del propio Benitez, tal vez si pudiera encontrar el del Dr. Lentz, pero ¿dónde?
    Tal vez la diferencia está en que en alguna parte se dice que el objetivo del viaje era Timbouctou y en otro que era el de reconocer las montañas del Atlas, pero esos eran los objetivos de la expedición del alemán, para Benitez era la oportunidad de su vida, cumplir el sueño de cruzar el Sahara, eso es lo que dice, que el viaje no lo hizo por la paga, como los otros integrantes de la expedición, sino por el más puro amor por la aventura.
    Y al final eso es lo que interesa. Pude reseñar algún libro de Richard Burton o de Samuel Baker, uno acerca de Roy Andrews o de John Speke, del viaje al Sinaí de Burckhardt o de la Kon-Tiki, pero quise hacerlo acerca de un par de desconocidos españoles. Y por eso me metí en un lio.

  9. Está reseña surge a raíz de Adolfo Rivadeneyra y hay que centrarse más en él. Lo de Benítez es un avance, que está por llegar, y ya se entrará en materia en su momento.
    Y desde luego, Ulises, no te has metido en ningún lío, más bien estás proyectando luz sobre un desconocido. Lo de Benítez ya llegará.

    Por cierto la discrepancia más notable ¿es la del objetivo?
    Los detalles, JF, marcan muchas veces la diferencia pero en ocasiones el resultado final empequeñece el objetivo inicial. Y, lamenteblemente, si los dos exploradores están olvidados, detalle demasisdo frecuente en la historia española, los principales culpables somos nosotros.
    Saludos cordiales.

  10. Adolfo Rivadeneyra es todo un personaje, diplomático, orientalista, arqueólogo y viajero. Lingüista excepcional, perteneció al cuerpo de intérpretes del Ministerio de Estado, hablaba alemán, inglés, italiano, árabe, turco, persa y numerosos dialectos orientales (¿habrá en ese Ministerio, actualmente, personas con esos conocimientos?).
    Los viajes de Rivabeneyra fueron terriblemente peligrosos, no solo por sus aspectos políticos y religiosos, siempre amenazantes, sino por algo que a nosotros, hombre modernos, se nos olvida y que es el aspecto sanitario, puesto que si la medicina aun era deficiente en la Europa del siglo XIX, en los paises visitados por el viajero era practicamente inexistente.
    Pero su salud de hierro le permitió viajar sin tener problemas, las demás dificultades las soslayaba con un inmejorable desplante y un derroche de simpatía que hacía que consiguiera amigos adonde fuera. Pero hay un detalle que me parece muy importante, en un mundo en el que el respeto se logra y se conserva mediante la ostentación de la fuerza («¿cuántos tiros tiene tu revólver?»), Rivadeneyra se negó siempre a llevar consigo un arma, y el respeto se lo ganaba con solamente su valor y su prestancia.
    El libro contiene numerosas descripciones, como la que hace del baño turco, página en la que uno no puede dejar de imaginar lo que significa tal delicia. También hay simpáticas anécdotas, como cuando le cuentan de una ciudad, Chabul, dónde todos los habitantes, hombre y niños, sabían jugar al ajedrez. Para cerciorarse de la veracidad de esa noticia, Rivadeneyra propuso una partida al primero que encontró. El resultado lo relata así: «según costumbre movimos los peones del rey, sacamos nuestros caballos, y a las tres jugadas empezó a reirse mi contrario, como teniendo por segura la partida que efectivamente ganó» . ¡Era verdad!.

