1762. La Habana inglesa, Guillermo Calleja Leal & Hugo O’Donnell

La toma de La Habana por los ingleses.

Es una desgracia que cambiásemos La Habana por Florida.

Sir Winston Churchill

Pues sí, La Habana, la principal base naval española en América, el principal astillero y arsenal de la Real Armada, uno de los mejores puertos del mundo con una capacidad para mil navíos, la gran abastecedora de víveres frescos y agua para toda nave surta en el puerto, la capital de la “Perla del Caribe”, una de “las llaves” del Imperio español en el Nuevo Mundo, la salida de la Flota del tesoro hacia España, la salvaguarda de La Florida y Apalache, la vigía de todo movimiento en el Seno Mexicano, la hostigadora del comercio británico… Sí, esa espléndida ciudad con casi 27.000 habitantes –sólo superada por Lima y México y ni alcanzada de lejos por Boston, Filadelfia o Nueva York-, la gran exportadora de azúcar, tabaco y cueros –sólo los impuestos derivados del tabaco llegaron a suponer, a veces, en torno a un 29% de los ingresos del Estado-… Sí, la hermosa y acogedora Habana estuvo en manos de la “Pérfida”.

Pero, primero ubiquémonos en aquel contexto internacional. Desde 1756 se estaba solventando entre Prusia e Inglaterra, por un lado, y Austria, Rusia y Francia, por el otro, la que se denominaría con posterioridad Guerra de los Siete Años. A Francia le estaban yendo muy mal las cosas y desesperada solicitó ayuda, mediante el Tercer Pacto de Familia (15/VIII/1761), a la tercera gran potencia naval; España.

A España lo que acaecía en Europa no le importaba un comino mientras no afectase a la península itálica, pero el colapso francés en América (y en Asia) sí le incumbía enormemente. La Corona no podía permitir de ningún modo que se rompiese el equilibrio continental americano ni podía permitir que así aumentase la voracidad inglesa en aquel exuberante continente.

Los autores defienden que ésa fue la causa que abocó a España a romper su “pacifismo armado” –heredado de Fernando VI- y a entrar en el conflicto; no se debió a caprichos o rencores de Carlos III. Lo que sí sucedió fue que España se implicó, sin quererlo, en las hostilidades cuatro meses antes de lo previsto como consecuencia de la apremiante necesidad francesa de tener un respiro, una baza diplomática, que aliviase su apurada situación de fracasos militares y agotamiento económico. Esto es, que le fueron con el cuento al gobierno inglés.

Inglaterra, que ya sospechaba la jugada y que a lo sumo podía esperar la neutralidad hispana, concibió que sólo un golpe demoledor en el corazón del Imperio español podría obligar al nuevo beligerante a solicitar una perentoria paz, porque lo cierto es que Inglaterra estaba casi tan agotada, pese a los éxitos, como Francia.

Entonces el mazazo sería en Cuba ya que su conquista reportaría tales beneficios económicos y estratégicos que daría la hegemonía marítima y mercantil a Inglaterra.

El plan anfibio estaba perfectamente trazado gracias a “la visita de cortesía” –léase espionaje- que tras la Guerra del Asiento (1739-1748) realizó el Almirante Knowles a la urbe cubana. La operación naval de aproximación por una ruta muy difícil e inesperada –el Canal Viejo de Bahama-  fue espléndida y audaz. Las operaciones terrestres se demoraron en exceso (del 6 de junio al 13 de agosto) dada la inflexibilidad operacional del mando británico en tierra según se apuntó ya en la época. No obstante, las experiencias fallidas –Cartagena, Guantánamo, etc.-  la cohesión entre el mando naval y terrestre y los despropósitos de los máximos responsables de la isla permitieron el éxito inglés.

¿Y cuáles fueron esos despropósitos?

El Gobierno de Madrid conocía el peligro que se cernía sobre La Habana y había perfilado los planes de actuación, pero los responsables habaneros los desestimaron y demoraron pese a los informes y a las evidencias. ¿Por qué? Pues porque la ciudad era “inexpugnable” desde 1655 y un ataque por el Este, “impracticable”. Es decir, por un mero exceso de confianza. Las tropas, la escuadra, los caudales y la disposición de la población eran aceptables pero no se dirigieron con corrección a pesar de los esfuerzos de valerosos hombres como el Capitán de Navío Luis de Velasco en la defensa de El Morro o la resistencia popular y guerrillera de Pepe Antonio, alcalde de la poblada y vecina villa de Guanabacoa.

Pues bien,  Calleja Leal y Hugo O’Donnell nos exponen con maestría, rigor y amenidad todos estos sucesos a lo largo de 261 páginas en este encomiable libro del año 1999.

Pero el texto no acaba con la conquista y ocupación de la población habanera sino que concluye con el Dominio británico y recuperación de la plaza; las fuentes consultadas, el apéndice documental y el fotográfico, fotos, grabados, retratos y mapas de los autores complementan  el libro.

Pinceladas curiosas con  regusto:

  • Tanto valoraron los ingleses a Luis de Velasco que le erigieron un monumento en la mismísima abadía de Westminster.
  • Entre los refuerzos de las Trece Colonias llegó un capitán llamado George Washington.
  • A los ingleses ocupantes les sorprendió mucho la mezcla racial; y muy en especial que los españoles contrajeran matrimonio con gentes de color, dando lugar a numerosas variantes de mestizaje, algo que jamás habían visto en sus colonias.

