HOMBRES Y ARMAS.
“Entre docenas de tanques ardientes solo se mueve un achaparrado Centurion que muestra las marcas de la batalla: la coraza está mellada por la metralla y la pintura muestra las quemaduras causadas por los cohetes antitanque. El comandante, asomado a la escotilla, está tan mal como el tanque: ennegrecido por el hollín, cubierto de sangre, su pelo y sus ropas están quemados. Un oficial israelí lo detiene y le pregunta:
– ¿Dónde están los demás tanques?
– No hay más.
– ¿Dónde está la Fuerza Zvika?
– ¡Yo soy la Fuerza Zvika!
El oficial lo mira asombrado: ese solitario tanque había frenado la invasión siria cuando no quedaba nada entre ellos y los puentes del Jordán. Pocos hombres pueden decir que han vencido a un ejército.” (Cap. 4º, pág. 58) Sigue leyendo