  11. Efectivamente, eso es así. En la historia de España hay demasiadas cosas olvidadas, culpa de ello (como he comentado otras veces, aquí, en Novilis) lo tienen los propios académicos y políticos, algo que se arrastra desde el siglo XIX como mínimo y que la Leyenda Negra (y no tan negra) a tratado a lo español, a la españolidad: de fascismo -los 40 años del Franquismo pesan- (complejos hacia España y lo español) y sobre todo al Imperio español, y las gestas y hazañas de los españoles. Es ahora cuando la cosa va cambiando algo, pero no creáis, muy poquito. Pongo el caso de Blas de Lezo, fijémonos si está olvidado que hasta fecha de hoy todavía no hay una simple calle en España con su nombre…, y ahora, es cuando algunos se están enterando que hay otra historia, que por complejos y demás ha estado en el olvido. De todo ello, los que más se lo ‘han pasado pipa’ con la historia de España: autores y editoriales anglosajonas, que nos quieren enseñar su ‘historia’ hasta el día de hoy. En el tema que estamos tratando el de las exploraciones de los españoles pasa exactamente igual: los complejos y demás, es ahora cuando se está haciendo justicia y homenajendo sus hechos (entre estos entran: Rivadeneyra, Benítez y otros tantos que ha dado España en distintas épocas), y en el mundo anglosajón, pocos Charles F.Lummis, como digo en mi reseña, si es que ha habido alguno para hacer justicia. En mi próxima reseña lo muestro con una publicación que honra y hace justicia a los exploradores españoles o bajo bandera de España; que la veremos cuando nuestro administrador, Javi, le de salida.

    Vuelvo ha insistir, la diferencia está en los detalles, en lo plural: creo que es lo que enriquece.

    Un saludo.

  12. Estoy deseando leer la reseña de Burton o Speke, dos de mis aventureros preferidos. No conocía las aventuras de Rivadeneyra, tan sólo la tarea editorial en la BAE. Una cuestión que se ha apuntado, acerca de la colonización del imaginario de la aventura por el cine, en especial por el cine anglosajón, es y no es cierta. El cine anglosajón no hace más que seguir los pasos de la literatura por entregas del siglo XIX y de los escritores de la época: Verne, Salgari, Conrad, Stoker, Kipling, etcétera. Sensibilidades coloniales aparte, esta literatura de viajes y de exploraciones bebe, a su vez, de las Crónicas de la conquista de América protagonizada por portugueses, españoles, franceses, holandeses e ingleses, conquista en la que había gentes de todos los carácteres, desde personas cabales a basura certificada según todos los baremos, nacionales y literarios. A su vez, gente como Cortés habían leido las novelas de caballerías del ciclo de Roland, cuta «quete» (búsqueda) era el modelo de la empresa exploradora. Basta leer la correspondencia de Cortés al respecto para darse cuenta de la gran importancia que tenía en la empresa conquistadora el potencial de la imaginación, de la aventura, de la leyenda y de las ansias de cruzada que impregnaba toda la vida pública del primer Renacimiento (1450-1530). Cuando hablamos de «descubrimiento» queremos decir «inclusión de los indígenas de aquellas tierras en el plan de Redención universal de la Cristiandad», lo que explica que Alejandro VI Borgia diera Bula de cruzada a la conquista ya en 1492. ¿A qué viene este rollo? Pues a que seguro que Rivadeneyra era un soñador antes que un consul, a pesar de ser ya un individuo de la época de la máquina y del rifle de cerrojo, soñador como lo fueron Ali Bey o Mutis, etcétera. Para ellos, como para los soñadores de todas las épocas, el estereotipo fue importante.
    En cuanto a si en la actualidad hay en Exteriores gente tan políglota e informada, la respuesta es que sí.

