Calle de la estación 120, Jacques Tardi

Igual que es rigurosamente cierto que una ciudad británica es “una vasta conspiración para desorientar a los extranjeros” (Georges Mikes, How to be a Brit), con su profusión de nombres distintos para nombrar las calles y la manía de cambiarles el nombre en cuanto hacen la menor curva o de conservar el mismo cuando se ve claramente que se trata de dos calles bien diferentes, hay que decir que no existe ciudad francesa que se precie que no disponga de su digna y habitualmente bastante fea rue de la Gare. Por eso es normal que Nestor Burma, detective y director de la agencia Fiat Lux (“hágase la luz”, un lema muy adecuado para un polizonte privado que investiga crímenes), se sienta desazonado cuando la única indicación para comenzar a desentrañar un misterio es “Calle de la Estación, 120…”. Y aún más cuando las dos personas que han intentado seguir la frase de marras la han palmado en sus propias narices.

Estamos en 1941. Hace poco menos de un año que Hitler ha conquistado Francia y Nestor Burma es un prisionero más del Stalag XB, campo alemán situado entre Bremen y Hannover. En la enfermería del campo conoce a un pobre lunático, el prisionero 60202, al que Bebert, un chorizo de poca monta, llama El Glóbulo. El 60202 se cruzó con la unidad de Bebert el 21 de junio de 1940, en plena batalla de Francia. Huía, deshecho y “con los pies tan hechos polvo (como si se los hubiera quemado) que no podía tenerse de pie… Y una mirada de loco… Y vestía de tiros largos”. El 60202, efectivamente, no está en sus cabales, y una noche en la enfermería, en pleno delirio, grita a Nestor Burma “Diga a Helène.. CALLE DE LA ESTACIÓN, 120…”. Burma sólo alcanza a preguntarle “¿París?”. Pero el 60202 ha muerto antes de responder, llevandose a la tumba su terrible pesadilla.

Poco tiempo después, Burma embarca en un tren, cortesía del tío Adolf, para volver a Francia, con otros cientos de soldados franceses desmovilizados. En Lyon, entre La Marsellesa que toca una banda del ejército de Vichy, alguien que ha reconocido a Burma grita la misma frase que el 60202, pero esta vez son cuatro balas del 32 las que le impiden seguir hablando. Es demasiado para Nestor Burma, que va a poner su empecinamiento y su talento para las pesquisas al servicio de la resolución del misterio. ¿Dónde está la calle de la estación, 120? ¿Qué quería decir el 60202?

Los lectores estamos de suerte por partida doble: podemos leer esta fabulosa, truculenta y a ratos hilarante novela de Leo Malet, uno de los padres del polar francés –una especie de Maigret anarquista que trabajó de chansonnier, de redactor de una revista que publicaba escándalos, etcétera- o bien podemos deleitarnos con la adaptación al comic (a la BD, como dicen nuestros voisins) del gran Jacques Tardi, al que todo el mundo, supongo, conoce suficiente para que yo me ahorre las referencias y del que ahora estrenan, llevado al cine, Las aventuras de Adèle Blanc-Sec. A ver si hay suerte y la pasan en España, porque el cine francés lo tiene muy crudo en nuestras pantallas.

Tardi es un maestro consumado en la creación de ambientes, un hombre que utiliza el comic para denunciar y para retratar problemas, personas y situaciones históricas, no para sacar monstruitos o tíos con calzoncillos que vuelan (los tíos, no los calzoncillos, ese es otro tipo de comic). Sus recreaciones de la guerra de trincheras de 1914-1918, su denuncia de la locura de la guerra son de lo mejorcito que se ha hecho en comic. Tardi tiene una capacidad extraordinaria y al mismo tiempo deliciosamente evocadora para dibujar hasta los detalles más nímios de esa Francia gris, hambrienta, de black-out toque de queda, sucedáneo de café y pastís sintético, que vivía ese segundo invierno de la Ocupación en que todavía no había nada decidido (precisamente el día que Burma llega a París, Hitler le ha declarado la guerra a los USA, el principio del fin). No podía haber mejor ilustrador para llevar al cómic la novela de Malet, con sus colores grises, sus pavimentos empapados por la lluvia, sus cafés atiborrados de periodistas, estraperlistas y ladrones, policías más o menos en el ajo, abogados influyentes, todos y todas fumando como chimeneas, en aquel mundo que me recuerda los Diarios de Cocteau de la Ocupación, uno de los pequeños libros más fascinantes de la época.

