Bajo diez banderas, B Rogge y W. Frank

La odisea del Atlantis

«Todo el Arte de la Guerra se basa en el engaño. El supremo Arte de la Guerra es someter al enemigo sin luchar.» Sun Tzu

Podríamos decir que el capitán de navío Bernhard Rogge consiguió aplicar estas máximas literalmente durante su raid con su crucero auxiliar Atlantis, o más bien, el denominado buque 16,  dentro de los términos usados por la Marina de Guerra Alemana. Durante más de 600 días de crucero, el Atlantis hundió o capturó 22 barcos mercantes con un tonelaje aproximado de 145.960 Tn. Finalmente fue hundido por el crucero pesado HMS Devonshire el 22 de Noviembre de 1941. Todo esto así resumido no trasmite realmente las hazañas y aventuras que este desvalido barco mercante realizó en su correrías. Mamparas, cajas, lonas y un sinfín de artilugios servían para cubrir los 6 cañones de 15,5 cm, el cañón de 75 mm en la proa, los 2 cañones gemelos de 37 mm y los 4 antiaéreos de 20 mm con los que fue armado. También le instalaron 4 tubos lanzatorpedos y fue provisto de una catapulta con 2 aviones Heinkel He 114B. Todo esto quedaba perfectamente camuflado a la vista de los otros barcos. Para redondear la farsa se disponía de disfraces, utensilios y hasta costumbres de la nacionalidad supuesta bajo la que navegaba el corsario.

Y es así como se sustenta la aventura, el engaño llevado a la máxima expresión en mitad del océano. El barco adopta nacionalidades varias según donde opera. En unas pocas horas el barco era pintado casi entero, el casco, las chimeneas, los mástiles, cualquier detalle con tal de convencer al resto del tráfico que efectivamente se trataba de un barco noruego, o japonés u holandes,…., cada uno con sus típicas características y lo que es más difícil, todas estas tareas por supuesto estando en alta mar.

Otra de las máximas que aplica esta increíble aventura guerrera es la obsesión por parte del capitán alemán de no causar víctimas en sus capturas. La mayoría de las veces no tiene más remedio que disparar salvas contra los buques apresados pues estos hacen caso omiso a la orden de no enviar señales telegráficas de auxilio y aunque pocas, casi siempre hay heridos y algún que otro muerto. Esto atormenta sobremanera a Rogge y le lleva a tener auténticos ataques de ira contra los capitanes enemigos una vez los tiene a bordo. El trato a los prisioneros es una prioridad y son atendidos con todas las comodidades, hasta el punto de intentar asegurar en los trasbases de los barcos apresados la comida de sus tripulantes, ahora apresados, para que puedan seguir disfrutando de sus comidas preferidas, o crear un club de oficiales para los capitanes y oficiales cautivos. Finalmente, la mayoría de los prisioneros posteriormente eran enviados en alguno de los buques que capturaba el Atlantis a puertos seguros. El capitán Rogge tenía terminantemente prohibido a su tripulación los actos de pillería, todo lo que se capturaba en los buques era convenientemente repartido entre todos y las pertenencias personales de los prisioneros eran devueltas a sus legítimos dueños, lo que causaba auténtica extrañeza entre ellos.

Las referencias al otro corsario alemán que marcó un hito en la historia de la navegación y que consiguió llegar a puerto sano y salvo después de varios años de correrías durante la Gran Guerra, el Wolf (El Navío Negro), son constantes. De hecho, Rogge se reúne varias veces antes de partir con el capitán Neger para pedirle consejos, ¡¡quién mejor que él para esta tarea!!.

Al igual que el Wolf en los años de la Gran Guerra disfrutó del servicio a bordo de un avión, el Atlantis fue equipado con dos hidroaviones, aunque realmente no pudieron sacarle mucho provecho debido a las averías y a la falta de experiencia con hidroaviones.

Pero no todo es aventura y hazaña bélica en una travesía tan larga. A parte de las capturas, hay que lidiar con el hastío de los días, de las semanas sin actividad, sin presa a la vista. Hay que lidiar con los vientos, los huracanes, las tormentas, el estado de la mar en pésimas condiciones. Todo esto es parte de la aventura y parte de la hazaña pues no es fácil mantener la moral y la disciplina. Rogge se las arregla en cada visicitud para mantener a la tripulación concentrada.

Veintidós barcos, primero apresados y luego la mayoría de ellos hundidos. Cada uno de una forma distinta, cada uno usando una argucia diferente, en cada situación bajo una bandera y con un enmascaramiento singular. Todo un arte, una vez más, el arte del engaño usado con gran mestría.