  13. Por cierto, a mí me salen un montón de calles Blas de Lezo en España. Ahora, si quieren poner más, yo no voy a negarme. Que hagan lo que quieran con las calles; pero que conste que poner tu nombre a una calle no quiere decir gran cosa: por no ir a ejemplos de personajes del siglo XX, en Barcelona tenemos el ejemplo de la calle Ferran, por Fernando VII, uno de los peores y más negativos reyes de la historia de España. En cuanto al tema, ya clásico, del oscurecimiento de la heroica historia de España por culpa de los catedráticos, intelectuales, políticos, hispanistas y gente que niega los méritos a nuestros insignes hombres, es y no es cierto. Pondré un ejemplo: hace poco he estado buscando documentación sobre Fernando Marín, abad de Nájera, intendente del ejército de Carlos V en Italia. Su correspondencia, entre la que puede encontrarse una excelente descripción de la batalla de Pavía, fue publicada por Pacheco de Leyva en 1947 (cito de memoria). ¿Dónde está? En archive.org, página anglosajona donde hay miles y miles de documentos en español referentes a todas las épocas, que pueden descargarse o leerse online. Sólo hay el primer volumen. ¿Dónde leer el segundo volumen? También en archive.org, en la recopilación hecha por Bergenroth y otros en el Calendar of letters of state papers, vol II, Spain, correspondencia de la época. La introducción de Bergenroth no contiene un sólo dato negativo sobre España, el Imperio y demás. Tampoco las introducciones a los Calendars referentes a la Armada Invencible, escritos por miembros de la academia británica, contienen un sólo dato negativo o peyorativo sobre España; otro tanto puede decirse de otro libro, también «bajable» o «onlinelegible» sobre la llamada contraarmada de años posteriores, libro en el que se da pormenorizada cuenta del desastre naval británico, etcétera, etcétera. No digo que en su momento se dijeran pestes de España y de Felipe II, pero se trataba de propaganda, de la misma especie que la propaganda española. Si en Turquía, por ejemplo, tuvieran que tratar a los turistas españoles basándose en lo que decían Juan de Austria, Pío V o cualquier hijo de vecino en la España del Siglo de Oro, pues mejor no íbamos. Se habla mucho de este tipo de menosprecio hacia lo español en las obras de los historiadores anglosajones. Todo depende de lo que se considere «español». Si por español se toma la Tizona y el patrioterio ciego y sectario, entonces a mí no me cuadra. Y no digo que estos vicios no sean compartidos por gente de otros países, pues nunca se está solo en las desgracias, como decía aquél. Pondré un ejemplo: Cánovas del Castillo tiene un libro sobre Pavía e Italia. Es infumable, no hay un dato que pueda aprovecharse. De esa misma época hay en cambio libros fantásticos escritos por historiadores (no demagogos) españoles sobre la batalla, por ejemplo el de Rodríguez Villa, absolutamente recomendable. La diferencia es que, en vez de hacer mitología guerrera y campanilismo, aporta datos que pueden utilizarse.

  14. Es verdad, leiva, lo que queria decir era Madrid capital de Reino de España, aún todavía… Esto último (lo de la calle) hasta el libro reciente de la Editorial Almena nos ilustra sobre Blas de Lezo en : «La Guerra del Asiento o de la «Oreja de Jenkins» cosa que lo reconoce:

    «…el artífice de que 350 millones de personas hablen castellano; por el momento, en Madrid no hay una triste calle con su nombre.»

    Un saludo.

  15. Hay muchas ciudades con una calle «Blas de Lezo» y en la Armanda, por ley, desde hace bastantes años siempre tiene que haber un buque llamado «Blas de Lezo», al menos olvidado del todo no está aunque bien es cierto que su gesta en general es poco conocida.

  16. Sáez Abad, JF, yerra porque somos más de 400 millones de hispanohablantes, aunque su afirmación es acertada.
    Sí, Antonio, lo del nombre en la Armada ya viene de lejos. Pero falta divulgar más esos hechos para equilibrar la balanza de la evidencia histórica. Sí se están haciendo cosas últimamente, sin ir más lejos «La Guerra del Asiento 1739-1748» de Almena, un libro perfectamente válido para aproximarse al tema con cierta profundidad.

  17. Gracias por el apunte, si somos más de 400 millones, cuanto mejor; aunque a los anglosajones no les haga mucha gracia. Es verdad, Antonio, pero a pesar de ello se ha hecho bien poco hasta el momento, esperemos que cambie… Bueno, leiva, en tu comentario anterior, tienes razón (aunque no toda). Te diré de entrada, por poner un ejemplo, que lo de Armada Invencible es una expresión nada apropiada, despectiva, que se le ha ‘colgado’ en la historia (auspiciada por Inglaterra) a la Gran Armada de Felipe II, pero si te parece lo dejamos para otra reseña, creo que no es el lugar.

    ¡Saludos!

  18. Como no es cuestión de alargar las polémicas me parece bien que lo dejemos, pero que conste que en los libros ingleses que yo menciono no se habla de Armada Invencible, sino de Spanish Armada (de hecho, así es el tópico por el que se busca en el banco de datos, junto con la fecha 1588). En la época no se la conoció como Armada Invencible tampoco, sino como Felicissima Armada. Así figuraba en el opúsculo en el que se describía detalladamente su orden de batalla y que ya apareció en Amberes y otros lugares de Europa antes incluso que la Armada partiera de Lisboa.

    Saludos

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