El Rey. La Campaña. La Batalla
En poco tiempo se han editado en España dos libros sobre el mismo tema: la campaña de Agincourt. El primero en orden de aparición fue el de Bernard Cornwell que cita a esta obra que ahora paso a comentar como la mejor obra contemporánea editada sobre el tema.
Juliet Barker es una profesora oxoniense (de Oxford, vamos) especializada en historia medieval inglesa y en las hermanas Bronte. No es una historiadora especializada en historia militar al estilo de Keegan sino que intenta explicar las causas que originaron este conflicto y para ello recurre a fuentes primarias como son los memoriales o las crónicas de protagonistas de la época como son Enguerrand de Monstrelet o John Mowbray. Un dato que utiliza la autora son las bajas inglesas de la campaña según las listas que tenían que presentar los capitanes de compañía a la hora de cobrar del rey Enrique V la paga prometida al final de la campaña. Estos datos contables existen en el bando inglés ya que los del bando francés fueron destruidos por los revolucionarios de 1789.
El libro está dividido en tres partes: la primera parte describe los hechos que llevaron a la guerra, la segunda parte describe la propia campaña y la parte final describe las consecuencias inmediatas y mas a medio plazo de la misma.
En la primera parte explica al gran héroe de esta campaña: Enrique V. Hijo de un usurpador, fue un buen administrador y un general convencido de contar con el apoyo divino para su campaña de reivindicación del reino de Francia. En diversos capítulos se ve como planifica la campaña desde el punto de vista financiero, diplomático, logístico e ideológico. En estos capítulos la autora es muy exhaustiva con datos profusos de la organización feudal de las compañías de combate, las provisiones de alimentos y armas así como la organización de un gran flota que desembarcara al ejército en Francia. La autora se detiene en explicar qué tipo de armas se usaban, como estaban organizadas las huestes, cómo era la medicina militar de la época o el tipo de montura equina que se usaba y cómo era embarcada.
La segunda parte describe la campaña propiamente dicha sin tanto dramatismo como lo hace Cornwell y se detiene en héroes franceses como Raoul de Gaucourt o Robert de Boissay que combatió con mas de 70 años cuando ya lo tenía todo demostrado en la vida. Este recorrido militar es descrito verosímilmente por una autora que ha recorrido a pie de campo el campo de batalla que, por momentos, se entrecruza con el de la batalla del Somme con tantos monolitos erigidos a los mártires ingleses. La toma de Harfleur, el cruce del río Somme por Voyennes y el encuentro final de Azincourt son el motivo de esta parte de libro. La parte de la batalla no es tan gráfica como nos tiene acostumbrados Cornwell pero describe las distintas secuencias tácticas de la misma con son el avance de los arqueros ingleses, el asalto atropellado de la caballería francesa, el avance de la vanguardia francesa contra la línea central inglesa en medio de un diluvio de flechas lanzadas por los arqueros ingleses desde ambos flancos; el aplastamiento por compresión y la blandura del terreno de las huestes armadas (vestidas con armadura completa) de la vanguardia y el centro francés y; finalmente, la acción de comando de tropas irregulares francesas contra el tren de avituallamiento inglés y la descarnada acción del cristiano rey inglés contra los prisioneros franceses decapitados por arqueros ingleses ante el temor de un envolvimiento francés que obligara a los ingleses a luchar en dos frentes con la mitad de tropas.
La última parte describe los casos particulares de muertos franceses e ingleses, tanto nobles como villanos, y cómo esta batalla mitificó al rey inglés y destrozó al bando Armagnac que luchaba contra la facción borgoñona (encarnada por el Duque Juan sin Miedo) por el control de Francia. Uno de los motivos por los que perdieron la batalla los franceses fue que lucharon sin líder claro ya que el rey, Carlos V, estaba loco pensando que era de cristal y su hijo el Delfín tampoco combatió quedándose plácidamente en Rouen esperando una victoria que nunca llegó.
Después fueron Shakespeare y Sir Laurence Olivier los que redondearon la leyenda «del buen rey Harry» y su lucha contra los decadentes y afeminados franceses. Según Barker, no fueron tan afeminados y lucharon con mas caballerosidad que los ingleses.
