Eric Hobsbawm, el historiador marxista recientemente fallecido, explicaba que un alumno le preguntó, alarmado, si el término de Segunda Guerra Mundial implicaba que había existido alguna vez una primera y cuándo se libró. Hobsbawm utilizaba el ejemplo para mostrarnos la extrema fragilidad de la memoria histórica, siempre manipulada y siempre debatida con mayor o menos rigurosidad por los que hacen la cultura. Si un alumno de postgrado de historia no sabía de la existencia de la Gran Guerra, ¿qué esperar entonces del común de los mortales cuyo horizonte epistemológico podría remontarse, siendo optimistas, a la última jornada futbolística?
Esperemos entonces que, incluyendo al alumno de Hobsbawm, todo el mundo esté al tanto del simbolismo de la fecha: en agosto de 2014 se cumplirán cien añitos, un siglo nada más y nada menos, del comienzo de la Primera Guerra Mundial, el acontecimiento fundacional de una época de violencias. Parece que fue ayer que acabó “el mundo de ayer”, como le llamaba Stefan Zweig, una de las muchas, incontables, víctimas de aquella época de brutalidad, de catástrofe y matanza sistemática que fue el siglo XX. Sigue leyendo