La Guerra Polaco-Soviética fue un conflicto inevitable y poco conocido que se produjo como consecuencia de las maniobras políticas y militares durante la Primera Guerra Mundial. El escenario es caótico y en un momento determinado confluyen en él los elementos para una tormenta perfecta. Los territorios objeto de esta guerra no han tenido la suerte de tener una identidad sólida y definida a lo largo de la historia. En las llanuras que se extienden hacia el este desde los montes metálicos viven una serie de pueblos o etnias que durante buena parte de su existencia han estado sometidos a los dictados de otras potencias.
Es el caso de Polonia, siempre encajada entre reinos más poderosos que ella en los cuatro puntos cardinales y sin barreras geográficas de importancia que le garanticen una defensa ni unas fronteras bien delimitadas. En sus tiempos de mayor esplendor formó parte de la Comunidad Polaco Lituana, que extendía sus fronteras desde el mar Báltico al mar Negro. Es el caso también de las repúblicas bálticas y de regiones como Chequia y Eslovaquia al oeste o de Bielorrusia al este. Además tenemos multitud de etnias que conviven entre sí, eslavos, judíos, gitanos, alemanes étnicos, etc… Y para cerrar el círculo, estos territorios y pueblos han estado sometidos en gran medida a los imperios ruso, alemán y austrohúngaro, dándose peculiaridades como las de distintos militares polacos que sirvieron en los distintos ejércitos de estos tres imperios según fuese natural de una u otra zona. Sigue leyendo