Buen libro, exhaustivo y entretenido de leer.
Colección Grandes batallas
Páginas 544
Edición 1 , Editorial Ariel
Formato 14,5 x 23 cm
Encuadernación Rústica con solapas
Código 934218
ISBN 978-84-344-8835-9
Fecha de disponibilidad 12/11/2009
Distintos libros para tan dispares puntos de vista. El «épico» Cornwell con sus héroes y bienolientes ingleses contra la chusma francesa en contra de un estudio serio, lejos de lo novelesco y que aporta datos sin caer en los estereotipos.
Mala comparación, cuando Cornwell pone este estudio por las nubes en sus notas, y afirma haberlo usado extensivamente como inspiración y documentación.
En realidad yo casi veo su publicación como un fenómeno curioso de «Cornwellexplotation».
También es otro punto de vista, el utilizar el fenómeno Cornwell para sacar el libro. Pero por otro lado, si Cornwell habla bien de este estudio será por algo, imagino. En cualquier caso, ya nos estamos acostumbrando a ver distintas publicaciones un poco «por impulsos». Uno saca un libro de Anibal, y al més siguiente hay 3 más. Sale una peli sobre Hipatia y ya tenemos asegurados tres o cuatro títulos y así todo, en rodillo.
No he leído este de Juliet Baker. Sobre Agincourt (o Azincourt) se puede leer también las dos obras de Anne Curry sobre la batalla que desmitifican algunos de los tópicos sobre la batalla, por ejemplo los efectivos de ambos ejércitos, que parecer ser que eran bastante similares. Por desgracia las obras de Curry no están disponibles en castellano.
Los arqueros ingleses son un tema aparte. Es curioso que su papel en la batalla de Falkirk contra los schiltrons escoceses no parece interesar a nadie y en cambio Crècy o Azincourt aparecen hasta la saciedad en todo tipo de publicaciones. No hay que olvidar también que junto a los arqueros luchaban los hombres de armas ingleses y que su papel en el cuerpo a cuerpo fue esencial. En Agincourt fue capturado uno de los mejores soldados franceses, Boucicault, que había participado en la catastrófica cruzada de Nicopolis en 1396 (cito de memoria). Ruíz Domenech tiene un trabajo sobre este caballero, uno de los más famosos de su siglo, que se puede leer en publicaciones especializadas (cito también de memoria). Una narración estupenda sobre Azincourt, los combatientes y sus mentalidades se encuentra en el libro de John Keegan The face of battle (el análisis de tres batallas libradas en una misma región de Europa: Agincourt, Waterloo y el Somme). En cuanto a la matanza de prisioneros franceses ordenada por Enrique V, parece ser que el ritmo de muerte que aparece en las crónicas francesas es literalmente imposible si no se dispone de ametralladoras y también es uno de los mitos de la batalla que siempre se repite. No es que no hubiera ejecuciones, pero ni mucho menos fueron de tal magnitud como señalan los autores contemporáneos.
Creo que como bien dice leiva Boucicault y, el anterior en el tiempo, Bertrand Du Guesclin fueron dos de los mejores guerreros franceses de toda la Edad Media.
Bueno, dejando claro de antemano que a Boucicault todo le salía mal, y que al pillo de Du Guesclin todo le parecía salir bien.
Por cierto que Froissart no le cita en la muerte de Pedro Iº el Justiciero.
Sí, Boucicault no tuvo demasiada suerte. Su prestigio como guerrero le venía precisamente de eso, de que no le salían bien las cosas, pero había salido vivo con nonor de todas ellas, aunque en Agincourt al final le capturaron y se pudrió en una mazmorra. Sin embargo, hay que tener en cuenta que tanto en Nicopolis como en Agincourt tuvo que bregar con los nobles franceses y borgoñones a los que no les cabía en la cabeza que un tío montado a caballo presentaba el doble de bulto que uno a pie y que ellos no por ser los más guapos y mejor vestidos tenían porque asustar al enemigo. De Guesclin (o Claquin) es un personaje mas «moderno» que Boucicault, más acorde con nuestros tiempos, por practicar la guerra de emboscadas, las maniobras indirectas y todo lo demás. Era un gran condotiero y, efectivamente, un canalla redomado. Éste es otro rasgo de su modernidad. Es probable que ahora estuviera pegando tiros en Blackwater (o sentado en un despacho en Virginia, claro).