Tabla con las presas del Atlantis:

Barco Fecha Desplazamiento Destino
1 Scientist 03/05/1940 6.200 tn. Hundido
2 Tirranna 10/06/1940 7.230 tn. Capturado
3 City of Bagdad 11/07/1940 7.505 tn. Hundido
4 Kemmendine 13/07/1940 7.770 tn. Hundido
5 Talleyrand 02/08/1940 6.730 tn. Hundido
6 King City 24/08/1940 4.745 tn. Hundido
7 Athelking 09/09/1940 9.555 tn. Hundido
8 Benarty 10/09/1940 5.800 tn. Hundido
9 Commissaire Ramel 20/09/1940 10.060 tn. Hundido
10 Durmitor 22/10/1940 5.620 tn. Capturado
11 Teddy 09/11/1940 6750 tn. Hundido
12 Ole Jackob 10/11/1940 8.305 tn. Capturado
13 Automedon 11/11/1940 7.530 tn. Hundido
14 Mandasor 24/01/1941 5.145 tn. Hundido
15 Speybank 31/01/1941 5.150 tn. Capturado
16 Ketty Brövig 02/02/1941 7.300 tn. Capturado
17 Zam Zam 17/04/1941 8.300 tn. Hundido
18 Rabaul 14/05/1941 6.810 tn. Hundido
19 Trafalgae 24/05/1941 4.530 tn. Hundido
20 Tottenham 17/06/1941 4.760 tn. Hundido
21 Balzac 22/06/1941 5.375 tn. Hundido
22 Silvaplana 10/09/1941 4.790 tn… Hundido

Cada captura traía nuevos elementos al Atlantis, nuevos repuestos, comida y en algunos casos mecancías variopintas. Pero también hubo capturas que trajeron sorpresa, como la documentación secreta que se encontró en la captura del Automedon. Una gran cantidad de información sobre todo tipo de disposición de material, fuerzas y elementos de las defensas de Singapur. Esta documentación fue enviada de forma prioritaria a los japoneses y posteriormente, tras la toma de Singapur, el Emperador regaló a Rogge una espada de Samurai.

Pero el cerco se fue cerrando según el tiempo iba pasando y siendo cada vez más difícil seguir con su carrera de corsario. El final se produjo mientras el Atlantis suministraba combustible al submarino U126, apareció en el horizonte el HMS Devonshire, un crucero pesado que los pilló infraganti. El submarino se sumergió todo lo rápido que pudo y el Atlantis hacía maniobras extrañas para tapar al submarino de la vista del buque aliado y del avión que éste había lanzado, pero esta vez el arte del engaño no estaba de parte de Rogge. El Devonshire disparó unas salvas y Rogge mandó por radio las señales de RRR identificándose como el mercante holandés Polyphemus, pero no coló. Desde el Devonshire pidieron confirmación al Almirantazgo de si el buque holandés podía encontrarse en dichas latitudes y además, el almirantazgo había establecido que la señal sería RRRR, a Rogge le faltaba una R y el Almirantazgo, después de 1 hora le confirmó al Devonshire que ese no era el Polyphemus. El final del Atlantis estaba marcado, el buque inglés disparó e incendió el Atlantis, por miedo al submarino se largó sin recoger a los supervivientes. Al final el U126 emergió y subió a bordo a los supervivientes que después de varias peripecias llegarían más o menos todos, sanos y salvos a Saint Nazaire.

Una gran lectura que se disfruta de principio a fin.

Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa dura
ISBN: 9788435039840
Número de edición:1ª
Año de edición:2010, Edhasa
Plaza de edición: BARCELONA

9 comentarios en “Bajo diez banderas, B Rogge y W. Frank

  1. Creo que ya se ha comentado en más de una ocasión, pero no dejéis de ver la película del mismo título: Bajo diez banderas. Recoge el espíritu del libro y de la filosofía de Rogge. El final es inventado, pero bueno, la peli está muy bien. El libro mejor por supuesto.

  2. Madre mia pedazo de reseña Javi.Ya sabes que no es mi fuerte dicho período y me ha apasionado tu reseña. Aprovecho para recomendar el libro de Sun Tzu,El Arte de la Guerra,con el que abres la reseña.Un libro esencial para la vida en si.

  3. Menuda odisea naval nos relatas en tu elaborada reseña, Javi, tiene el sabor romántico de las hazañas de los cruceros auxiliares de la PGM. Desde luego que fue una buena emulación.
    ¿Está bien traducida? Porque creo que no es muy barata ¿no?
    Gracias y saludos.

  4. ¡¡¡ Pedazo de libro !!!!. ¡ Fantástico !. ¡ Me lo he leído en poco más de un día, del tirón !. Me ha encantado.

    Lo mejor de todo las fundadas sospechas de el capitán de que los ingleses tenían los códigos de la uboatwaffe…

  5. Pingback: Bajo diez banderas « Después del hipopótamo

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