Lo ocurrido en La Habana (y en Manila) fue un desastre descomunal en todos los aspectos, pero que nadie se mortifique porque lo que no se pudo retener con las armas, mal dirigidas, se recuperó mediante una hábil diplomacia. Y además la capacidad de respuesta de la España de Carlos III era incontestable si la comparamos con la de, por ejemplo, Fernando VII.

¡¡La Habana estuvo sólo en manos británicas diez meses y medio aunque le disguste a Sir Winston!!

Saludos y provechosas lecturas.

11 comentarios en “1762. La Habana inglesa, Guillermo Calleja Leal & Hugo O’Donnell

  1. Muchas gracias a ti, Luismi. Me alegra que se te haya abierto la curiosidad por este hecho y el interesantísimo s. XVIII.

    Sí, Roger, no te sé dar cifras exactas pero el tráfico esclavista aumento enormemente y los altos oficiales se llenaron los bolsillos hasta los topes y más…

  2. Conociendo a los ingleses lo que me extraña es que soltaran la presa. Muchas gracias amigo Tasos por abrir una nueva vía de interés para mí. Como buen napoleónico el mar siempre me pareció un teatro secundario pero gracias a ti lo estoy apreciando más cada día. Un abrazo.

  3. Felicidades por la reseña Tasos sobre un tema tan interesante y tan poco tratado. Interesantísimo lo de la presencia del capitán George Washington, seguro que el aprendizaje le fue de provecho para después «zurrar» a los ingleses. Coincido con el insigne Churchill en que Gran Bretaña hizo un mal negocio con el cambio de La Habana por Florida.

    Aprovecho para recomendar una obra – en catalán – sobre un episodio similar pero mucho más tratado, la conquista inglesa de Menorca: «La conquesta anglesa i la perdua espanyola de Menorca» – Editorial El Tall – de Josep Juan Vidal, catedrático de Historia Moderna de la Universitat de les Illes Balears. El autor narra la pugna entre austracistas y borbones durante la Guerra de Sucesión y la posterior ocupación militar inglesa de la isla en nombre del Archiduque Carlos para, posteriormente, adueñarse de una presa tan apetecible – por su ubicación geográfica en el Mediterráneo y por las inmensas posibilidades del puerto de Mahón – gracias al Tratado de Utrecht.

  4. De nada, amigo Davout, para eso estamos. He estado aprendiendo en las lecturas de los últimos años que el dominio de la mar es básico para cualquier potencia continental y/o colonial. Napoleón y Hitler, por suerte, no dominaron el mar en absoluto.
    Y si además tienes un buen ejército o te buscas lo aliados que lo tengan, pues mejor que mejor.

    Gracias, José Sabastián, por la felicitación y la recomendación; desde luego que el siglo XVIII es injustamente «la Cenicienta» de la historia militar -y de la otra, pese a que hoy le debamos más que a ningún otro-.

    Tened en cuenta que Gran Bretaña estaba agotadísima, llevaba seis años de guerra; sólo ocupó la comarca de La Habana y el puerto de Matazas -sería un auténtico Vietnam para ellos ocupar toda la isla y seguramente sin éxito-; sufría la acción de la guerrilla y poco antes de la devolución estaba casi preparada una contraofensiva desde Santiago; los productores, comerciantes y terratenientes de Jamaica y las pequeñas Antillas no querían ni oír hablar de la competencia que supondría La Habana; y además tanto éxito podría formar una gran coalición de los otros estados coloniales contra Inglaterra.

  5. Muy buena reseña Tasos. Estando Hugo O´donnell de por medio la calidad de la obra está garantizada. Asistí a una conferencia suya sobre el navío del siglo XVIII en la Academia de la Historia y fue sencillamente genial.

    saludos

  6. Hay que señalar que la conquista de La Habana fue un aliciente para el comercio de esa ciudad y su desarrollo. Ciertamente Jamaica no estaba muy de acuerdo en que Inglaterra conservase esa plaza.

    Los ingleses capturaron durante esos meses no sólo La Habana sino también Manila aunque fracasaron en Montevideo-Buenos Aires y perdieron Sacramento ante Cevallos y en Nicaragua donde un pequeño fuerte se les indigestó.
    La guerra también se libraría en Portugal que fue invadido por España y donde destacó Burgoyne (el de Saratoga).

  7. Interesante reseña, gracias Tasos.

    Los ingleses en aquella época se harían dueños de un gran «botín» colonial obtendría Canada a expensas de Francia. El que España recuperara La Habana y Manila no le salió gratis, pues tuvo que ceder La Florida y la hermosa isla de Menorca, aunque después de todo no salió tan mal parada al adquirír la Luisiana, pero claro a expensas de Francia.

    Un saludo.

  8. APV: precisamente los autores insisten en la imprecisión de que «la conquista de La Habana fue un aliciente para el comercio de esa ciudad y su desarrollo», ya que fueron las reformas de Carlos III las que mejoraron las ya de por sí altas capacidades mercantiles de la ciudad. Sostienen que los ingleses aportaron algún leve cambio pero que lo efectivo fue lo hecho por Carlos III.

    En cuanto a lo de los otros frentes efectivamente fue así.

    JF: eso es, el imperio colonial francés en América se esfumó – menos Haití y alguna Antilla-; España no pudo seguir presionando diplomáticamente a causa de las prisas francesas por firmar la paz.

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