Una de las cosas que revela el libro, en su tercera parte, es que cuando tomaron Harfleur los ingleses tuvieron que dejar libres a los prisioneros bajo palabra de que se presentaran a sus capturadores al final de la campaña. ¡Y no faltó nadie a pesar de que sabían que iban a ser enviados a una prisión por tiempo indefinido en espera del rescate! El tema de honor, a pesar de Cornwell, no es patrimonio inglés sino que tiene que ver con la mentalidad caballeresca de la época. El hermano de Juan sin Miedo, Duque de Borgoña, prefirió ir a la batalla y morir en ella en contra de la estrategia de su hermano y el mismo Boucicaut, a pesar de ser el mejor general francés, prefirió ir en el centro de la vanguardia cuando hubiera podido quedarse en la retaguardia dirigiendo las operaciones desde la distancia.
Es también notable que habían heraldos franceses/ingleses contemplando la batalla juntos y juntos decidían el bando victorioso como si fuera un torneo de caballeros y no una sangrienta batalla campal.
Es un libro muy curioso y es justo decir que Cornwell lo cita como su libro de referencia a la hora de escribir el suyo.
Yo no veo nada negativo en que Cornwell lo ponga como libro preferido sobre el tema. ¿Se puede interpretar como una oportunidad de la editorial a raiz del otro lanzamiento?, bueno, si se quiere ver así publicidad subliminal o indirecta siempre hay cuando se habla de bibliografía u obras de referencia, pero eso no es malo, creo.
La nobleza obliga, se trataba de todo un planteamiento vital que exigía que los caballeros combatieran en primera fila y se destacaran en batalla a fin de justificar su posición en la paz.
De Guesclin era más un condotiero como John Hawkwood, Sforza, y otros. Por tanto un profesional cuya mentalidad era más práctica.
Por cierto junto a De Guesclin y Boucicault; también merece mencionarse a Juana y sus comandantes.
A mí, hasta cierto punto, me gusta la explotación editorial de los temas. Y si algo lamento de la «agincourtexplotation» es que por desgracia se va a quedar en estos dos libros. Y bueno, ya es algo.
Por cierto, libro que no ha debido tener mucho exito: En la casa del libro lo venden por 9.95. ¡ Coged el sombrero y salid a comprarlo ! (Pero sin prisa, que hoy es domingo)
Cada cierto tiempo pasa esto con los libros de Ariel de la colección «Grandes Batallas», gracias por el aviso Uro. Seguro que si está este deben haber otros con rebaja importante de Ariel.
Mal asunto lo de coger el sombrero con el viento que bufa hoy en Cabrera de Mar.
Adquirido y leído, interesante libro aunque con algunas fallas de traducción.
Me gustó el libro, porque en sí es bueno y bien documentado. No me ha gustado que sea tan pro-británico. Trata del punto de vista inglés casi exclusivamente.
Los británicos narran la guerra de los 100 años de una forma que tiende a olvidarse que ganaron finalmente los frnaceses…
Si nos quedamos con los detalles…
La verdad es que el libro se dedica sobre todo a explicar lo que era una campaña medieval y su organización tanto como a la batalla, así que en este caso es comprensible que se centre en un solo bando.
Pienso que una batalla gana mucho en interés si se describen los dos bandos. Cierto que ello impediría que se narraran tantos detalles del bando inglés como sucede con este libro, pero el conjunto ganaría en profundidad.
En algunas descripciones de la batalla de Galipoli, por ejemplo, me he encontrado muchísimos detalles sobre los ANZAC, los generales británicos, etc. Pero al llegar al final he pensado «¿pero allí no había turcos?». Porque se los menciona muy secundariamente.
No sucede eso con Agincourt, pero es un libro demasiado orientado hacia el bando inglés.
Esa es una constante en las obras inglesas. Pocas sorpresas por ese lado.