En marzo de 1945 el mundo ya había cambiado y en Alemania no se habían dado cuenta. Los restos de cuerpos y ejércitos del maltrecho Heer seguían levantándose y volviéndose a caer ante la imparable máquina soviética. Sin embargo, las reglas del juego habían cambiado y Berlin pudo sobrevivir otro mes. Los líderes mundiales estaban pensando en el mundo de posguerra y Stalin, tras la conferencia de Yalta vio la posibilidad de plantarse en Praga y en Viena y lo declaró de máxima prioridad, dirigiendo hacia estos territorios y los Balcanes las siguientes ofensivas. En Berlín, el OKW y el OKH seguían librando la campaña del frente oriental, el Ejército Rojo tomaba posiciones en lo que acabaría siendo el mundo de la Guerra Fría.
Hubo además más tragedias, las de la población alemana de Prusia Oriental y las etnias germanas de países como Checoslovaquia o Polonia tratando de huir hacia el oeste, la de los nazis fanáticos ejecutando y ahorcando a cualquiera que pudiese ser sospechoso de derrotismo o de falta de lealtad al Führer. Sigue leyendo