Durante más de trescientos años, España defendió, con resultados positivos, sus posesiones en América frente a numerosos ataques procedentes del exterior y algunas -pocas, según Madariaga- sublevaciones internas. Posiblemente, la segunda mitad del siglo XVIII es cuando estas agresiones revistieron mayor peligrosidad, por la calidad y la cantidad de los medios que en ellas se emplearon. La respuesta de la Corona a este incremento de la amenaza fue la elaboración, a partir de 1764, de un nuevo sistema defensivo que superaría con éxito las pruebas a las que fue sometido.
Y para corroborar la anterior afirmación el autor ofrece el siguiente botón de muestra;
(…) A fines del siglo XVIII la única potencia europea que conservaba en América prácticamente el mismo territorio que tenía al principio de la centuria era España. Ello a pesar de los esfuerzos de enemigos tan dispares como los rigurosos Granaderos británicos o los feroces apaches. (pág. 9) Sigue leyendo