A mí, que soy de los que creen que París no se acaba nunca, me chiflan las pelis de Jean-Pierre Melville o de Marcel Carné y las gabardinas, las pipas y los sombreros de los flics de ese monumento a la ignominia que es el Quai des Orfèvres, y que sale mucho en este comic magistral y de coleccionista. Otra de las obras de Malet, Niebla en el puente de Tolbiac, también ha sido dibujada por Tardi con resultados igual de espectaculares, aunque esté ambientada en la década de 1950.

En fin, un clásico, a la altura de las grandes obras de Hammett o de Chandler, pero con un toque de acordeón en lugar de saxo.

Saludos y buenas lecturas.

Autores: Jacques Tardi, Léo Malet
Colección: CÓMIC EUROPEO
Series: NESTOR BURMA
Formato: Cartoné
Tamaño: 22×29.5
Páginas: 192
Color: B/N
ISBN: 978-84-9847-872-3

5 comentarios en “Calle de la estación 120, Jacques Tardi

  1. Hombre, leiva, tú también en el ajo (en el cómic) jejeje. Cuanto me alegro. Has reseñado todo un clásico. Bueno de Malet, si lo conozco es por el cómic, y que decir de él, pues que sus personajes en gran medida serían un reflejo de si mismo y de lo qie le tocó vivir (el cómic que has reseñado es un ejemplo). Lèo Malet, cómo bien sabrás, se definía anarquista, fue albañil entre otros oficios… en una palabra un hombre muy polifacético, la vida lo hizo así.
    De Tardi, que decir… en mi caso particular, te comentaré que es uno de mis autores favoritos (creo que ya lo he comentado alguna vez) del Noveno Arte, para mi Tardi es: enorme, excelente, magnifico… conozco sus obras hace ya unos cuantos añitos (lo descubrí en castellano con el cómic: «El soldado Varlot») en francés intento también seguirlo, pero es más dificil. Deseando que poco a poco algunas de sus obras las traduzca al castellano.
    Volviendo al cómic que has reseñado, el tándem Tardi/Malet, Malet/Tardi parecen que están fusionados: guión y viñetas(dibujo) le vienen como anillo al dedo, -están magnificos-.

    Un saludo.

  2. Eso digo yo, el amigo Leiva ha caído en las garras del noveno arte. Yo he pedido para mi cumple el de «Historias de guerra», a ver si me lo traen.

  3. Hombre, Tornado, eso de tu parte es una estupenda noticia. Espero que te guste, a un servidor le encantó y disfruté mucho haciendo aquí, su reseña. Los dibujantes, salvo alguna mella que critico, están muy bien y bueno, Ennis (guionista) está que se sale. Espero que lo disfrutes.

    Saludos.

  4. Hay mucha cosa publicada en castello de Tardi. A mí es un dibujante que me encanta; creo que junto con Bilal, Moebius y Hugo pratt son los mejores. Hace mucho tiempo encontré La Balada de la costa Oeste, basada en un polar de Manchette. Es bruta, lo recomiendo.

  5. Efectivamente, en castellano hay cosas de Tardi (conozco varias obras suyas, sobre todo, del género que a mí me gusta: histórico-bélico), pero me refería a obras que están ahí, en francés, y que se demoran al traducirlas al castellano. Sí, en cuanto a los dibujantes que mencionas, mi favorito es Hugo Pratt, hay otros y buenos, pero prefiero a los mangecas: Kobayashi, Mizuki, Hirata; y por otro lado al español Jordi Bernet, en obras como Jonah Hex. «La balada de la costa Oeste» la conozco, pero el género no es de mis preferidos.

    Saludos.

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